lunes, 28 de julio de 2025

Un día como hoy, julio 28, en nuestra lucha contra el castrismo.

Un día como hoy, julio 28, en nuestra lucha contra el castrismo.

Dedicado a aquellos que dicen que en Cuba no se combatió el comunismo.

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PROHIBIDO OLVIDAR.

1959

Fueron arrestados y acusados de estar conspirando contra los poderes del Estado y enviados a la cárcel de Pinar del Río, Víctor González, Erasmo González, Ramon Ceballos, Jose Bosmenier, Heliodoro Herrera, Rogelio León Gómez, Gilberto Palacios, Mariano, Francisco y Eusebio Herrera, José Pérez Morales, Abelardo Pérez Morales, Jose Collazo Izquierdo, Faustino Cabrera, Eusebio Vertías Reyes, Lázaro Abreu Santos, Rolando Cacheira Plasencia, Francisco Rodríguez Pérez, Orlando Valdés Blanco e Inocente Arce Blanco.

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Los exmilitares del ejército de cuba, Juan Centellas Rodríguez, Patricio Torres y Natividad Maldonado Travieso son fusilados en Las Villas. Centellas Rodríguez en Cabaiguán, Torres y Maldonado en Santa Clara.

1960

El preso político Emilio Díaz Balboa es fusilado en los fosos de la fortaleza de La Cabaña en La Habana.

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En Florencia, provincia de Camagüey, asesinan en las oficinas del INRA, al soldado rebelde Manuel Gallardo por expresar públicamente su oposición al rumbo que estaba tomando la revolución.

1961

Un grupo de militantes del Movimiento Demócrata Cristiano interrumpieron un juego de baseball entre los Yankees de New York y los Tigres de Detroit lanzándose al terreno de juego con pancartas que decían “Cuba si, Rusia no.”

1969                                                                                                                                        El ex presidente de la república, Dr. Ramón Grau San Martín, fallece en La Habana. Ejerció su cargo entre 1944 y 1948.

1978

Pedro José Rodríguez. Lanzado desde la ventana del quinto piso de su hotel por agentes de la Seguridad del Estado G-2 por intentar escapar durante los XIII Juegos Centroamericanos y del Caribe celebrados en Medellín, Colombia. No se realizaron arrestos ni cargos penales en los tribunales.

[Source: Rogelio Ulibarri, Atleta Cubano asesinado en Medellín. La Naciòn, San José, Costa Rica, July 29, 1978. Of Human Rights (Washington, D.C.), Vol. 2, No. 2, Spring 1979, p. 22. /Archivo Cuba]

1989

El opositor Jorge Martínez Concepción es asesinado en Marianao, provincia de La Habana. Intentó penetrar en la embajada venezolana en un camión para solicitar asilo. Le dispararon en la cabeza los guardias cubanos.

[Source: Testimony of friend. Beruvides, 1993, p. 141. / Archivo Cuba]

1992

El coronel Esteban M. Beruvides junto a Ricardo Vázquez y Ana Rosa Nuñez fundan en Miami la Asociación de Historia de Cuba.

2016

El opositor Yusnel Contreras Kirscourt es asesinado por miembros de la policía castrista en Las Tunas, provincia de Oriente.

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126.- Guillermo Felipe Abstengo Carmenate es un ex comisario político de la Delegación del Ministerio del Interior en la provincia de Cienfuegos. Como tal es corresponsable de alto nivel de las actividades represivas llevadas a cabo por esas fuerzas militares mientras desempeñó el cargo. Se encuentra actualmente en Miami, EE.UU.

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Dictadura de Fidel Castro: los primeros meses registrados por la revista ‘Life en Español’

El repaso de publicaciones de la revista 'Life' de 1959 sobre Fidel Castro y la dictadura que aún nos oprime es un ejercicio más que necesario.

Cubanet         Colaborador desde Cuba                marzo 28, 2025

LA HABANA, Cuba. – Si un suceso ocupó espacio en la prensa de la época, en tanto colmaba de expectativas y temores a millones de personas en el mundo, fue sin dudas la llegada de Fidel Castro al poder en enero de 1959.

