Un día como hoy, febrero 14, en nuestra lucha contra el castrismo.
Dedicado a aquellos que dicen que en Cuba no se combatió el comunismo.
Comparta estas efemérides. Gracias.
PROHIBIDO OLVIDAR.
1961
Remberto Borrell Lema, Norberto Lema, Pedro Pérez Entenza y Eduardo Ortega mueren en combate contra las milicias castristas en la zona del Algarrobo, Condado Sierra del Escambray, LV.
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Mariano Borges Mendoza es fusilado en Baracoa, provincia de Oriente.
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Nicomedes Ruiz Díaz es fusilado en La Cabaña.
1963
Las fuerzas guerrilleras que operan en el Escambray comienzan una reunión en un lugar conocido el Hoyo del Naranjal en la cual se acuerda nombrar comandante del ejército insurrecto a Tomás San Gil Díaz. La reunión se extendió hasta el día 16 y a ella acudieron 104 altos oficiales de las guerrillas. (No todos a la misma vez). Las fuerzas represivas del régimen intentaron capturar a los asistentes a la reunión, pero no lo consiguieron. Posteriormente iniciaron una gran persecución de Tomás San Gil cayendo en combate, este y once de sus hombres el primero de marzo.
(Escambray, la muerte de la esperanza. Pag 194. Dr. Inoel Felipe Rodríguez)
***** La guerrilla que comanda Julio Emilio Carretero Esquijarrosa, descarrilan y queman un tren en el paradero del chucho de Sierra Alta, en las proximidades de Trinidad, provincia de Las Villas. Los militares que custodiaban el transporte se rinden y entregan sus armas a los alzados.
1964
Juan Emerio Cano es acusado de actividades en contra de los poderes del estado y fusilado en Santiago de Cuba, Oriente.
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Venezuela acusa ante la OEA al régimen cubano de patrocinar una agresión armada a su territorio.
1969
El estudiante Rafael Domínguez Socorro "El Bitongo" fue llevado por sus condiciones psiquiátricas al suicidio en la Galera 16-17 de La Cabaña; después de haber sido sometido a electroshocks en el Hospital de Mazorra y encontrarse en una etapa autista a consecuencia del uso indiscriminado del procedimiento sin las evaluaciones requeridas. Su madre había acudido ese día a verlo solicitando una visita especial por el Día de San Valentín y lo que recibió fue la noticia de su muerte.
1988
Una exposición de artistas disidentes de Cuba que se estaba llevando a cabo en La Habana es interrumpida por una turba comandada por el entonces general José Abrahantes, ministro del interior del régimen.
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Parte II
El asesino cubano que se burló de la CIA
Esta es la segunda de una serie de tres entregas que presentará El Nuevo Herald con fragmentos del libro "Castro’s Secrets: The CIA and Cuba's Intelligence Machine" (Los secretos de Castro: la CIA y la máquina de inteligencia de Cuba).
A la CIA le pareció que Rolando Cubela era la persona ideal para asesinar a Fidel Castro. Joven y en buena forma física, conspirador probado en combate, había matado a sangre fría antes. A diferencia de la mayoría de los funcionarios cubanos que operaban bajo el ojo sospechoso de los servicios de seguridad, a Cubela se le permitía viajar libremente al extranjero, donde resultaba fácil coordinar reuniones ilícitas con sus manejadores en la Agencia. Él utilizaba una casa en la playa al lado de la casa reservada para Fidel en Varadero, un complejo turístico situado a un par de horas al este de La Habana. Allí se podía ejecutar un ataque simple, en la arena o en el agua, donde el líder cubano y su escolta menos lo esperaban.
Médico de profesión y héroe revolucionario herido en combate, Cubela circulaba entre civiles y militares de alta jerarquía. Cuando lo conocí en Miami en el verano del 2009 para hablar de sus logros, me mostró orgulloso la larga cicatriz curva que le corría desde el hombro derecho hasta el final de los bíceps. La adquirió cuando fue herido en una de las batallas decisivas en los últimos meses de la guerra de guerrillas. Me dijo que había perdido la fe en Fidel en esos días. Documentos de la CIA cuya cualidad de secreto oficial ha sido levantada y a los que se les ha otorgado acceso público muestran que ya en marzo de 1959 — tres meses después de la victoria — Cubela estaba confiándole a amigos su deseo de matar a Castro.
Cubela fue uno de los dos más altos líderes del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, una organización que originalmente fue rival del Movimiento 26 de Julio de Castro. Las dos fuerzas se integraron después de la caída de Batista y algunos de los líderes del Directorio ocuparon importantes posiciones en el nuevo régimen, a pesar de que las tensiones entre ambos grupos siempre abrigaron resentimiento. Cubela fue el primer presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) después del triunfo de la revolución, pero nunca le ofrecieron una posición de mayor responsabilidad y confianza, ni comandando tropas ni administrando una agencia del gobierno.
