domingo, 3 de octubre de 2010
HOY EN EL CALENDARIO CUBANO, 4 DE OCTUBRE
Supermercado el Náutico en Marianao
• Santos católicos que celebran su día el 4 de octubre:
- En el Almanaque Cubano de 1921:
Santos Francisco de Asís, fundador y Petronio, confesor y Santa Aurea, virgen
- En el Almanaque Campesino de 1946:
Santos Francisco de Asís y Petronio, confesores y Santa Aurea, virgen
• Natalicios cubanos:
Carrillo, Francisco: -Nació en Remedios el 4 de octubre de 1851 y falleció en La Habana el 11 de marzo de 1926. Ardoroso revolucionario, tomó parte en la guerra de los Diez Años, en la Guerra Chiquita y en la Guerra de Independencia. Al estallar esta última fue hecho prisionero, siendo libertado a instancias del cónsul americano y expatriado el 30 de mayo de 1895. Entre otras acciones de su devoción patriótica condujo la expedición del "Horsa" (noviembre, 1895), tomó parte en diversos combates distinguiéndose al frente de su tropa en el ataque a Mayajigua. Alcanzó el grado de Mayor General por méritos de guerra. Fue gobernador de Las Villas en 1917 y Vicepresidente de la República en el período del Dr. Alfredo Zayas (1921-1925).
Dolz, María Luisa: -Nació en La Habana el 4 de octubre de 1854 y falleció en Marianao el 27 de mayo de 1928. Educadora y directora de un colegio para señoritas, conceptuado pedagógicamente como el mejor. Doctorada en la Universidad de La Habana. Oradora que desarrolló por la conferencia una campaña de sano y moderno feminismo, sacudiendo la tradicional ñoñería y prejuicios de su sexo para lo consecución de sus derechos civiles y elevación de su formación cultural. Perteneció a la Sociedad Geográfica.
El 4 de octubre en la Historia de Cuba
• 1946 -
- De la Iglesia Católica en Cuba: Se funda la Universidad de Santo Tomás de Villanueva, de los Padres Agustinos. (Primera universidad privada que se abre en Cuba).
• 1896 -
- Ceja del Negro, barrio Pilotos, Consolación del Sur - De Pinar del Río a Viñales
Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 561-562 nos describe los acontecimientos del 4 de octubre de 1896 en la Historia de Cuba:
“Todos los indicios de un rudo choque entre españoles e insurrectos en las inmediaciones de Viñales tuvieron confirmación el 4 de octubre de 1896. Muy de mañana el núcleo libertador dejo el campamento de Cayo de San Felipe. Los intrépidos occidentales, en número de unos doscientos treinta, marchaban a la vanguardia. Bien había hecho el general Maceo en colocarlos a la cabeza de su columna. Ellos necesitaban una oportunidad para demostrar hasta donde podía llegar su aptitud bélica.
“Temprano comenzó la lucha en el camino de Pinar del Río a Viñales. Luego, en el encinar de El Guao, lugar quebrado, aspérrimo, tomo vigor la pelea. La columna española procedente de Viñales abrió el fuego con extraordinaria fiereza. El Lugarteniente, que tenía previsto cuanto iba desarrollándose, se empeñó en tomar una altura que juzgo la llave de la victoria que se prometía. Se trataba del macizo elevado de Ceja del Negro, precisamente el que dio nombre a la acción que se ventilaba. El propósito del caudillo quedó en seguida satisfecho, merced a la intrepidez y a la audacia desplegadas por la gente de Vidal Ducasse, Pedro Delgado y Adolfo Peña.
“La brega, terrible, más terrible que cuantas se habían desarrollado en las guerras de Cuba, duro todo el día. Sus fases, complicando el problema a cada instante, fueron múltiples. Los insurrectos tuvieron que enfrentarse a unidades españolas perfectamente equipadas y pertrechadas, dirigidas por jefes valientes y aguerridos y ganosas de combatir. Los esfuerzos del general Bernal, por ejemplo, resultaron insuperables. Pero la acometividad y el acierto con que el general Maceo se condujo y el arrojo con que lo secundaron sus huestes bastaron para reducir a la impotencia los arrestos de Bernal y sus conmilitones. Las pérdidas españolas llegaron a quinientos individuos.
“Las bajas en las filas cubanas fueron crecidas: cuarenta y dos muertos y ciento ochenta y cinco heridos. De la brigada occidental cayeron en el fragor de la pelea noventa. Su denuedo no reconoció superior. Uno de sus jefes más valientes, eficaces y dignos, Antonio Tarafa y Oliva, en plena juventud, sucumbió en instantes en que con serena arrogancia desafiaba las balas enemigas. Era, ciertamente, el tipo acabado del combatiente presto al sacrificio útil. Figuró entre los primeros que en Vuelta Abajo, sin esperar a que la Invasión se pasease por allá, se lanzó al campo, reclutando soldados para la patria y adiestrándose para la lucha. Al verlo desplomado en El Guao, Maceo exclamó:
“-¡Ha muerto uno de los generales de Vuelta Abajo!”
