El 4 de febrero en la Historia de Cuba
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• 1878 - |
- Jornadas Postreras de La Guerra Grande.
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Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 73-74 nos describe los acontecimientos del 4 de febrero de 1878 en la Historia de Cuba:
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“Encarnación de la rebeldía noble y altiva fue el mayor general Antonio Maceo. En el círculo de sus cálculos no cupo pensamiento alguno de donde pudiese emanar desdoro o menosprecio para la causa de Cuba libre. Colocado en las avanzadas del honor cubano, supo ser vigilante celoso de los intereses patrios. No hubo en él en la guerra iniciada en 1868 decaimientos ni dobleces. Cuando el cansancio de la lucha y la impotencia del esfuerzo aproximaron a muchos de los defensores de la bandera de Guáimaro a El Zanjón, Maceo consagró a la gloriosa enseña proezas dignas de los atributos de la fama.
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“En los primeros días del mes de febrero de 1878 el general español Arsenio Martínez de Campos se hallaba concertando con los hombres que seguían al servicio de la Revolución la paz por la Metrópoli tan ansiada. El famoso caudillo de la restauración borbónica no escatimaba medios de ningún género para lograr el triunfo de sus propósitos. Muchos de los cubanos en armas, por su parte, no tardaron en caer en la red de las proposiciones liberales, basadas en promesas de rectificaciones y reformas saludables, que a modo de estandarte de reconciliación salvadora presentaba Martínez de Campos. Pero había excepciones entre los insurrectos, y Antonio Maceo constituyó, si no la principal, una de las más notables.
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“Soldado del temple de Maceo no podía contentarse con no estar conforme con la consumación de un pacto que estimaba suicida. Necesitaba demostrar su sincera oposición con hechos resonantes y prácticos. De esta suerte sin duda pensaba cuando, el 4 de febrero de 1878, hallándose acampado entre Palma Soriano y Florida-blanca, se decidió a batir a los españoles al mando del coronel Ramón Cabezas. La brega fue encarnizada. A la columna enemiga, fuerte de trescientos hombres, hizo frente Maceo con los treinta y dos que constituían la guarnición de su vivaque en el momento de comenzar la lucha. Duró ésta, con varios intervalos, la mayor parte del día, y estuvo salpicada de episodios emocionantes. Un oficial libertador, el capitán Valentín Consuegra, mató, en duelo a machete, al coronel Cabezas. De los españoles quedaron sobre el campo de la polémica muertos unos doscientos sesenta y prisioneros veintisiete. Las bajas cubanas sólo llegaron a cinco, entre las cuales se halló el teniente coronel Teodoro Laffite.
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“Dura lección debió de ser para Martínez de Campos el suceso del 4 de febrero de 1878. Maceo puso entonces de manifiesto una vez más como el recurso supremo de que había hablado Ignacio Agramonte era capaz de realizar hazañas trascendentales. La Revolución estaba, sin embargo, condenada a morir. Aquellas jornadas no pasarían de ser las postreras de la Guerra Grande. Sobre los alientos patrióticos, las esperanzas de los optimistas y la abnegación de los que se sentían atraídos por el dilema de vencer o morir en la contienda se alzaba la adversidad. A guisa de paréntesis, largo o corto, pero paréntesis al cabo, se imponía la paz, una paz transitoria y capaz de preparar a los defensores de la República para una nueva demanda en condiciones decisivas.”
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