viernes, 26 de agosto de 2011

Lugar bello y céntrico.



Por Aimée Cabrera.

La divulgación de los itinerarios de Rutas y Andares, itinerarios que incluyen a la familia vacacionista de paseo por la zona remozada de La Habana Vieja conocida como Casco Histórico, deben enfatizar y divulgar mucho más, aquellos lugares históricos y museos que están fuera de esta área de pujante turismo nacional e internacional.
Uno de estos lugares es, sin dudas, el Museo Napoleónico. Ubicado en la Calle San Miguel entre Ronda y Mazón, a un costado de la Universidad de La Habana, y en pleno centro de la capital, donde se divide la ciudad en los municipios Centro Habana y Plaza, el cual brinda a l público, por un módico precio en moneda nacional, la posibilidad de observar una de las colecciones más relevantes que se conservan en el hemisferio occidental, relacionadas en lo fundamental, con la época de la Revolución Francesa hasta el Segundo Imperio.

Este museo ocupa el inmueble estilo Florentino Renacentista que fuera vivienda del político de descendencia italiana Orestes Ferrara. Fue construido entre los años 1926 y 1929 y supervisado por los arquitectos Evelio Govantes y Félix Cobarrocas, ambos reconocidos por su experiencia en el Capitolio Nacional, así como por la mansión de Juan Pedro Baró y Catalina Lasa en la Avenida Paseo entre 17 y 19.

A finales de marzo del presente; este museo fue reabierto tras una reparación de tres años y acudieron al evento, entre otros invitados, la Señora Alix de Foresta, Princesa Napoleón, descendiente del Rey Jerome, hermano menor de Bonaparte quien hizo una donación que aparece en la vitrina del comedor junto a otras vajillas de incalculable valor.

El Napoleónico cuenta con cinco plantas. En la baja se encuentran armaduras, sables y otros armamentos. La segunda planta cuenta con un despacho, una sala y un comedor. En el siguiente piso se puede observar el cuarto donde está la mascarilla mortuoria de Napoleón, traída por su último médico, el doctor Francesco Antommarchi, al lado hay un amplio baño y otros objetos sobre diferentes momentos de la vida del famoso emperador.

Para culminar, en el quinto piso está la biblioteca, la cual consta de una notable compilación de libros en español, francés e inglés, y desde la que se puede acceder a distintas terrazas que muestran una panorámica de la capital.

No se puede olvidar que muchas de estos suntuosos objetos pertenecieron a la colección de Julio Lobo, aunque existen en la actualidad obras donadas, compradas o recuperadas por el Estado. Por eso, es impresionante admirar pinturas, grabados, esculturas, junto a piezas elaboradas por destacados ebanistas, broncistas y orfebres, sin dejar de apreciar tantos otros objetos personales de Napoleón Bonaparte.

Impresiona aún más, las pocas personas que asisten a este museo. Y como sus cuidadoras se esmeran por recibir a los visitantes con amabilidad y prestas a dar explicaciones que estimulan a adentrarse en una época histórica tan distinta. Su bello patio y espaciosa terraza colindante a la biblioteca pudiera utilizarse para atraer al público. Pero el miedo al robo, y al deterioro frenan estas y otras loables opciones.

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