Por: Lcdo. Sergio Ramos
La
VII Cumbre de Las Américas concluyó dejando tras sí una estela de
contradicciones, desaciertos y perversidades, cuyas nefastas secuelas se verán
en el corto y mediano plazo.
El
primer desacierto fue invitar a Cuba, un país caracterizado por poseer un
régimen dictatorial y totalitario de más de cinco décadas duración, el cual es
contumaz violador de los más elementales derechos humanos de sus ciudadanos.
Las más prestigiosas organizaciones internacionales de derechos humanos,
incluyendo la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de
Estados Americanos (OEA) ha denunciado y documentado los horrores cometidos por
el régimen cubano, como la masacre del Remolcador 13 de marzo, las golpizas a
los opositores, las torturas a los presos de conciencia, los asesinatos de
presos políticos y opositores como fueron los casos de Pedro
Luis Boitel,
Orlando Zapata u Osvaldo Paya entre otros miles.
Tal
invitación constituyó una violación de la Carta Democrática Interamericana que
en su artículo 1 señala que “Los pueblos tienen derecho a la democracia…” y en
su artículo 2 establece que “El ejercicio efectivo de la democracia
representativa es la base del estado de derecho y los regímenes
constitucionales de los estados miembros de la Organización de Estados
Americanos.”
Una
violación duplicada exprofeso, al haberse permitido la presencia del dictador
Nicolás Maduro, quien emitió un decreto para autorizar a la policía a disparar
contra las manifestaciones pacíficas de los opositores venezolanos, causando el
asesinato de muchos estudiantes y opositores venezolanos y quien tiene
injustamente preso a los líderes opositores Leopoldo López y Antonio Ledezma,
entre otros muchos.
Del
mismo modo, resulta en una contradicción con los principios de la Convención
Americana sobre los Derechos Humanos, el haber invitado y permitido la
presencia del dictador General Raúl Castro, quien en su aval tiene crímines que
caen en la categoría de genocidio, como lo fue el asesinato masivo por
fusilamiento de más de setenta personas en Santiago de Cuba tan cerca de la
toma del poder, como entre 6 y 10 de enero de 1959.
Al
convocar la cumbre, sus organizadores anunciaron con bombos y platillos que se
abriría el foro a las sociedades civiles de los países asistentes, para que
allí se expresaran y dialogaran en un ambiente de paz y tolerancia. Pero para
asombro del mundo, se le permitió y toleró a Cuba que, en supuesta
representación de la sociedad civil, se admitieran organismos controlados y
financiados por el estado cubano y cuyo propósito, según demostraron los
hechos, fue de servir de turbas facistoides para acallar con agresiones y actos
de repudios a los opositores y exiliados cubanos que pretendían exponer sus
demandas, visiones y posiciones ante la dictadura castrista.
Para
mayor perversidad, con la complicidad y anuencia del gobierno anfitrión de
Panamá, se permitió que agentes de la policía política del Departamento de la
Seguridad del Estado de Cuba, agredieran a un grupo de hombres y mujeres
cubanas, opositores y exiliados, mientras pacíficamente colocaban unas flores
en el busto de José Martí en el Parque Porras de Ciudad Panamá. Una complicidad
que quedó demostrada por la conducta de los agentes policiacos panameños,
quienes detuvieron a las víctimas,
mientras los agresores, los agentes policiacos cubanos, siguieron libres
e impunes. Cabe destacar que entre ellos estaba el coronel de la Seguridad del
Estado de Cuba, Alexis Frutus, asesor de seguridad e inteligencia del
presidente Nicolás Maduro con despacho en el Palacio de Miraflores y quien ha
coordinado operaciones de represión contra los opositores venezolanos y además,
es jefe de los agentes de la inteligencia cubana en Venezuela.
Estos
agentes del Departamento de la Seguridad del Estado de Cuba son los que tienen
la misión de perseguir, reprimir, encarcelar y torturar a los opositores
cubanos.
En
Panamá, un país democrático, contradictoriamente, hubo una consentida muestra ante el mundo
de lo que es la represión de la dictadura contra el pueblo cubano bajo
los hermanos Castro. Tal hecho constituyó una extra-polación del terrorismo de
estado imperante en Cuba, a las calles panameñas.
