Oscuros censores
LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -La trasnochada ofensiva
desatada contra escritores y artistas cubanos en los dos últimos años, más que
fortaleza revolucionaria, denota la creciente debilidad del gobierno y el
derrumbe de los paradigmas autoritarios impuestos en el país.
Otra vez, los censores ideológicos vuelven a frustrar un hecho cultural. Insisten en que la libertad de expresión sea letra muerta en la isla. Tratan de amedrentarnos mostrándonos que quien traspase los límites de la intolerancia comunista recibirá su castigo.
La reciente retirada de escena de la obra de teatro La hijastra, es otro ataque desesperado de los censores contra la indetenible tendencia de nuestros artistas e intelectuales a mostrar el desastre nacional, a través de sus obras.
La hijastra, escrita por el joven dramaturgo Rogelio Orizondo y llevada a escena por el director teatral y laureado cineasta Juan Carlos Cremata, autor del documental Oscuros rinocerontes enjaulados, y los filmes Nada, Viva Cuba y Chamaco, fue sacada de cartelera en la Sala Tito Junco, del Centro Cultural Bertolt Brecht, en el Vedado.
Según Cremata: “La hijastra es obscena, grosera, irreverente, contestataria, iconoclasta, hiperrealista y hasta lacerante, para algunas mentes un poco, o bastante conservadoras”. “Es necesaria –continúa diciendo– en tanto habla de la urgente recuperación de una espiritualidad perdida, en medio de la sociedad que estamos sobreviviendo”.
Pero este necesario diálogo -con y desde la realidad cubana- resultó subversivo para los censores, acostumbrados a imponer su ley, que ahora emplean subterfugios más sutiles para imponer sus dictados. Es tanto su temor y pudibundez que provoca vergüenza ajena.
Atacar es la única defensa con que cuentan para tratar de disuadir (por la fuerza), a quienes cada día sienten menos miedo, y ripostan con nuevas obras que muestran la proliferación de la droga, el alcoholismo, el incesto, la prostitución, el robo, la hipocresía y otras plagas en que se hunde nuestra sociedad, legadas todas por el autoritarismo y la corrupción de medio siglo de dictadura.
Los censores, lejos de representar la “vanguardia revolucionaria”, son asumidos hoy como expresión de una patética y reaccionaria retaguardia. Se comprobó con el caso de un furibundo comunista que desde su blog calificó de contrarrevolucionarios a Víctor Fowler, Reina María Rodríguez y otros creadores, por su supuesta actitud contestataria; y terminó teniendo que disculparse, cuando hasta funcionarios nada comprometidos con la libertad de expresión, como Miguel Barnet, le reprocharon su exceso de celo ideológico.
Lo mismo pasará con el ex comisario cultural Hugo Chinea, quien sacó la cabeza de su tumba ideológica y la emprendió contra Leonardo Padura. Pese a sus ladridos, El hombre que amaba a los perros, la última novela de Padura, recibió el Premio Nacional de la Crítica Literaria 2011.
Ya poco logran los censores con regaños, intimidación o prohibiciones. Como dijera el dramaturgo y Premio nacional de Teatro 2005, Eugenio Hernández Espinosa: “El momento actual exige una transformación de orden espiritual y moral”.
Nada puede detener los gritos de denuncia que se escuchan desde los bordes del abismo revolucionario. Cada vez más, el eco de la desobediencia ciudadana y las imágenes grotescas de la moribunda dictadura, se reflejan en nuestra literatura y nuestro arte.
vicmadomingues55@gmail.com
Otra vez, los censores ideológicos vuelven a frustrar un hecho cultural. Insisten en que la libertad de expresión sea letra muerta en la isla. Tratan de amedrentarnos mostrándonos que quien traspase los límites de la intolerancia comunista recibirá su castigo.
La reciente retirada de escena de la obra de teatro La hijastra, es otro ataque desesperado de los censores contra la indetenible tendencia de nuestros artistas e intelectuales a mostrar el desastre nacional, a través de sus obras.
La hijastra, escrita por el joven dramaturgo Rogelio Orizondo y llevada a escena por el director teatral y laureado cineasta Juan Carlos Cremata, autor del documental Oscuros rinocerontes enjaulados, y los filmes Nada, Viva Cuba y Chamaco, fue sacada de cartelera en la Sala Tito Junco, del Centro Cultural Bertolt Brecht, en el Vedado.
Según Cremata: “La hijastra es obscena, grosera, irreverente, contestataria, iconoclasta, hiperrealista y hasta lacerante, para algunas mentes un poco, o bastante conservadoras”. “Es necesaria –continúa diciendo– en tanto habla de la urgente recuperación de una espiritualidad perdida, en medio de la sociedad que estamos sobreviviendo”.
Pero este necesario diálogo -con y desde la realidad cubana- resultó subversivo para los censores, acostumbrados a imponer su ley, que ahora emplean subterfugios más sutiles para imponer sus dictados. Es tanto su temor y pudibundez que provoca vergüenza ajena.
Atacar es la única defensa con que cuentan para tratar de disuadir (por la fuerza), a quienes cada día sienten menos miedo, y ripostan con nuevas obras que muestran la proliferación de la droga, el alcoholismo, el incesto, la prostitución, el robo, la hipocresía y otras plagas en que se hunde nuestra sociedad, legadas todas por el autoritarismo y la corrupción de medio siglo de dictadura.
Los censores, lejos de representar la “vanguardia revolucionaria”, son asumidos hoy como expresión de una patética y reaccionaria retaguardia. Se comprobó con el caso de un furibundo comunista que desde su blog calificó de contrarrevolucionarios a Víctor Fowler, Reina María Rodríguez y otros creadores, por su supuesta actitud contestataria; y terminó teniendo que disculparse, cuando hasta funcionarios nada comprometidos con la libertad de expresión, como Miguel Barnet, le reprocharon su exceso de celo ideológico.
Lo mismo pasará con el ex comisario cultural Hugo Chinea, quien sacó la cabeza de su tumba ideológica y la emprendió contra Leonardo Padura. Pese a sus ladridos, El hombre que amaba a los perros, la última novela de Padura, recibió el Premio Nacional de la Crítica Literaria 2011.
Ya poco logran los censores con regaños, intimidación o prohibiciones. Como dijera el dramaturgo y Premio nacional de Teatro 2005, Eugenio Hernández Espinosa: “El momento actual exige una transformación de orden espiritual y moral”.
Nada puede detener los gritos de denuncia que se escuchan desde los bordes del abismo revolucionario. Cada vez más, el eco de la desobediencia ciudadana y las imágenes grotescas de la moribunda dictadura, se reflejan en nuestra literatura y nuestro arte.
vicmadomingues55@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario