viernes, 29 de agosto de 2014

La Virgen de la Caridad, la madre de Cuba, en los Jardines Vaticanos

La Virgen de la Caridad, la madre de Cuba, en los Jardines Vaticanos


 

DSHOER@ELNUEVOHERALD.COM


Flotando en una tablilla de madera en las turquesas aguas tropicales, arribó hace cuatro siglos a las costas de Cuba la imagen de la Virgen de la Caridad en misión protectora, sosteniendo la diminuta efigie del Niño Jesús en sus brazos. Aquella estatuilla, cuya ornamentada vestidura estaba seca, según la tradición católica, fue guardiana de los patriotas cubanos en su lucha por la soberanía. En el exilio, su devoción ha inspirado la jaculatoria en español que quizás ha subido de Miami al cielo con más frecuencia: “¡Virgen de la Caridad, salva a Cuba!”.
Entre estos devotos: Alfonso Dager, un vecino de Hialeah que falleció hace dos años a la edad de 85. A mediados de la década de 1970, mientras él caminaba por la Playa de Morales, cerca de la Bahía de Nipe donde fue hallada la imagen original de la Patrona de Cuba, divisó un objeto que brillaba entre la maleza marina. Se quitó los zapatos, se remangó el pantalón y fue al descubrimiento. “¡Ay Dios mío! –exclamó– ¡Es la Virgen de la Caridad del Cobre!”.
La imagen, fundida en bronce, había desaparecido de una ermita en la zona que marca el lugar donde los buscadores de sal, conocidos popularmente como Los Tres Juanes, dieron lugar al acontecimiento fundacional del catolicismo cubano. El jueves, esta réplica de “Cachita” fue entronizada en los Jardines Vaticanos, el lugar de descanso y meditación del Romano Pontífice, en una ceremonia en la cual estuvieron presentes seis obispos procedentes de Cuba, entre estos el Arzobispo de Santiago y presidente del Episcopado, Monseñor Dionisio García Ibáñez.
El camino recorrido desde el mar de Nipe a la Santa Sede, pasando por el humilde hogar de los Dager en el pueblo de Cueto, actual provincia de Holguín, y por el Santuario del Cobre, ilustra la fe indeleble de un pueblo frente a los avatares del tiempo, los regímenes políticos y, en los últimos 55 años, un gobierno que ha intentado implantar una ideología atea que en sus albores castigó a los creyentes y sus iglesias. Empero, la devoción a Nuestra Señora de la Caridad no ha podido ser arrancada del corazón del cubano.
A los 40 días de nacido, en 1927, Dager fue arropado con una manta negra por su madre, quien viajó descalza al Cobre a cumplir una promesa a la Virgen, según su testimonio recogido en un video producido por la periodista cubana Araceli M. Cantero. Tras varios intentos, la mujer encaraba retos de infertilidad. La Nochebuena antes del nacimiento de su primogénito, una cuñada comentó que en el Líbano –país de procedencia de la familia– había un refrán que rezaba: “Árbol que no da frutos se debe cortar”. Al llegar a casa, sedienta de consuelo, acudió con sus cuitas y desvelos al pie de una imagen de la virgencita. Si la bendecía con el regalo de la maternidad, dio su palabra de que iría sin zapatos al Cobre y sustituiría la mantilla negra por otra blanca. Después dio a luz a siete hijos.
“Es muy interesante que una persona cuyo nacimiento se debe a la devoción y promesa que hizo su madre a la Virgen de la Caridad fuese quien encontrase la imagen entre la arena de Playa Morales”, señaló Cantero a el Nuevo Herald desde Madrid.
El ascenso a los Jardines Vaticanos comenzó en 1952, cuando se colocaron dos imágenes similares de la Caridad en los alrededores de Nipe, una en Antilla y la segunda en el Cayo de La Virgen, junto a Río Centeno. Esta última, que en su manto de bronce llevaba grabado los seis escudos provinciales, desapareció en 1961 y “más nunca se supo de ella”, afirma Monseñor Emilio Aranguren, Obispo de Holguín-Las Tunas.
Se ignoró su paradero hasta el hallazgo de Dager en 1975, quien la acogió en su hogar sin alardear del divino tesoro, permitiendo, generosamente, a todos los devotos de la comunidad visitarla para confiarse a ella con absoluta entrega. Tres años después, en vísperas de su destierro, un militar entró a inspeccionar la vivienda para “pasar inventario” de sus pertenenecias que no podían sacar del país. “Y esa Virgen, ¿de dónde salió?”, preguntó el teniente. “Nos la prestó la Iglesia para una misa”, respondió la suegra, Olivia. El gobierno se conformó con la versión. Más adelante, antes de partir a Miami, un nieto envolvió la imagen en una sábana y la donó a un pequeño templo en Cueto.
Alfonso y Elena Dager llegaron a Hialeah a recomenzar sus vidas y en tierras de libertad se encontraron llorando a los pies de otra imagen de la Virgen en el altar de la Ermita de la Caridad, su casa sagrada, un mirador desde el cual se contempla en lontananza, con mustios ojos, la isla de los sueños. Atendida y protegida durante casi cinco décadas por miles de cofrades de la Archicofradía de la Ermita, la Virgen exiliada presidirá una procesión marítima este domingo por la Bahía de Biscayne como preludio a la fiesta anual de la Patrona de Cuba el 8 de septiembre.
Mientras tanto, la imagen de la Virgen Mambisa que será venerada sobre una columna de mármol por el Papa Francisco recordará su agraciado recorrido. El párroco de Cueto, Rafael Couso, “la entregó a Monseñor Héctor Luis Peña, auxiliar de Santiago de Cuba con residencia en Holguín. Él, a su vez, se la entregó al entonces Arzobispo, Monseñor Pedro Meurice Estiú. La imagen estuvo primero en su despacho privado y después en la Casa de Encuentros del Santuario de El Cobre, a la espera de poder construir una ermita en su lugar original en Nipe. Benedicto XVI la tuvo en su capilla privada durante su estancia en una residencia sacerdotal junto al Santuario de El Cobre en 2012”, narra Cantero en una crónica publicada esta semana por la agencia de información Zenit y la revista española Religión Digital.
Ese fue el año jubilar mariano por el cuarto centenario de la aparición de la Madre de Cuba, celebrado con una peregrinación masiva a través de ciudades, pueblos, caseríos y bateyes a lo largo de la Isla –una manifestación del legado del cristianismo que ha perdurado a pesar de la opresión religiosa–.
También fue el año en que Cantero visitó Hialeah en una encomienda del Obispo de Holguín para rescatar el testimonio del escogido por María para salvar, en la ribera de Nipe, su imagen desaparecida. “Encontré a Alfonso [Dager] y tomé su testimonio en video y pudimos tener los detalles concretos” de la propia fuente, comenta. “Cuando regresé de Holguín con la historia ya editada en video con paisajes, lugares y personas, ese mismo día de mi vuelo, Alfonso fallecía por lo que él nunca llegó a verlo”.
Tampoco imaginó que su amada virgencita –hallada milagrosamente sobre las mismas aguas que su antecesora– algún día haría historia.

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