Ellos en la oscuridad, nosotros en la luz
www.cubanet.org – Escondidos entre las sombras
de la noche, como fieras que acechan a la víctima inocente, entre arbustos y
matojos o tras las puertas de lo que debería ser una simple panadería, un sitio
para solamente hornear el triste pan de nuestro cada día, se apostan los
agentes de la Seguridad de un Estado al que los inconformes como mi esposo y yo
tenemos la osadía de enfrentar.
En medio de esa redada policial que muchas veces tiene como principal objetivo amedrentarnos y amenazarnos, o literalmente recluirnos como ya lo han hecho en otras ocasiones, tratamos de vivir un día normal, sin aspavientos, ni nerviosismos, todo un simulacro de nuestra parte para que nuestras pequeñas hijas no sospechen que sus padres son como pacíficas ovejas amenazadas por lobos feroces, capaces de cualquier fechoría.
Pero confieso que el más fuerte es mi esposo tratando hasta el último momento posible de evitarnos, incluso a mí, tropezar con el ambiente siniestro que se forma a solo unos metros de la casa, en la penumbra de sus alrededores; como el ingenioso padre del filme “La vida es bella” que disfrazó la cruel realidad del fascismo a su hijo, transformándola en un juego en el que hasta la muerte se convirtió en un suceso feliz, mi esposo actúa como si nada estuviera pasando y muchas veces, solo cuando ya el peligro menguó, me deja saber que estábamos sitiados por las turbas del MININT, como si fuéramos peligrosos y connotados terroristas.
Durante los días 8 y 9 de este mes de octubre estuvimos rodeados por esas turbas; aunque somos vigilados todo el tiempo por el pequeño ejército de ancianos delatores de nuestro pueblo, quienes informan cada movimiento que hacemos, cada salida y quiénes entran a nuestra casa. Estos hombres, todos pertenecientes a la tercera edad, como sus patronos, jubilados a los que por el oficio de informantes se les paga algún menudo que los ayuda a subsistir, tienen en su mayoría teléfonos fijos en sus viviendas para comunicarse con los más represores del país, los agentes de la Seguridad del Estado.
No puedo dejar de pensar en Oswaldo Payá, el hombre que vivió una vida a todo riesgo, hostigado por la policía política hasta sus últimos momentos, siempre rodeado, chequeado, amenazado, y que aun así logró dar a sus hijos la tranquilidad y la fuerza que hoy los mantiene en pie, enfrentando la peor parte, la pérdida del padre, la ausencia del abrazo, del calor, del beso.
Me estimula saber que mientras los adversarios traman trampas en nuestra contra, nos vigilan y persiguen, o nos miran con el rabillo del ojo delator, nosotros vivimos intensamente nuestra pasión por Cuba y lo hacemos con la sonrisa a flor de labios, porque la vida no deja de ser bella a pesar de los hostigadores que maltratan nuestros derechos y nuestra dignidad. Ellos andan solapados o escondidos en la lamentable oscuridad de un sistema que se desmorona, nosotros cobijados en la luz de un futuro en el cual no queremos, ni debemos dejar de creer.
TAGUAYABÓN, Villa Clara, Cuba, octubre, En medio de esa redada policial que muchas veces tiene como principal objetivo amedrentarnos y amenazarnos, o literalmente recluirnos como ya lo han hecho en otras ocasiones, tratamos de vivir un día normal, sin aspavientos, ni nerviosismos, todo un simulacro de nuestra parte para que nuestras pequeñas hijas no sospechen que sus padres son como pacíficas ovejas amenazadas por lobos feroces, capaces de cualquier fechoría.
Pero confieso que el más fuerte es mi esposo tratando hasta el último momento posible de evitarnos, incluso a mí, tropezar con el ambiente siniestro que se forma a solo unos metros de la casa, en la penumbra de sus alrededores; como el ingenioso padre del filme “La vida es bella” que disfrazó la cruel realidad del fascismo a su hijo, transformándola en un juego en el que hasta la muerte se convirtió en un suceso feliz, mi esposo actúa como si nada estuviera pasando y muchas veces, solo cuando ya el peligro menguó, me deja saber que estábamos sitiados por las turbas del MININT, como si fuéramos peligrosos y connotados terroristas.
Durante los días 8 y 9 de este mes de octubre estuvimos rodeados por esas turbas; aunque somos vigilados todo el tiempo por el pequeño ejército de ancianos delatores de nuestro pueblo, quienes informan cada movimiento que hacemos, cada salida y quiénes entran a nuestra casa. Estos hombres, todos pertenecientes a la tercera edad, como sus patronos, jubilados a los que por el oficio de informantes se les paga algún menudo que los ayuda a subsistir, tienen en su mayoría teléfonos fijos en sus viviendas para comunicarse con los más represores del país, los agentes de la Seguridad del Estado.
No puedo dejar de pensar en Oswaldo Payá, el hombre que vivió una vida a todo riesgo, hostigado por la policía política hasta sus últimos momentos, siempre rodeado, chequeado, amenazado, y que aun así logró dar a sus hijos la tranquilidad y la fuerza que hoy los mantiene en pie, enfrentando la peor parte, la pérdida del padre, la ausencia del abrazo, del calor, del beso.
Me estimula saber que mientras los adversarios traman trampas en nuestra contra, nos vigilan y persiguen, o nos miran con el rabillo del ojo delator, nosotros vivimos intensamente nuestra pasión por Cuba y lo hacemos con la sonrisa a flor de labios, porque la vida no deja de ser bella a pesar de los hostigadores que maltratan nuestros derechos y nuestra dignidad. Ellos andan solapados o escondidos en la lamentable oscuridad de un sistema que se desmorona, nosotros cobijados en la luz de un futuro en el cual no queremos, ni debemos dejar de creer.
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