lunes, 11 de marzo de 2013


El reino del espectáculo
LUNES, 11 DE MARZO DE 2013 00:17 ESCRITO POR ALFREDO NICOLÁS LORENZO


Cuba actualidad, Ei Cerro, La Habana, (PD) A la hora de sentarme a escribir este artículo, no sé qué camino tomar. Vacilo en seguir uno que me atrae, pero que a lo mejor no es el más adecuado.

O a lo mejor sí. Me refiero al tema que aborda Mario Vargas Llosa en un magnifico ensayo suyo que acabo de leer y que se titula "La civilización del espectáculo".

Dice Vargas Llosa que hoy, en aras del simple y puro entretenimiento, el arte y la literatura se han banalizado; la crítica ha desaparecido; la cocina, la farándula y la moda usurpan o dominan las páginas dedicadas a la cultura; el amarillismo de la primicia domina la prensa, y la política se aparta de convicciones y principios en busca de afectos mediáticos.

¿Sera verdad? Pues tal vez sí. En muchas galerías y museos de arte moderno, si uno quiere ver lo más reciente, lo que se considera el último grito de la creación artística, se encuentra a lo mejor con las llamadas instalaciones que exhiben, ordenados en extrañas composiciones, lo más inesperados objetos: varillas, talegos, sillas clavadas en las paredes, ladrillos, bolsas de basura, micrófonos, casas de panes horneados, cualquier cosa dispuesta para crear un efecto de choque sin que nadie sepa quien se la llevará a casa y se pueda asegurar su perdurabilidad. Es más espectáculo que arte.

A este arte light le sigue los pasos el cine light, de turbulencias visuales, que sustituye hoy al que hacían en otro tiempo Bergman, Fellini o Antonioni, o una literatura light, que busca ante todo la facilidad y el entretenimiento. Actualmente, los editores no se preguntan si un libro es bueno o malo, sino si se vende o no. Con ese criterio, hoy en dia sería difícil que James Joyce encontrara un editor para su Ulises o un Proust o un Kafka para sus obras. Si se sigue esa misma línea de la civilización del espectáculo, las páginas literarias desaparecen de nuestros diarios para abrirle espacio a la farándula.

La publicidad, según Vargas Llosa, ejerce una influencia decisiva en los gustos, la sensibilidad, la imaginación y las costumbres; las novelas desplazan los espacios de opinión, los chismes se convierten en postre obligado de todo telediario y cierto amarillismo sin más sustento que informantes anónimos, tiñen las caratulas de las revistas semanales.

La masificación, otro signo de nuestros tiempos, congrega multitudes en torno a bandas o cantantes de moda o equipos de futbol con algo de furor tribal.

La política tampoco escapa al mundo del espectáculo. Berlusconi, en Italia, es un buen ejemplo. Algo o mucho conserva del joven que se ganaba la vida en los cruceros turísticos como simpático animador, sólo que ahora utiliza su buen porte y sus travesuras para ganar electores.

"Cuidar las arrugas, la calvicie, las canas, las monturas de la nariz y el brillo de su dentadura, así como el atuendo", dice Vargas Llosa, "vale tanto a veces como explicar lo que un político se propone hacer o deshacer a la hora de gobernar un país".

Carla Bruni, al lado de Sarkozy, con todo el furor mediático que ella desata, deja atrás la vieja tradición francesa que todo lo apostaba a valores puramente intelectuales de sus hombres públicos.

Desde luego, lo mismo ocurre en América Latina. El populismo es ante todo espectáculo. El show mediático, las camisas rojas y hasta las expresiones y malas palabras de camionero contribuyen más a la popularidad de Chávez en los estratos más bajos de su país que cualquier plan de gobierno, y el rechazo a las corbatas y sus atuendos o pintas de indígena cocalero le sirven más a Evo Morales que el manejo de la economía.

Tenemos en Cuba la suerte de que la proximidad de Raúl Castro a la gente rasa y su manera coloquial de dirigirse a ella, no están reñidos con su capacidad de manejo en los asuntos públicos. Pero de todos modos, entre los aspirantes a sucederlo, ese extraño fenómeno mediático que se llama carisma pasa por delante de sus propuestas. Oigo, en efecto, a muchos amigos, jóvenes o mayores, expresar reparos por la forma y el manejo sobre los asuntos del país. Espectáculo. No hay otra manera de llamarlo.

Como ustedes ven, el tema evocado por Vargas Llosa no tiene derivaciones tan serias como yo imaginaba. También puede derivar al simple entretenimiento, signo de la época. Espero que así sea.
Para Cuba actualidad: alfredonicolaslorenzo4@gmail.com
Foto: Aleaga Pesant

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