Un loco aconseja a perturbados
LA HABANA, Cuba, diciembre, www.cubanet.org -Gerardo es un vecino de Jaimanitas que a primera vista parece una persona normal. Saluda amablemente a todo el mundo y siempre está al tanto de los enfermos, condoliendo a sus familiares. Se volvió loco en el 93, cuando la economía cubana tocó fondo y con el periodo especial perdió a la familia.
Dice Gerardo que cuando enloqueció, la solución que halló fue no salir del cuarto por seis años, suficientes para combatir la tempestad de los nervios. Se pertrechó de materiales y construyó su Rincón Marino, laberintos de conchas de mar, caracoles, estrellas, cangrejos y erizos, a barniz, que colman las paredes de su pequeño cuarto, en la calle Tercera C.
Ponerse a trabajar intensamente en algo que de verdad le guste es el primer consejo que da para el que se enferme de los nervios. Lleva en la sangre el mar, porque proviene de una familia de pescadores. Sobrevive pintando casas y chapisteando refrigeradores y cocinas. Los precios de sus arreglos y su mano de obra de pintor son de locos, por eso la gente lo busca.
Mantenerse ocupado es su mejor consejo. Tiene un certificado de ingreso para Mazorra, dictaminado por el médico de la familia, pero asegura que no le hace falta ingresarse, porque está bien de los nervios: ha sabido controlarlos trabajando.
A menudo van personas a su cuarto a buscar consejos. En los veinte minutos que estuve en su Rincón Marino, retratando sus obras, recibió dos visitas. La primera fue un ex oficial de tropas especiales acompañado del hijo, a quien la mujer lo había abandonado y se volvió loco completamente. El joven se quedó afuera, recostado de un poste, cabizbajo, ensimismado.
-Mi miedo –le dijo el padre- es que en mi familia hay antecedentes de suicidio. Mi padre y mis hermanos terminaron suicidándose, y ahora mi hijo dice que va a hacer lo mismo. Y si se mata él, entonces tengo que matarme yo.
Gerardo aconsejó de cómo proceder, pero el hombre se fue con la misma confusión mental con que había llegado. Sujetaba por el brazo al hijo, cabizbajo y con los ojos perdidos.
Luego llegó otro hombre, vecino del callejón de Jaimanitas, a pedirle consejo, porque su hermana había enloquecido también. Su marido estaba de cooperante en Venezuela y hace seis meses que no le envía ni siquiera un mensaje, y de pronto se quebrantó. Era una joven “integrada” (revolucionaria) y estaba a punto de perder el trabajo. Habían utilizado todos los recursos, incluso la brujería, pero nada dio resultados.
-Ha salido dos veces desnuda para la calle. No vuelve en sí. En la familia tenemos miedo de que nos la ingresen en Mazorra; ese sí sería el fin.
Gerardo aconsejó al hombre de cómo proceder en ese caso, pero igual se fue como el otro, sin solución real a su conflicto.
Le pregunté su opinión de por qué se volvía loca tanta gente en Cuba y con una sospechosa lucidez contestó que “el alto costo de la vida y los caminos sin salidas son la raíz del problema; aunque se manifiesten en un hombre abandonado por una mujer, o porque desde Venezuela no escriban”.
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