
Escrito por Jorge Olivera Castillo
Habana Vieja, La Habana
10 de marzo de 2011
(PD) El hospital pediátrico de La Habana se hunde en el lodo de la ineficiencia. Falta de higiene, alarmante deterioro de la arquitectura interior y ausencia de productos básicos a utilizar en los servicios de enfermería, revelan un ambiente propicio para desencadenar altisonantes reclamos de los padres de los infantes, preocupados ante las posibilidades del agravamiento de sus hijos a causa de la indetenible suma de carencias y descuidos.
Observar que un par de cartuchos tomados de un empolvado rincón del centro hospitalario, se convertían en el material para suplantar la falta de algodón, es una experiencia que subraya la profundidad del descalabro en gran parte de las instituciones médicas cubanas.
Tras airear sus protestas, a la referida madre no le que quedó más remedio que aceptar la colocación de ambos aditamentos de papel, previamente humedecidos, bajo las axilas de su pequeña hija, de un año de edad, con el fin de disminuirle la fiebre. “Estamos igual que en Haití, y todavía tienen el descaro de seguir con la cantaleta de que Cuba es una potencia médica”, decía entre el llanto de la niña.
Encontrar en la Isla un centro de este tipo portador de tan siquiera mínimos parámetros de calidad, es algo excepcional.
Las recomendaciones de evitar el ingreso, salvo alguna situación extraordinaria, es la advertencia de un amigo cirujano que ha trabajado en varios hospitales de la capital.
“Lejos de curarte lo que podría es empeorar el cuadro clínico. Las bacterias proliferan a sus anchas. Imagínate, que otra cosa puede esperarse de la crónica falta de agua potable, baños atestados de inmundicias y las dudosas garantías de una adecuada esterilización de los accesorios usados en cada caso”, apuntaba el galeno.
A esto hay que añadir el exhibicionismo de no pocos jóvenes enfermeros, de ambos sexos, empeñados en lucir dientes de oro, peinados extravagantes, y en el caso de las mujeres, vestimentas que insinúan una clara invitación a la lujuria.
“De noche era algo muy parecido a un prostíbulo, lo que he visto y escuchado allí es increíble”, me comentaba una pariente cercana que fue dada de alta hace pocos días de una de las salas del hospital Calixto García, ubicado en las cercanías de la Universidad de La Habana.
La notable acumulación de puntos negativos en este sector obliga a enterrar el optimismo por un buen tiempo. Es imposible salir del círculo vicioso que marca los destinos de la nación por medio del reciclamiento de viejas promesas y retóricas que catapultan hacia otras geografías del fracaso.
Sin desterrar las taras burocráticas, poco o nada se va a lograr en cuanto a la solución de innumerables problemas que afectan a la sociedad, como el citado en estos párrafos.
Todavía hay muchos muros que desmontar, y no parece haber la voluntad necesaria para llevar a cabo la monumental tarea.
Miles de cubanos tendrán que seguir sufriendo las consecuencias de un sistema de salud al borde del colapso.
Una minoría cuenta con los recursos para escapar de esos destinos. Pagar de manera subrepticia por servicios médicos de calidad, es una práctica en ascenso.
Otra oportunidad para tener garantías de una buena atención radica en pertenecer a las “altas esferas”. Un sitio exclusivo, con muy pocos inquilinos y enormes privilegios.
oliverajorge75@yahoo.com
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