Cuba actualidad, Jaimanitas, La Habana, febrero de 2014 (PD) Al parque Martí de Guantánamo lo distingue su versatilidad. El pueblo se reúne en él, además de para tomar el fresco, para tratar asuntos personales, cerrar negocios o simplemente conversar. De noche se llena. Los jóvenes dan vueltas inacabables por la acera que lo circunda como un tradición, de derecha a izquierda los hombres, de izquierda a derecha las mujeres.
En el ala sur hay una fuente con surtidores, rematada por una tarima donde en la mañana hay actividades de niños. En la tarde, la banda municipal ofrece retretas. Por la noche imperan el hip hop y el reggaetón. En el ala este, la iglesia católica, con sus campanadas que llaman a misa, se llena de fieles en oración y de curiosos atraídos por la vistosidad de los santos y los vitrales.
En el parque se entremezclan los enamorados, los borrachos, los locos y los niños, con la peña deportiva Álvaro Campuzano, donde se discute fuerte de béisbol. En la esquina de Calixto García y Flor Crombet los motoristas alinean sus motos como en una exhibición. La calle Emilio Giro, que pasa por detrás de la iglesia, fue convertida en boulevard. Ángel Iñigo, creador del zoológico de piedra, talló en una roca la figura de un trovador. A un costado, frente a la academia de ajedrez, hay una efigie de José Martí sentado leyendo un libro, concurrido en aniversarios del natalicio y la muerte del Apóstol.
Pero lo más llamativo del parque es la estatua del general mambí Pedro Agustín Pérez, conocido popularmente como Periquito, símbolo de rebeldía de la ciudad, que se eleva sobre un pedestal de granito. Erigida en 1942, se eleva a seis metros del suelo. Tiene una tarja que señala los méritos del patriota guantanamero, de cuerpo entero, en uniforme de campaña, una mano sobre la empuñadura del machete, la otra descansando en la culata de su pistola.
Guantánamo aún recuerda la famosa paliza que le dio una noche Cambrón a El Yácan junto a la estatua de Periquito. Cambrón había llegado al banco donde estaba sentado El Yácan. Buscaba una pistola para ajustarle cuentas a un compinche por una estafa, y El Yácan, que estaba loco por beber y sin un centavo, se brindó a encontrarle una, a cambio de que Cambrón lo invitara a un trago. Le dijo que comprara una botella, que el arma le saldría gratis, porque estaba allí mismo, muy cerca, dentro del parque.
Se pusieron a beber durante un rato y Cambrón se enervó aún más con aquel ron peleón. Luego, El Yácan lo convenció de comprar otra botella. "De todas formas la pistola sale gratis", le dijo. Cuando El Yácan estuvo completamente borracho, llevó a Cambrón hasta el pie de la estatua, y mirando hacia arriba dijo:
-General, ¿podía hacerle el favor de prestarle su pistola a mi amigo?
Y ahí mismo le cayó encima un vendaval de golpes y terminó ingresado en el hospital Agostino Neto, con varias costillas fracturadas.
Para Cuba actualidad: beilycorrea@yahoo.es
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