En 'Vestido de novia', Marilyn Solaya dispara contra la doble moral, la exclusión y el abuso de autoridad que el poder ejerce sobre los grupos sociales que considera nocivos.
Como no estuve en La Habana en diciembre para la 36 Edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, no me hallé entre los afortunados que pudieron disfrutar en la pantalla grande la presentación de las nuevas películas cubanas, de las que se ha hablado bastante en los medios, sobre todo en los sitios digitales.
Esperé impacientemente junto al gran público, que como yo se preguntaba: ¿por qué demoraban tanto los anunciados estrenos en las salas de los cines de las cintas Fátima o el parque de la Fraternidad de Jorge Perugorría, La pared de las palabras de Fernando Pérez y Vestido de novia de Marilyn Solaya?
Finalmente, pude ver esta última por obra y gracia de la piratería, ya que anda circulando de memoria flash en memoria flash. Y cuando ves el filme, comprendes el porqué de la prórroga de su debut en las salas. Es que a "ciertos niveles" hay quienes quisieran que no la estrenaran nunca. Pero hay que asumirlo, ya la película fue presentada y galardonada en el Festival, no pueden silenciarla como hicieron con Regreso a Ítaca, del realizador francés Laurent Cantet y guión de Leonardo Padura, que en un principio fue incluida en la programación del certamen, pero que luego se censuró.
Queda demostrado una vez más que sigue siendo la realización cinematográfica la vanguardia artística que mejor ilustra la realidad nacional. La ópera prima de Marilyn Solaya, basada en hechos reales, testimonia la primera reasignación de transgénero en Cuba y puede alegar en su defensa (si le fuera necesario), que cuenta una historia de amor entre Ernesto (Luis Alberto García) y Rosa Elena (Laura de la Uz) en la Cuba de los 90, y que es una denuncia contra cualquier tipo de violencia.
Pero Vestido de novia es más que eso. Es un tiro de gracia a la doble moral, a la exclusión, al abuso de autoridad, que con impunidad ha prevalecido en nuestra nación por décadas y ha tenido como blanco a los grupos sociales considerados por el poder como los más nocivos.
En La Habana de 1994 es una prioridad la construcción de centros turísticos y para ello están los contingentes de construcción que agrupan a hombres venidos de todas partes de la Isla, pero allí está la corrupción, el desvío de recursos y todo tipo de falta de escrúpulos, muy bien representados en dos tipos de personajes que conocemos bien: el dirigente deshonesto (Jorge Perugorría) y el subalterno (Mario Guerra) hipócrita, guatacón, chivatón y otros tristes adjetivos.
Es La Habana de 1994, y un pueblo que se enfrenta a un pueblo: balseros, gentes que protesta, policías y constructores que dan golpes. Apagones y metas, escaseces y consignas.
La Habana de 1994, mujeres atrapadas en cuerpos masculinos, seres que se trasvisten, que son diferentes y ese es su pecado capital. Detenciones arbitrarias, porrazos. Ya no son los 60, ya habían cerrado las UMAP y para entonces Fidel no podía autoresponsabilizarse argumentado lo ocupado que estaba en esos momentos por la Crisis de Octubre, una posible guerra, las cuestiones políticas y escapar de la CIA. Aunque tal vez lo impugnara a la caída del campo socialista, al periodo especial, o al Maleconazo.
La Habana de 1994 y Sissi (Isabel Santos), que nació Francisco, tiene que cambiar sus tacones por botas, su saya por camisa y arrancarse las pestañas y cortarse las uñas y pelarse como un hombre, y no llorar, e irse al exilio, porque no tiene más salida, porque la marginan y la humillan. Y todavía el socialismo no ha llegado a su tiempo de "las aperturas sociales y la aquiescencia". Es La Habana sin desfiles del Orgullo Gay. La Habana sin Mariela, que entonces ya tenía 32 años pero aún no era el momento de su misión política.
La Habana 1994, la Cuba de los 90, la Cuba de siempre, la Cuba de carne y hueso que Marilyn Solaya valientemente caracteriza a través de la diferencia en términos sexuales. Felicito su intrepidez y creo que, aunque perfectible, la suya es una buena película.
El año pasado Ernesto Daranas nos dio Conducta y disparó certeramente a muchos males sociales. Ahora Solaya, con Vestido de novia, nos recuerda que en el pasado reciente hay páginas negras. No ha de estar lejos el día en que pueda verse una película cuyos protagonistas pertenezcan a la disidencia, a esa sociedad civil que pretenden clandestinizar por siempre y que también es Cuba y que también viste de blanco como los trajes de novias.
Tráiler de 'Vestido de novia', una película de Marylin Solaya
Rosa Elena y Ernesto se enamoran, se casan e intentan ser felices hasta que un secreto en la vida de ella amenaza esa armonía...
No hay comentarios:
Publicar un comentario