• 1869 -
- Zarpó de Cedar Rey el “Lillian” con 410 expedicionarios y un numeroso parque, equipo quirúrgico, etc. Esta nave fue comprada en Nueva York por Domingo de Goicuría y Cabrera con peculio suyo personal. El embarque duró 3 días a fin de despistar a las autoridades americanas. Por falta de agua potable y carbón tuvo que atracar en el cayo inglés Nurse Key para desembarcar a la gente e ir el vapor con una comisión a Nassau, los cuales, o poco discretos o muy confiados, dieron pie al gobernador inglés de esta última ciudad para ordenar a un vapor de guerra el apresamiento de la nave, que fue rematada, adjudicándosela los españoles. ¡Del famoso cargamento se salvó la bandera! Se habían perdido más de 300,000 pesos y, lo que fue peor, no se pudo prestar el auxilio que se deseaba a los patriotas que luchaban por su emancipación en tierra cubana, mientras los expedicionarios de Nurse Key padecían hombre y privaciones de toda especie. A los diez y ocho días el mismo navío inglés fue a llevarlos presos a Nassau por orden del gobierno de S.M. británica, dándoseles al final la libertad, cuando ya nada podían hacer por su Cuba amada y lejana.
Pedro Figueredo
en Próceres
por Néstor Carbonel
“Nació el 2 de julio de 1819.”
“Murió el 17 de agosto de 1870.”
“Otros cubanos habrán logrado más renombre, pero ninguno entró, ni vive en el alma de su pueblo, como Pedro Figueredo, el autor del himno nacional, de esa música que solemnizó los primeros días de libertad en Cuba; que acompañó luego a los vencidos proscriptos en su melancólica peregrinación por tierras extrañas y les templó el alma en la espera forzosa del intento nuevo; que volvió a escucharse en el barco expedicionario y en el manigual rebelde durante la última guerra emancipadora, y, al fin, triunfante; que escuchamos ahora a cada momento, despertando en la memoria el recuerdo de aquellos días gloriosos en que los bayameses quemaron sus casas y se marcharon -mujeres, niños y hombres- a vivir al monte, a la montaña, bajo la luz del sol y bajo la clara serenidad de las estrellas... Durante la lucha iniciada en 1868, no hubo arenga comparable a las notas del Himno de Bavamo: durante la propaganda revolucionaria en las emigraciones, no hubo discurso como el Himno de Bayamo; y en los días mismos que vivimos, días brumosos en que suele la República bambolearse sacudida por vientos de tempestad o mordida en sus entrañas por venenosos y hambrientos perros, ¿qué limpia el aire, y aligera las almas, y enciende en la mente luces de ideal, como las notas del Himno de Bayamo ? ¡Ah, Pedro Figueredo !La música y la letra que compusiste, para llamar a tus hermanos al honor, a arremeter contra los apoltronados dueños de tu tierra, es lo único que conforta en ocasiones el corazón atribulado, viendo desde oscuridad indecisa a los que, en contradicción con lo que dijiste, viven de la patria, y la ultrajan y la matan! La patria no es lo que creen ahora muchos; la hacienda próspera y la zafra enorme; no; la patria es la patria...
“En Bayamo, cuna de tantos grandes, nació Pedro Figueredo. Allí mismo hizo los primeros estudios, pasando luego a la Habana, donde ingresó en el colegio Carraguao. En este importante plantel de educación estuvo hasta recibirse de bachiller, pasando más tarde a la Universidad como alumno de la escuela de Derecho. De abogado se recibió en Barcelona. Ya con su título, viajó por Francia y otros países de Europa, regresando al cabo a su pueblo natal, hogar de sus mayores. En Bayamo contrajo matrimonio, yendo, con su esposa, a residir a una bella finca, situada en las cercanías. No se fue al monte, huyendo del trato social: se fue al monte, dispuesto a no ejercer su profesión, para evitar el contacto con el Gobierno, y el verse envuelto en los revolicos y cabildeos de los tribunales de justicia, siempre complicados, y en la colonia, verdaderos escenarios de piruetas y comiquerías, en ocasiones trágicas. Su alma era de artista. Amaba la literatura y la música. Era escritor, y hacía versos. Enamorado de la libertad, apasionado por ella, soñaba con alcanzarla para su patria. Al ingenio Mangas, propiedad de su padre, va, y prohíbe a los mayorales el uso del fuete contra los pobres negros, consiguiendo para éstos mejores dormitorios, alimentos y trato.
