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Por Philip Pullella
RIO DE JANEIRO (Reuters) - El Papa Francisco, en una valoración inusualmente franca sobre la situación de la Iglesia Católica, dijo el sábado que la institución debería mirarse al espejo y preguntarse por qué tantas personas están abandonando la fe de sus padres.
En el penúltimo día de su visita a Brasil, el pontífice argentino dio un largo discurso a los obispos del país con más católicos del mundo, sugiriendo algunos elementos para detener la deserción de fieles.
"Quisiera que hoy nos preguntáramos todos: ¿Somos aún una Iglesia capaz de inflamar el corazón?", dijo en un discurso.
Francisco, que viajó esta semana a Río de Janeiro para un festival católico llamado la Jornada Mundial de la Juventud, aludió al "misterio difícil de quien abandona la Iglesia" porque creen que "ya no puede ofrecer algo significativo e importante".
El secularismo y la agresiva expansión de los evangélicos han arrebatado muchos seguidores a la Iglesia Católica incluso en América Latina, la reserva espiritual del catolicismo con cuatro de cada seis fieles del planeta.
El Papa reconoció que mucha gente ve a la Iglesia como "una reliquia del pasado, insuficiente para las nuevas cuestiones", una institución -dijo- fría, autorreferencial y "prisionera de su propio lenguaje rígido".
Francisco dijo que la Iglesia debe mantenerse fiel a su doctrina religiosa, pero debe acercarse más a la gente y sus problemas reales.
"Hoy hace falta una Iglesia capaz de acompañar, de ir más allá del mero escuchar", dijo, "una Iglesia que pueda descifrar esa noche que entraña la fuga de Jerusalén de tantos hermanos y hermanas".
"A veces perdemos a quienes no nos entienden porque hemos olvidado la sencillez, importando de fuera también una racionalidad ajena a nuestra gente", añadió.
En Brasil el número de católicos ha disminuido rápidamente a medida que la población rural se fue trasladando a las ciudades, donde prevalecen la cultura moderna del consumo y los cultos evangélicos.
"Se necesita una Iglesia que también hoy pueda devolver la ciudadanía a tantos de sus hijos que caminan como en un éxodo", dijo Francisco a los obispos.
Más temprano en la catedral de Río de Janeiro, el Papa instó a los religiosos a abandonar la comodidad de sus iglesias y aventurarse en los barrios pobres para estar cerca de quienes los necesitan.
"No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, en nuestra comunidad, cuando tantas personas están esperando el Evangelio", dijo.
EL PAPA DE LOS POBRES
Desde su elección en marzo como el primer Papa no europeo en 1.300 años, Francisco ha instado a los curas, monjas y obispos a escuchar más el clamor de los hambrientos de necesidades tanto materiales como espirituales.
Conocido en Argentina como el "cardenal de los pobres" por su estilo de vida austera, sus desplazamientos en metro y sus visitas a los barrios más humildes, Francisco instó al clero a asumir riesgos.
Y Francisco ha predicado con el ejemplo en el Vaticano, donde rechazó la lujosa residencia de sus predecesores en el Palacio Apostólico para instalarse en un pequeño cuarto de una casa de huéspedes y come a menudo con los demás religiosos.
El Papa también tuvo el sábado duras palabras para la clase política de Brasil, que poco antes de su visita fue blanco de masivas protestas de una sociedad civil desencantada por la corrupción y la ineficiencia de los servicios públicos.
En un discurso ante autoridades, legisladores y miembros de la sociedad brasileña reunidos en el Teatro Municipal de Río de Janeiro, el pontífice argentino de 76 años reclamó una "visión humanista" de la política y la economía que elimine el elitismo y la pobreza.
"El futuro nos exige hoy la tarea de rehabilitar la política, que es una de las formas más altas de caridad", dijo Francisco en el penúltimo día de su visita a Brasil.
"Entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta siempre hay una opción posible: el diálogo", añadió. "Cuando los líderes de los diferentes sectores me piden un consejo, mi respuesta es siempre la misma: Diálogo, diálogo, diálogo".
Más de un millón de personas salieron en junio a las calles de Brasil para protestar contra la corrupción, el alto costo de vida, los exorbitantes gastos de las obras para la Copa Mundial del 2014 y la mala calidad de la educación y la salud pública en la mayor economía de América Latina.
Las manifestaciones, en ocasiones violentas, derrumbaron la popularidad de la presidenta Dilma Rousseff y ensombrecieron sus posibilidades de reelección en el 2014.
El Papa participará el sábado por la noche en una vigilia con jóvenes en la playa de Copacabana y oficiará el domingo una gigantesca misa campal antes de regresar a Roma.
(Reporte de Philip Pullella; editado por Esteban Israel)
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