Así reza una de las canciones de Los Beatles. Tal lírica describe a la perfección el problema que tiene el gobierno cubano con el éxito del “Paquete semanal”
martes, febrero 24, 2015 | Leonardo Calvo Cardenas | 1 Comentario
LA HABANA, Cuba -Con demasiada frecuencia en los últimos tiempos dirigentes políticos y culturales del gobierno cubano no pierden oportunidad, en cada conclave o reunión, especialmente de jóvenes, de impulsar una furibunda campaña de impugnación y descrédito contra los cada vez más extendidos intentos de buscar opciones de entretenimiento audiovisual para contrarrestar la aburrida e ideologizaste monotonía de la oferta televisiva oficialista.
El cubano siempre se las arregla para generar iniciativas y alternativas para escapar a las restricciones y retrasos impuestos por el sistema. Esta vez se ha aliado a las nuevas tecnologías y cada semana hace circular a un precio asequible para muchos y en los más disímiles soportes de almacenamiento digital lo que ya se conoce como el famoso “Paquete”. Éste no es más que un muy amplio compendio de productos televisivos y audiovisuales extraídos de la variada oferta de la televisión norteamericana.
Cada semana circulan de mano en mano toda suerte de programas musicales, shows de participación o variedades, novelas, series, eventos deportivos, informativos o didácticos, en una amplia opción donde el cliente puede escoger sus preferencias y que sirve a cada vez más cubanos para enajenarse de la retrógrada y poco atractiva propuesta de la televisión nacional, siempre colmada de cargantes mensajes políticos, bien separada de la realidad y la objetividad en sus diseños dramatúrgicos y noticiosos y en la cual lo único apreciable son los seriales norteamericanos, los cuales, por cierto, también vienen en el “Paquete”.
El gobierno tiene una brecha en su muro “desinformativo”
Esta nueva y cada vez más extendida alternativa de entretenimiento preocupa sobremanera a las autoridades cubanas por cuanto sustrae a la familia de los patrones estéticos e ideológicos que durante décadas ha intentado imponer el gobierno cubano. Esta oferta se la pone más difícil a este inveterado afán de hegemonismo cultural e ideológico por cuanto evita los riesgos de la venta hasta ahora ilegal y “clandestina” de las conexiones a la televisión satelital que por una década ha sido una variante extendida en muchas localidades del país, pero muy perseguida y reprimida por las autoridades.
En realidad el paquete amplia las opciones, brinda la posibilidad de adquirirlo cuando el cliente quiera o pueda, sin verse amarrado a la cuota fija de la “antena” o “el cable”, permite escoger el material preferido sin depender del gusto o determinación del proveedor del “cable” y sobre todo elimina los peligros de las persecuciones y posibles represalias ya que el paquete se vende a domicilio, por encargos o en los permitidos puestos de ventas de audiovisuales reproducidos, desde que el gobierno cubano legalizó la piratería como un trabajo por cuenta propia.
Desde que el gobierno cubano convirtió a la cultura en ideología e instrumento de control social y manipulación política se ha empeñado en hegemonizar las ofertas, los espacios de disfrute y sobre todo los espacios de difusión masiva. Todo esto incluye condicionar el reconocimiento al talento y a la obra a la alineación ideológica o más bien política de los creadores. Valga el ejemplo del gran escritor colombiano Gabriel García Márquez, ellos sabían que él no era comunista, pero se acomodaba muy bien a sus diseños e intereses y era objeto de la valoración y el reconocimiento que se le ha negado a tantos renombrados creadores cubanos y extranjeros solo por razones de intolerancia política.
No hay más opción que el “Paquete”
Así las cosas los gobernantes cubanos son incapaces de dormir tranquilos sabiendo que cada vez más amas de casa, profesionales y sobre todo jóvenes escapan, por ahora sin remedio, de su influencia y tutelaje estético e ideológico. Porque al alto liderazgo de La Habana se ha embarcado en dos batallas perdidas de antemano, primero han intentado luchar con lo que es más difícil de cambiar, a saber los patrones culturales y estéticos de un pueblo; un gobierno o sistema de poder político se cambia en horas, pero no alcanzan generaciones para transformar las referencias culturales de una nación. Además ha decidido emprender una estéril cruzada contra las nuevas tecnologías.
En esas reuniones o eventos oficiales altos dirigentes como el escritor devenido político, Abel Prieto ex presidente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba UNEAC, ex ministro de cultura y actual asesor del presidente Raúl Castro y el vicepresidente primero del Consejo de Estado Miguel Díaz- Canel se deshacen en reflexiones y valoraciones para convencer sobre todo a los jóvenes de los nocivo e inaceptable del paquete.
Con permanentes argumentaciones contra la banalidad, la mediocridad y las sutiles manipulaciones desviadoras de alguno de los contenidos, los dirigentes tratan hasta el cansancio de disuadir a sus interlocutores de esta opción de entretenimiento que no parece tener alternativa en tanto la producción televisiva nacional resulta cada vez menos atractiva y no cubre siquiera uno de los principales requerimientos estéticos del espectador cubano a quien le gusta verse reflejado en la escena, con sus realidades, traumas, retos y esperanzas. En este sentido, muy de tarde en tarde, alguna que otra película (Conducta, Ernesto Daranas y Vestido de Novia, Marilyn Solaya), varias obras de teatro e incluso algunas radio novelas son mucho más realistas y creíbles, sin embargo su alcance no es tan masivo ni permanente como el del audiovisual televisivo.
Hace pocos días ante estudiantes universitarios el señor Díaz-Canel llamaba a aferrarse a Fidel, Raúl y a los cinco espías como símbolos incuestionables de nuestros valores. Les confieso que no sé si el vicepresidente de turno es víctima de la incapacidad de los omnipresentes chivatos de trasmitirle por dónde va el pensamiento y las inquietudes de los jóvenes cubanos o planteamientos como estos son la manera de presentarse convenientemente tonto ante los que verdaderamente tienen el poder o acaso la liga de ambas cosas.
En lugar del desgastante y estéril ejercicio de impugnar el paquete con argumentos débiles y a veces risibles, lo primero que deben es aceptar el rotundo fracaso de su diseño de hegemonismo cultural, el cual solo ha generado incultura y rechazo, para restaurar la libertad de creación y de opciones. Deben aceptar definitivamente que no todos podemos pensar igual ni disfrutar lo mismo y sobre todo buscar una muy sólida razón para convencer a un pueblo que no es analfabeto de porque nosotros no podemos ver lo que ellos ven.
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