miércoles, 27 de mayo de 2015

Tener que jubilarse para no robar


A Clemente cada día se le hace más difícil trabajar. No solo es que las manos le tiemblan por la edad y que le está costando trabajo desplazarse por la ciudad hacia donde lo llamen, es que ya casi no cuenta con recursos para realizar su trabajo

leyendoLA HABANA, Cuba. -A Clemente cada día se le hace más difícil trabajar. No solo es que las manos le tiemblan por la edad y que le está costando trabajo desplazarse por la ciudad hacia donde lo llamen, es que ya casi no cuenta con recursos para realizar su trabajo.
Cuando en los años 80 del pasado siglo él laboraba para el Estado en las máquinas de refrigeración, le iba bien, porque además de un sueldo con el que se podía vivir, lograba hacer uno que otro trabajito particular que le permitía sentirse desahogado con el dinero.
Cuando llegó la década de los 90, los recursos de todo tipo se acabaron; con ello, de inicio se terminaron los trabajitos “por la izquierda”. También se complicó el transporte, y Clemente decidió que era mejor jubilarse. En determinado momento pensó que se le uniría el cielo con la tierra, pero en eso se inauguró una cadena de tiendas de nombre DITA, que vendía piezas y partes de diferentes equipos, entre ellos los de refrigeración. En esto vio la solución a todos sus problemas.
Entre las piezas que más se le rompían a los refrigeradores domésticos estaban la bimetal, que al inaugurarse DITA se vendía a un precio de 3.45 dólares, y los timers, que en esa misma fecha tenían un precio de 8.45. Clemente los compraba, sustituía los de los clientes que lo necesitaban y les cobraba su mano de obra. Al poco tiempo la cosa se complicó un poco, pues los timers subieron a más de 17 dólares.
Ya después, al intensificarse la Batalla de Ideas, los refrigeradores de uso quedaron sin posibilidades de reparación o repuestos, y todos los cambiaron por otros nuevos que, debido a su pésima calidad, parecían equipos desechables. Esto lo demuestra la gran cantidad de ellos que están rotos desde hace años, sin verdaderas posibilidades de arreglo y a menudo sin haberse siquiera terminado de pagar. Pero por ese entonces se recogieron todas las piezas de DITA y más adelante sacaron los bimetales a 11.20 dólares y los timers a más de 27.
Clemente se sentía apenado a la hora de cobrarles a los clientes, pero su angustia fue mayor al saber un día que —mientras los salarios continuaban iguales, pero perdiendo constantemente poder adquisitivo— el bimetal había subido de los originales 3.45 hasta más de 17 dólares y el timer, que al principio costaba 8.45, ahora anda por más de 37, aunque en otros países se compran respectivamente por 7 y 12 dólares a lo sumo.
Con las máquinas de aire acondicionado ya tampoco logra buenas ganancias, pues el Estado vende las de ¾ tonelada a más de 200 dólares, y las de 1 tonelada a más de 300; ambas con dos meses de garantía. Por ese precio es casi conveniente comprarse un equipo de aire nuevo. El gas para la refrigeración el Estado lo vende a más de 300 dólares el botellón de 30 libras, con lo que solo para echarle gas a la máquina de un cliente debe cobrarle decenas de dólares.
Ahora por suerte conoce personas que le traen las piezas desde México. Con esto ganan los vendedores mexicanos, el mediador, mi amigo Clemente, ganan los clientes y aun así sale más barato que comprarle las piezas al Estado cubano. También cuesta menos comprar los rollos de tuberías de cobre y el propio gas a los que se lo ofrecen por la calle. No está interesado en incurrir en un delito de receptación ni en ser cómplice de robos. Solo quiere trabajar, pero los precios estatales le impiden hacerlo normalmente.
Clemente se muere de pena por tener que cobrarle a un coterráneo 25 dólares por reponerle una pieza de su refrigerador. Sin embargo, cuando el Estado multiplica los precios hasta por 5, ni se inmuta, y esto a pesar de que el primer precio debió haber estado ya de entrada multiplicado por 2.40 de su costo.
Nada, que Clemente va a tener que jubilarse también del trabajo ilegal.

ACERCA DEL AUTOR

Iris Lourdes Gómez García
Iris Lourdes Gómez García
Iris Lourdes Gómez García (La Habana, 1972): Licenciada en Economía (1995). Ha trabajado en diferentes empresas del Ministerio de Cultura. Ha terminado exitosamente cursos de posgrado en esos temas.

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