Alan Gross era un rehén, cuyas condiciones carcelarias fueron mejoradas a cambio del semen de un espía
martes, diciembre 30, 2014 | José Hugo Fernández | 1 Comentario
LA HABANA, Cuba -A veces resulta consolador que el relajo sea para nosotros mucho más importante que la política. Es algo que ha vuelto a ocurrir en estos días, en torno a la noticia del embarazo de Adriana Pérez, la esposa del espía. Trabajo nos habría costado digerir toda la prosopopeya y el kitsch que destiló la prensa. Y no sólo la del régimen, que conste.
Desde la corresponsalía de la agencia EFE en La Habana, lanzaron una perla el 23 de diciembre que muestra sobradamente cuánta frivolidad, despiste y manipulación de lo verdadero suele gastarse hoy el aparato mediático del mundo sean o no amarillos sus conductos.
Aseguraba el reporte de EFE que el embarazo de la esposa de Gerardo Hernández conmovió a nuestra gente en Cuba, para la cual este matrimonio de dos agentes de la dictadura encarna un símbolo de la resistencia. No es poco decir en el plano de la ridícula tergiversación de la verdad. Pero a quien reportaba debió haberle parecido poco, puesto que agregaría, literalmente: “El imaginario de los cubanos convirtió en una especie de épica romántica la constancia de Pérez y sus relatos del amor que compartía con Hernández en la distancia”.
Frasecitas de novelas rosas aparte, lo cierto que hasta el momento en que Adriana Pérez mostró en público su embarazo, la noticia, la única noticia importante para los cubanos de a pie había sido el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos. En tanto, la devolución de los espías era un asunto colateral. En tales circunstancias fue cuando Adriana se mostró embarazada ante la vista pública. Entonces, y sólo a partir de ese hecho, fue que llamó la atención de los cubanos. Y no por otra razón sino por el chisme acerca de cómo era posible que el espía hubiese podido embarazarla desde lejos.
Hasta un punto tal llamó la atención del público y dio rienda a sus pícaras especulaciones, que los propios espías se vieron compulsados a la aclaración de ciertos detalles, los que evidentemente no bastaron para que nuestra gente continúe haciéndose preguntas y respondiéndolas a tono con su jodedora forma de apreciar las cosas. Pero en cualquier caso se ha impuesto en los medios “informativos” la “seriedad” y la solemnidad que les son propios a la dictadura. Por ejemplo, nadie admite por lo claro que lo primero en que pensó la gente fue un soberano tarrazo por parte de la esposa del espía y espía ella misma.
Lamentablemente, del mismo modo en que el relajo ha permeado la solemnidad noticiosa del régimen y sus repetidores internacionales, afecta también la realidad de los hechos. Ya que (al menos hasta dónde yo conozco) ni uno solo de los medios que dieron cobertura a la noticia en cuestión puso énfasis en sus aspectos más significativos y a la vez más alarmantes. Quiero decir en el reconocimiento, lo mismo por parte de la dictadura cubana como del gobierno de los Estados Unidos, de que Alan Gross era un rehén, cuyas terribles condiciones carcelarias fueron mejoradas a cambio del semen de un espía.
Y esta es una prueba muy contundente del chantaje del que se han valido nuestros caciques, al tomar a rehenes civiles (una falta condenada en el Artículo 34, de la Convención de Ginebra), con el objeto de ser cambiados por agentes en activo de una fuerza militar que actúa y conspira contra países extranjeros.
Por lo demás, aunque no hayan sido descritos fidedignamente por las agencias internacionales de información, casi podríamos concluir que la malicia y el relajo que son tan propios de nuestra gente, nos salvó otra vez del comprometimiento histórico. Aunque no sea sino por aquello que escribiera Kafka acerca de que en un mundo sin Dios, el sentido del humor es casi una obligación moral.
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