El José Martí que ahora mismo nos acecha *Por: Vicente Morín Aguado. El 5 de marzo José Martí nos acecha, con un grillete, arrastrando una pesada bola de hierro, a la salida del tribunal monárquico que le condenó en 1870 a 6 años de prisión bajo trabajos forzados, por haber escrito una pequeña carta, dirigida a un compañero de clase, cuestionándole su incorporación al ejército represor que España mantenía en la Isla.
El apóstol de nuestra independencia y libertades contaba con 17 años, los mismos de Jonathan, Emiyoslán, Amanda, Catherine, Brandon, Rowland y muchos más, una lista que la fiscalía del estado cubano ha fijado en 55 menores de 18, algunos ya sentenciados, otros esperando la segura condena, por participar en las manifestaciones públicas, pacíficas, contra el gobierno, el último 11 de julio.
Tal parece que en Cuba no ha transcurrido el tiempo, viajamos en sentido inverso, torcido. Inventaron la palabra distopía, ojalá que no nos sirva.
Martí ingresó al presidio el 21 de octubre de 1869 con 16 años, los 17 le llegaron bajo el sol quemante de las rocas calizas, pico en mano, de las canteras llamadas de San Lázaro, arrendadas por el estado al negociante catalán, Maestro de Obras, José María Sardá Gironella.
El padre de nuestro héroe nacional, Don Mariano, valenciano, era un funcionario menor, quien conoció a Sardá siendo Inspector de Puertos en Batabanó, localidad al sur de La Habana, punto de conexión con la entonces llamada Isla de Pinos, también administrada por la corona española.
Sardá había comprado por 24 mil escudos de plata la finca El Abra, bellísimo paisaje creado por la caprichosa corrosión de los mármoles de la Sierra de Casas, dejando un paso abierto intramontano, rellenado por tierras rojas de gran fertilidad. El lomerío resguarda por el oeste a Nueva Gerona, capital desde 1830 de la ínsula sureña, segunda en extensión de nuestro archipiélago.
Allí edificó una casona, auténtico Masías catalán en el trópico, con tejar, ladrillera y horno de la cal, imprescindible cemento de aquellos tiempos, agregando un acueducto que aún funciona, empleando el sudor de negros esclavos y no menos explotados inmigrantes chinos.
Martí no estaba en condiciones físicas de soportar seis largos años picando piedras, apenas estuvo uno, suficiente para dejarle afectaciones de por vida en sus ojos, acompañándole hasta la muerte una llaga del hierro en su tobillo derecho. Del grillete hizo un anillo con la palabra CUBA, que usó como única prenda hasta caer abatido por las balas el 19 de mayo de 1895.
Don Mariano consiguió sensibilizar al catalán, amigo del Capitán general de la Isla de Cuba, señor de vida y haciendas, quien conmutó la pena, primero por confinamiento en la Isla de Pinos, después deportación a España. El 13 de octubre de 1870 desembarcó en Nueva Gerona el jovencito, cojeando, nublada la vista por un lagrimeo enfermizo, llevado en calesa a la residencia campestre. |
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