lunes, 31 de mayo de 2010
Retórica mal intencionada
Por: jurisconsultocuba
La confusión de expresiones políticas y jurídicas se repite en la historia. Por ejemplo, la comisión parlamentaria de Asuntos Constitucionales y Jurídicos, al dictaminar sobre el proyecto de Ley de Reforma Constitucional del 2002, alegó que el pueblo se había dirigido, en indiscutible proceso plebiscitario popular, a la Asamblea Nacional. La utilización del término nada tiene que ver con lo que se entiende por plebiscito, en las ciencias políticas.
En realidad no hubo un proceso electoral, sino una recogida de firmas por los Comités de Defensa de la Revolución. Esas rúbricas, “consciente y voluntaria de 8 198 237 electores”, como afirma el dictamen, no fueron para ratificar la reforma, sino para solicitarla. En realidad, ese proceso de solicitud, fue innecesario desde el punto de vista legal.
La Constitución de la República, antes de reformarse en el 2002, exigía referendo cuando la transformación fuera total o se refiera a la integración y facultades de la Asamblea Nacional o de su Consejo de Estado; o a derechos o deberes reconocidos en la constitución.
Los comunistas utilizan sus leyes cuando les da la gana. Por ejemplo, no realizaron consulta popular, cuando por decisión política, se prohibió a los cubanos hospedarse en los hoteles. Derecho consagrado en la Constitución y que la dirigencia histórica decidió restringir, sin ningún respaldo legal.
La reforma del 2002 no trasformo nada. Al contrario intentó perpetuar el sistema, al declarar al socialismo “irrevocable”. Repito: legalmente no hacía falta un ‘proceso plebiscitario’ para solicitar una reformar a la Constitución. Pero de realizarlo, lo lógico era que se hiciera un referendo después de propuesta la reforma, para confirmarla. Mucho más cuando esta impone, un sistema político decrepito e ineficiente, a las nuevas generaciones.
La retórica comunista de los dirigentes cubanos, tiende a confundir a las mentes sanas y racionales. Sus embrollos ideológicos, políticos y jurídicos no son productos del azar, por el contrario, son mal intencionados. Insisto, debemos conocerlos para saber hacia dónde van sus maniobras de perpetuación en el poder.
Laritza Diversent
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