Durante
esa cumbre de los mandatarios del Continente Americano, se produjo una reunión
entre el dictador Raúl Castro y el presidente Barak Obama. Secuela de unas
oscuras negociaciones que desde hace más de año y medio comenzaron en secreto
en Canadá y el pasado 17 de diciembre de 2014 se informó a la luz pública. Un apretón de manos que
implica avalar una tiranía y sus condonar sus crímenes de lesa humanidad.
Hecho
que constituye una total preterición de los derechos humanos del pueblo cubano
en aras de los intereses económicos y políticos de los Estados Unidos. Algo
inconsistente con los principios democráticos sobre los que se sustenta esta
última. Dicho de otro modo, a Obama le importó un bledo que al pueblo cubano lo
golpeen, lo torturen, lo encarcelen, lo
asesinen, lo exploten y lo esclavicen;
lo cual deja mucho que desear de rectitud de principios del señor presidente.
Pero
Obama fue más allá, faltó al deber de defender la dignidad de su país. El
dictador Raúl Castro durante su discurso, humilló a los Estados Unidos
imputándolo de terrorista y de agresiones contra Cuba, remontándose desde los
tiempos de la independencia hasta la presente fecha, para luego caer en el
cinismo de decirle que Obama era una buena persona, sin culpa de lo hecho por
los anteriores presidentes. Tras ese discurso cargado de improperios y
mentiras, el Sr. Obama hizo silencio, cuando su deber era ripostar. Le falló al
pueblo norteamericano.
Argumentos
y hechos para defenderse le sobraban. ¿Porque no expresó que como tan lejos
como el 18 de abril de 1959 integrantes del Ejército Rebelde de Cuba
desembarcaron en Panamá junto con panameños comunistas para crear un frente
guerrillero? Ni tan siquiera denunció,
que tan reciente como el 2013, bajo el mandato de Raul Castro, éste envío armas
de carácter ofensivo de Cuba a Corea del Norte ( país declarado patrocinador
del terrorismo ), a través del Canal de Panamá,
en violación a las leyes panameñas y de las resoluciones de las Naciones
Unidas.
Tampoco
dijo nada sobre el derribo en 1996 de
las avionetas civiles, de matrícula americana,
de los Hermanos al Rescate por Migs de la Fuerza Aérea de Cuba en
espacio internacional asesinando ciudadanos americanos y cuya orden de disparar
la dio en propio Raúl Castro y cuya grabación está en manos de la inteligencia
norteamericana.
La
participación del régimen castrista en el terrorismo internacional está harto
documentada. La dictadura de los hermanos Castro, desde sus comienzos, ha
apoyado, financiado, abastecido, armado y participado en acciones terroristas
en otros países.
A
modo de ejemplo: El 14 de junio de 1959 salió de Cuba una fuerza expedicionaria
para invadir a Republica Dominicana. En 1964 entrenó elementos terriristas del
Ejército Guerrillero del Pueblo (Montoneros) de Argentina y lo mismo hizo con
el movimiento Tupac Amaru de Uruguay. Cuba tuvo un importante papel en la
creación, entrenamiento y avituallamiento de las guerrillas de las FARC y del
ELN en Colombia desde principio de la década de los 60 hasta hoy día. En 1967
envió una expedición militar a Venezuela donde participaron los generales
cubanos Arnaldo Ochoa, Menéndez Tomasevich y Ulises Rosado del Toro con un
contingente de guerrilleros en la zona de Machurucutu.
Es
también de público conocimiento los entrenamientos y el refugio brindado a los
terroristas de ETA, IRA, Hamas, etc. Tan
recién como enero de 2014, el régimen de Cuba reconoció que custodiaba fondos
pertenecientes a Al Qaida, luego de alegar que “los congelaría”, los cual
evidencia la vinculación de los Castro con esta organización terrorista.
Valga
insistir que es un hecho comprobado hasta la saciedad, que Raúl Castro y Fidel
Castro son terroristas y su gobierno apoya, estimula y fomenta el terrorismo.
No
obstante, y para mayor escarnio, al regresar a Washington, el señor presidente
Obama acaba de emitir una orden ejecutiva para sacar a Cuba de la lista de
países terrorista, condonando así al castrismo, de una interminable lista de
muertos a lo largo y ancho de Norte, Centro y Sur América.
Al
final de todo, lo que el mundo observó de aquella reunión de mandatarios del
Continente Americano, no fue una Cumbre, sino un abismo de indignidades,
permeado de contradicciones, desaciertos y perversidades.
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