miércoles, 28 de septiembre de 2011

Cederre y miedo ambiente



Los Comités de Defensa de la Revolución son el instrumento ideal para crear la sensación de vigilancia de todos contra todos, una especie de miedo ambiente generalizado.

martinoticias.com 28 de septiembre de 2011

Foto: EFE

En la actualidad sólo forman parte de esa “doble moral” impuesta en Cuba que permite garantizar el empleo, el estudio de los hijos, la tranquilidad de la familia con una fachada pintada de cederismo.

Hace medio siglo el fantasma del miedo a la delación se instaló entre los cubanos. Desde el balcón del ala norte del Palacio Presidencial de La Habana, un iracundo, y entonces joven, Fidel Castro, anunciaba el nacimiento de los ojos, los oídos, y sobre todo, las lenguas, de su revolución.

El 28 de septiembre de 1960, luego de una gira por Nueva York, el comandante guerrillero creaba los Comités de Defensa de la Revolución, CDR, para lo que argumentó la necesidad de vigilar cuadra por cuadra, barrio por barrio del país a “los gusanos y desafectos”.

Esa fue la primera tarea de la organización: sembrar en la ciudadanía la permanente sensación de estar vigilada hasta en sus actos más íntimos. Luego aparecer como la fuerza avasalladora de “un pueblo enardecido” defendiendo sus conquistas, y más tarde convertirse en instrumento movilizador de ambiciones y pasiones de toda índole, hasta desembocar en ese fósil que hoy, según el periodista Iván García, “A ratos da risa. Casi siempre da lástima”.

El licenciado en Historia del Arte y periodista Julio Aleaga Pesant, no había nacido todavía ese día. Su vida entera ha estado signada por la presencia de un contemporáneo al que, tal vez, no hubiera querido conocer nunca por el modo en que lo describe: “Los Comités de Defensa de la Revolución –explica Aleaga- fueron un momento de euforia irresponsable de la nación cubana. Luego se vio que eran un mecanismo de represión brutal en cualquier espacio, incluyendo la casa propia”.

Con el tiempo –agrega el periodista- los Comités se convirtieron en el baluarte de la intolerancia e inquisición revolucionaria contra el pensamiento de los ciudadanos, pero hoy, nadie cree en esa organización que es más bien una entelequia, y de la cual, el gobierno se aprovecha para extorsionar a los ciudadanos que aún aspiran a algún beneficio.

Para el filólogo Juan González Febles, “chivatear con empeño, con dedicación” era la tarea principal de los Comités de Defensa de la Revolución, pero hoy, afortunadamente, son el mejor almacén del mercado negro.

Si surgieron –argumentó Febles- con la aviesa intención de delatar a todo el mundo, amedrentar a todo el mundo, impedirle a todo el mundo que hiciera uso de su libertad de expresión, hoy, nadie cree en ellos.

Eran -apuntó González Febles- el instrumento ideal para crear la sensación de vigilancia de todos contra todos, una especie de miedo ambiente generalizado. Pero eso se ha resquebrajado mucho y en la actualidad sólo forman parte de esa “doble moral” impuesta en Cuba que permite garantizar el empleo, el estudio de los hijos, la tranquilidad de la familia con una fachada pintada de cederismo.

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