Nuevos conquistadores rusos
LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org -El joven Nikolay vive en Moscú, es escritor de temas políticos y se ha dedicado a investigar vida y obra del Che Guevara. En uno de sus viajes a Cuba, se alquiló en una casa de familia, allí conoció a la chica que le robaría el corazón.
Nikolay gastó 4 mil CUC en boda, luna de miel y otros gastos. Por el momento, la joven pareja no ha fijado un domicilio, en La Habana o en Moscú. El plan es que él vaya a Rusia y regrese con capital para invertir en algún negocio en la Isla.
Nikolay maneja influencias con personas poderosas. Sus amigos y los padres de éstos tienen acciones en el petróleo y en la industria de la navegación espacial. El joven casadero buscó ayuda y consejos entre los amigos de ambos países. Como resultado de sus averiguaciones sobre cómo marchan los negocios en la Habana, sacó en claro que le convendría montar una flotilla de taxis de alquiler. Pero habrá de tener varios factores en cuenta. Por ejemplo, quiénes serán las personas que manejaran estos autos y a nombre de cuáles propietarios estarán inscritos. Quien será el administrador de la red de taxis, y cómo llevarán las finanzas, teniendo en cuenta la precariedad de la economía cubana.
Sin dudas, Nikolay afrontará el mayor reto de su vida: fundar una familia y establecerse en un país que se cae a pedazos.
Otro caso es el de Egor, joven ruso que, inspirado por nuestra espiritualidad y folklor, llegó a Santiago de Cuba. Se relacionó con los santiagueros, sus costumbres, sus cantos y sus variadas tradiciones. Aprendió a tocar el cadencioso ritmo de los tambores “batá”, los quintos y hasta la “tumba francesa”.
Posteriormente, se trasladó a Trinidad (Sancti Spiritus), en su afán de conocer más sobre los diferentes sonidos de los tambores. Como parte final del periplo, llegó a La Habana y se relacionó con un grupo musical llamado “Clave y Guaguancó”, y con otros grupos de corte folklórico. El objetivo de Egor es fusionar los tambores “batá” con la “balalaica“, de origen ruso. Además, también desea casarse con una mujer cubana.
Otro ejemplo es el caso Vladímir, joven adinerado ruso que se interesa por el aprendizaje del español para comunicarse con los cubanos. Además, es muy sociable, le encantan las fiestas, el ron y las alegres habaneras (mujeres, no el género musical) que deambulan por las madrugadas en la calle G. Es mantenido por sus padres, que le envían mensualmente tarjetas de crédito de 5mil dólares. Los padres de Vladimir no quieren que el joven trabaje, ni entable negocios, o preste dinero.
También está el caso de la joven empresaria Elena. Ella quiere establecer su residencia en La Habana, comprar una casa, un auto y organizar en la Isla algún tipo de negocio que sea legal y rentable.
Quizás estos jóvenes rusos heredaron cierta curiosidad por el viejo socialismo. Sin embargo, aquí soplan vientos de cambios. Ellos perciben a Cuba como un territorio promisorio. Esto puede ser un síntoma de que algo se teje entre telones. Rusia nunca ha perdido de vista a Cuba.
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