Conocía muy bien a los Castro, especialmente a Raúl. Los hermanos respetaban sus antecedentes heroicos, pero sentían cierto recelo de sus encantos, su gallardía y su naturaleza caballerosa. Cuando mostraba su caprichosa sonrisa, se convertía en todos sentidos en un imprevisible pícaro y seductor. Cubela era “un hombre extraño”, según el primer oficial de la CIA que lo tuvo a su cargo, era temperamental y a menudo exasperante. Néstor Sánchez, el último que lo manejó y la persona que mejor lo conocía, lo recuerda como un hombre “inconstante, sensitivo, voluble”.
Un perfil biográfico y psicológico de la Agencia describía de manera rara su “boca casi petulante”. Un análisis de su letra lo caracterizaba como “astuto, inteligente, protagonista, egocéntrico y vano”. También decía que era capaz de “poner en práctica varios mecanismos engañosos de la manera más hábil” y que “no ha encontrado aún su camino adecuado”. Algunos oficiales que manejaban casos en la Agencia en los años sesenta y setenta pensaron que la grafología podía ayudarlos en sus evaluaciones. Ese informe logró acercarse a la realidad.
Carlos Tepedino, un joyero cubano emigrado que conspiró con Cubela para la CIA, me dijo en Miami que su amigo de toda la vida nunca confío en Fidel, pero que el líder cubano “le tenía mucha simpatía”. Tepedino dijo que tal vez era porque “Rolando siempre hablaba con franqueza y a Fidel le gustaba eso”. Eso puede haber sido así, pero la historia cubana moderna está llena de funcionarios en desgracia más inteligentes que Cubela que hablaban demasiado cándidamente para el comandante en jefe. Siete años más joven que Castro, Cubela era su favorito en el Directorio Estudiantil, aunque eso pudo haber sido porque era el más maleable, el más vulnerable ante los encantos y el poder de persuasión de Fidel. Es cierto que ellos tenían muchas afinidades que eran insondables, y la menor de ellas no era la semejanza de sus patologías violentas.
En octubre de 1956, en la madrugada de un domingo tranquilo, Cubela llevó a cabo uno de los atentados más notorios en la historia de Cuba. Un grupo de oficiales de la policía y el ejército, algunos acompañados de sus esposas, habían estado bebiendo y jugando en el Montmartre, un elegante night-club cubano. Al salir del club, fueron despiadadamente acribillados a balazos. Un coronel, el jefe de inteligencia militar de Batista, murió instantáneamente. Un segundo coronel, su esposa y otra mujer fueron gravemente heridos. En medio del caos, Cubela y su principal cómplice huyeron a través del casino.
En 1963, Cubela era fácilmente el mejor candidato que la Agencia tenía para completar otra misión asesina, una que había fracasado muchas veces. El informe del inspector general comisionado por el director de la CIA Richard Helms en 1967, y al que ahora se ha otorgado completo acceso público, catalogaba la sórdida historia de los atentados planeados por la CIA contra Castro.
Tomó muchos años, pero la verdad acerca de las verdaderas lealtades de Rolando Cubela emergieron gradualmente. Prueba de esta duplicidad había estado acumulándose desde mediados de los sesenta, y ahora, con la información que he recibido de un desertor cubano bien informado y un documento de la CIA ignorado por mucho tiempo, puede afirmarse inequívocamente que Cubela conspiró con Fidel.
El primer indicio vino del propio Castro. El 2 de mayo de 1966 Fidel se reunió con el corresponsal de The New York Times Herbert Matthews, cuyas notas archivadas de la conversación que tuvieron no se hicieron públicas hasta varios años después. Matthews citó a Fidel diciendo lo siguiente: “Cubela era un tipo débil y neurótico que ellos cuidaron, pero que no estaba recibiendo las ofertas de trabajo que él creía que merecía y andaba en mala compañía”.
Matthews habló con el ministro del Interior Ramiro Valdés al día siguiente. Cubela, dijo Valdés, “había sido reducido a supervisor de educación médica en un hospital grande en La Habana, y sus amigos se percataron de su disgusto y de su naturaleza neurótica, de manera que en cierto sentido estaba siendo vigilado”.
Valdés habló definitivamente acerca de Cubela diecinueve años después, el 5 de junio de 1985, en una reunión con otro periodista que estaba de visita. “Teníamos información acerca de su viaje al extranjero, que tenía contactos con la CIA, que tenía la misión de asesinar a Fidel. Esto lo sabíamos”. Esa admisión, archivada en la Colección de la Herencia Cubana de la Universidad de Miami, parece haber pasado inadvertida por previos investigadores.
Pero ¿cómo se enteró Valdés del plan de asesinato y cuándo fracasó? ¿Es que había un informante cerca de Cubela? ¿Pudo el hábil joyero Tepedino haber sido un doble agente? ¿Había estado el propio Cubela reportando a la inteligencia cubana, tal vez desde la primera reunión con un agente de la CIA en la Ciudad de México? En mayo de 1997, Ricardo Alarcón, quien ha sido por muchos años el presidente de la Asamblea Nacional, el cuerpo legislativo cubano encargado de poner un cuño de aprobación a todo, fue la primera fuente de autoridad en sugerir la respuesta. Alarcón estuvo cerca de Cubela en 1960 cuando ambos funcionaron juntos en la dos posiciones de mayor jerarquía en la Federación Estudiantil Universitaria. El autor Richard Mahoney le preguntó sobre Cubela durante una entrevista en La Habana. Alarcón dijo lo siguiente: “Cubela puede haber sido plantado por Fidel”.