“En 1851, el sacrificio de Narciso López y de Joaquín Agüero remacharon en su corazón el sentimiento de la patria y la necesidad de conquistarle asiento digno entre los pueblos libres del mundo. Tres años después de aquellos sucesos de Pinar del Río y Camagüey, tratado como sospechoso, determinó irse a vivir a la Habana, donde fundó un periódico diario -"El Correo de la Tarde"-. A los tres años regresó a Bayamo.
“Por esta época, nombrado Alcalde Mayor de Bayamo un hombre sin condiciones, inepto en demasía, Pedro Figueredo lo denunció ante el Gobierno superior. Este acto de civismo le valió el embargo de sus bienes y más de un año de prisión. Los amos no toleran la censura de sus esclavos. El esclavo debe sólo obedecer; servir de encubridor o cómplice de su propia infamia. De la prisión salió más resuelto para la lucha por la libertad. En 1866 comienza en Oriente la conspiración a tomar cuerpo. El aire se caldeaba, el patriotismo cundía, los pechos eran fortalezas. Su casa se hizo centro de las reuniones preliminares. En ella se tomó el acuerdo de constituir el Comité revolucionario. Constituido este Comité, se acordó extender por toda la isla la idea regeneradora. Con ese objeto se reparten por distintas ciudades varios comisionados. A Figueredo le toca venir a la Habana, de donde sale triste, disgustado, debido a que la Junta revolucionaria de la capital no quiso aceptar el plan de los de Oriente. Ya desde mediados del año 1868, el incendio revolucionario parecía estallar de un momento a otro. El 10 de octubre, avisado Pedro Figueredo del pronunciamiento de Carlos Manuel de Céspedes, reúne en su casa a Aguilera y a otros, comunicándose las noticias. Aunque estimando prematuro el movimiento, resuelven todos apoyarlo entusiastas. Hallándose Figueredo en Jiguaní, recibe un parte de Céspedes notificándole que se encontraba en Barranca, lugar en que quería entrevistarlo para convenir la forma en que se llevaría a cabo el ataque a Bayamo. Puestos de acuerdo todos los jefes, el día 17 de octubre, Figueredo llama por la noche a su esposa, y pensando en que pueda en el combate perder la vida, le hace recomendaciones referentes a sus hijos. El 17, rodean los cubanos la ciudad de Bayamo. Los españoles, en número de seiscientos, atrincherados en el cuartel y la cárcel, esperan ojo avizor y arma al brazo. Ya el sol en alto, se generaliza el combate dentro de la población. Los vivas y los mueras se suceden. Allí estuvo Pedro Figueredo, jinete sobre su caballo Pajarito, al frente de su fuerza. Cuerpo a cuerpo se baten cubanos y españoles, hasta que el 20 por la mañana un oficial español, en nombre del Gobernador Udaeta, pide armisticio bajo promesa de formular más tarde las bases de la capitulación. Ante esta demanda cesa el fuego. A la mañana siguiente, día 21 de octubre de 1868, firmóse aquélla. Entre el júbilo creciente, entre vítores y aclamaciones delirantes, fue que apareció Pedro Figueredo, y al escuchar la música de su himno inmortal, compuesto con anterioridad, cruza la pierna sobre la cabeza del caballo, y escribe la letra valiente que dice:
Al combate corred, bayameses,
que la patria os contempla orgullosa;
no temáis una muerte gloriosa,
que morir por la patria es vivir.
En cadenas vivir, es vivir
en oprobio y afrenta sumido;
del clarín escuchad el sonido:
¡a las armas, valientes, corred...!
“La cuartilla de papel en que escribió estas cuartetas pasó de mano en mano, y a poco, el pueblo todo recorría la ciudad cantando el himno nacido al calor del primer triunfo de los libertadores.
“En Bayamo libre permanecieron los cubanos, hasta que el 11 de enero de 1869, avisados de que el general español Valmaseda, venía a atacarlos al frente de numeroso contingente, decidieron marcharse, no sin antes prender fuego a las casas. Cuando Valmaseda llegó a Bayamo, era éste una pira. Junto con los libertadores, también lo habían abandonado las familias cubanas.
“Cuando el 10 de abril se constituyó la República, Figueredo fue nombrado Subsecretario de la Guerra, cargo que desempeñó hasta el 12 de agosto de 1870 en que cayó prisionero en la finca Santa Rosa, de la jurisdicción de las Tunas. Capturado, fue conducido a bordo del cañonero Alerta a Manzanillo, y de allí a Santiago de Cuba, en el Astuto. Apenas llegó a esta ciudad, fue juzgado y condenado a muerte. El día 16 de agosto, notificado ya de la sentencia, le escribió a su mujer una carta viril y tierna, prueba magnífica de su entereza. El 17, muy de mañana, es conducido sobre un asno hasta el lugar de la ejecución. Allí se arrodilla y espera, de frente y sereno, la inhumana lluvia de plomo.
“¿Murió Figueredo allí?, No. ¡Que morir por la patria, es vivir!”
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