viernes, 27 de febrero de 2015

Creen en Santa Claus y en Fidel Castro


Los jóvenes estadounidenses de visita en Cuba se llevarán una imagen tan distorsionada de la realidad cubana que no querrán volver el día que descubran los secretos que se escondían detrás de los escenarios montados para ellos

Estudiantes estadounidenses de visita en La Habana a través del programa académico "Semestre en el mar" (foto tomada de Internet)
Estudiantes estadounidenses de visita en La Habana el pasado mes de noviembre, 2014, a través del programa académico “Semestre en el mar” (foto tomada de Internet)
LA HABANA, Cuba. -Apenas han dejado de ser niños y ya han viajado por La Habana, Santa Clara, Viñales y Trinidad. Son los 16 estudiantes de un preuniversitario de Boston, Massachusetts, quienes han venido a Cuba para aprender que aquí “todas las personas aman mucho a Fidel” o que “en este país los policlínicos, los hospitales y las instituciones especializadas… es un buen sistema porque [los cubanos] nunca tienen que pagar por su salud”.
De esa manera lo han dicho dos de estos muchachos para un reportaje que les hiciera la televisión cubana recientemente. Querían saber sobre la Isla y vinieron guiados por su profesor, un cubano – ¿exiliado?– que les imparte español e historia. Se trata de un proyecto impulsado por él mismo para conocer de primera mano la cultura de los países vistos en clase. Para este viaje en cuestión, la selección de los implicados se ha hecho según “la calidad de los estudiantes, el conocimiento que tenían de Cuba, el interés y la interacción que tenían, el dominio del español y generalmente la historia personal”, dijo el responsable de la comitiva, acompañado por otra maestra del mismo colegio.
Al parecer, el grupo pertenece a un instituto privado donde los padres tienen la capacidad de costear semejante viaje. Pero si bien visitan otras naciones, seguramente en ninguna estos adolescentes han recibido tanta atención como aquí, donde tienen hasta seguimiento mediático incluido para luego mostrarle al pueblo cubano cuán rápido aprenden los americanitos sobre las “maravillas” de esta tierra.
Para el final de su estancia, los jóvenes visitantes se habrán llevado una imagen tan distorsionada de la realidad cubana que difícilmente querrán volver el día que descubran los “pequeños” secretos que escondía este país detrás de los escenarios montados para ellos. Porque, ¿a qué escuelas llevaron a estos visitantes, ahora capaces de afirmar que los cubanos “aprenden mucho más” que ellos? Más aún, ¿a qué policlínicos u hospitales entraron? Difícilmente haya sido al Calixto García, por sólo citar un ejemplo muy representativo de lo que es en verdad el sistema de salud cubano. ¿Y hablaron con cubanos de la calle, de esos tan abundantes, que no saben bien qué comerán después de la próxima cena?
Como niños que creen en Papá Noel o los cuentos de hadas, estos adolescentes bostonianos llegarán a su ciudad creyendo en las mentiras que aprendieron en Cuba y repitieron frente a las cámaras. Resulta preocupante tan solo imaginar el trauma que podrá causarles descubrir que alguna vez fueron utilizados por el gobierno cubano, a través de sus medios de propaganda. Ojalá se les ocurra entonces pensar que ellos, efectivamente, no tuvieron la culpa, porque la manipulación en este caso ha sido tan asquerosa que resulta en extremo difícil encontrar otro adjetivo para calificarla. Es un lavado de cerebro a la cubana, pagado por padres norteamericanos.
Por la otra parte están quienes vieron en las pantallas de sus casas a estos muchachos sanos y joviales que trataron de expresar en su mejor español una admiración verdadera, aunque sin fundamento real. Entonces quizá lo primero que hayan captado los televidentes hayan sido los contrastes: ninguna escuela cubana organiza viajes a EE.UU.; y muchos cubanos ni siquiera han completado un periplo tan pintoresco por varias ciudades de su propio país.

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