Fue en la primavera del 2011 cuando por fin me convencí de que Alarcón tenía razón. Fue entonces que conocí a Miguel Mir, otro desertor de la DGI que vive en Estados Unidos. Él se había incorporado a la DGI en 1973 a la edad de dieciséis años, y más tarde trabajó en diferentes épocas en las escuadras de seguridad personal de Fidel, Raúl y Valdés. Había ascendido hasta llegar a esas posiciones de absoluta confianza, que le colocaron en diaria proximidad a los más altos líderes. Desde 1986 hasta1992, Mir fue uno de los principales escoltas y oficiales de seguridad de Fidel.
Fue durante el primer año en esa posición como teniente de la DGI que Mir también fungió como jefe curador de sensitivos archivos militares y de seguridad. Su título era Historiador Militar de la Seguridad Personal de Fidel Castro. Mir me dijo que en esa posición él custodiaba los registros de objetos de interés histórico relacionados exclusivamente con el comandante en jefe. Se guardaban en una bóveda secreta en una instalación militar cerca de La Habana.
Me dijo: “Allí leí documentos acerca de Rolando Cubela, declarándolo un agente doble”. Databan del período de 1961 a 1963. Había miles de fotos y registros acerca de Fidel. El archivo, creado por la ayudante y en una ocasión amante de Castro Celia Sánchez, preservaban su memoria. “Era un registro de todos los atentados contra su vida”, me dijo Mir. “Por eso se guardaron y no se destruyeron”.
No tengo razón alguna para dudar lo que Mir compartió conmigo acerca de este y otros asuntos sensitivos sobre inteligencia. Lo que él vio en esos archivos indica que Cubela fue expuesto en marzo de 1961 en la Ciudad de México y que a partir de ese momento reportó a Fidel y a la DGI todo lo que ocurrió en esas reuniones con oficiales de la CIA.
Más recientemente descubrí evidencia más convincente aún del doble juego de Cubela. Carlos Tepedino admitió durante un agresivo examen poligráfico de la CIA en agosto de 1965 que Cubela “tenía fuertes lazos con la inteligencia cubana y probablemente estaba colaborando con ellos en diversas formas”. “Tenía contacto diario con ellos . . . trabajaba estrechamente con ellos . . . sabía lo que estaba pasando en los círculos de inteligencia”. Peor aún, Tepedino dijo que Cubela le había contado a “todos” acerca de sus relaciones con la CIA, “todos sabían”. Y Cubela nunca había tratado de organizar “una conspiración para derrocar a Castro y no tenía planes o seguidores que habrían trabajado con él para lograr ese objetivo”. Tepedino dijo que “un grupo como tal no existía”. Cubela había estado jugando con sus manejadores de la CIA todo el tiempo.
Los resultados del interrogatorio fueron compartidos con la Comisión Church —la comisión del Senado de Estados Unidos que celebró audiencias sobre la CIA en 1971—y alguna parte de su contenido fue citada en el informe final de la comisión en abril de 1976. Pero las sorprendentes admisiones de Tepedino no atrajeron más atención. Hasta ahora no han sido citadas como prueba irrefutable de la duplicidad de Cubela y su colaboración con la inteligencia cubana y, por tanto, con el propio Fidel. El informe poligráfico de nueve páginas no recibió acceso público hasta 1998, y luego se archivó en los Archivos Nacionales en medio de aproximadamente cinco millones de páginas relacionadas con el asesinato de Kennedy. Fue efectivamente extraviado hasta que vino a mi atención en octubre de 2011.
Pero ¿por qué los oficiales de la CIA familiarizados con el caso insistieron hasta que murieron en que Cubela había sido un agente secreto confiable, incluso después de que los resultados del examen poligráfico de Tepedino se redactaron en septiembre de 1965? Se sabe que una copia de ese informe fue compartido con la sede principal de los funcionarios a cargo de las operaciones sobre Cuba. Sin embargo, Helms y por lo menos otros dos oficiales de alto rango en la CIA lo ignoraron, o nunca fueron informados. No les hicieron preguntas sobre él durante los testimonios ante la Comisión Church, ni tampoco le preguntaron a otros oficiales de la CIA que testificaron. Los resultados del examen poligráfico no se mencionaron en el informe del inspector general de 1967 sobre los complots de asesinatos.
¿Un encubrimiento intencional? Es bastante posible que la información resultaba demasiado comprometedora, demasiado embarazosa para los involucrados. Si se hubiera sabido de manera concluyente fuera de la CIA que Cubela había trabajado todo ese tiempo con la DGI, habrían surgido inevitablemente graves preocupaciones sobre una posible participación del gobierno cubano en la muerte de Kennedy. De cualquier modo, tal parece que las renuentes confesiones de Tepedino fueron archivadas en 1965 con la esperanza de que nunca tuvieran que ser explicadas
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