Meses antes, algún que otro reportaje en medios internacionales llamaba la atención sobre lo que sucedía en la Sierra Maestra. En tal sentido, decenas de corresponsales y fotógrafos de los principales periódicos y revistas estadounidenses establecidos en La Habana se mantenían a la espera del desenlace de los acontecimientos; la mayor parte de ellos en cierta medida contribuyendo, con sus simpatías por algunos sectores izquierdistas, a la idealización de una figura, la de Fidel Castro, de la que esperaban más de lo que luego ofreció en cuanto a la democratización y el desarrollo de un país que parecía haberse librado de una dictadura y, además, al rumbo que tomarían las relaciones con los Estados Unidos.

Por aquel entonces, Washington comenzaba a promover un mayor acercamiento con América Latina y el Caribe, teniendo en cuenta los grandes beneficios mutuos de estimular los intercambios económicos y políticos —que ya para la fecha ocupaban cerca del 10 por ciento de las inversiones de capital estadounidense a nivel global— pero, además, la agresiva labor de inteligencia y desestabilización desplegada por el régimen comunista de la Unión Soviética en aquellos pocos países como México, Argentina y Uruguay donde había logrado establecer sus únicas sedes diplomáticas.

Ambos temas, tanto el de la guerrilla en Cuba como el de los efectos de la influencia Rusa en los sindicatos y movimientos políticos declaradamente antiestadounidenses, fueron atendidos con sistematicidad en las páginas de publicaciones de la época, y tal regularidad puede ser rastreada, por ejemplo, en diarios como The New York Times —que sin dudas históricamente califica como el “más benévolo” (tal como lo describiría Thomas Dozier, subdirector de Life en Español, en 1959) con la figura de Fidel Castro desde los inicios de la dictadura castrista hasta la actualidad— o en revistas de circulación internacional y ediciones en varios idiomas como Times y Life.

Life, en su versión en español, con las redacciones centrales en Chicago y Nueva York, estuvo entre las más populares en la Isla. Una suscripción anual a la revista quincenal, con cerca de 80 páginas a todo color y en papel cromado, rondaba los 4 pesos, lo que la hacía asequible a todos los públicos, de modo que en incluso en las escuelas públicas era usada por maestros y estudiantes que gustaban de las “figuritas” (las imágenes) para ilustrar los trabajos de clase sobre ciencias naturales, historia, artes, en tanto su contenido variado y ameno lo propiciaba.  

Pero lo cierto es que Life fue la que mayor atención prestó a los procesos que se desencadenaron antes y después del 1ro. de enero de 1959, incluso documentando y hasta siendo protagonista de acontecimientos como la guerrilla en la Sierra Maestra (gran parte de las primeras imágenes de la Revolución Cubana, que hoy son consideradas icónicas, pertenecen a fotógrafos de Life), los procesos judiciales contra prisioneros de guerra que terminaron en grotescos espectáculos públicos y masacres, así como también la renuncia forzosa del presidente Manuel Urrutia (precisamente fue un fotógrafo de Life, Andrew St. George, el que sirvió como interlocutor entre Urrutia y Castro), y los ataques violentos a la prensa nacional e internacional que, insistiendo en mantenerse fiel a la verdad, se negaba a alinearse con los intereses del líder rebelde devenido en tirano.

Regresar en la actualidad a las viejas páginas de Life en Español, sobre todo a los 24 números aparecidos a lo largo del año 1959, repasarlos y contrastar lo escrito por aquellos periodistas con lo que ha pasado en los más de 60 años que han transcurrido desde aquellas primeras impresiones, advertencias, premoniciones y vaticinios, desde los primeros reportajes, análisis y noticias, es un ejercicio que no solo satisface la curiosidad de quien lee a la distancia del tiempo sino que, yendo al pasado, refresca la visión sobre acontecimientos actuales, sepultados por la nociva, contradictoria e invariable narrativa del régimen cubano, meticulosamente elaborada para ocultar la verdad y erigirse como víctima de una “conjura externa”, de una “guerra mediática” que, aun aceptándola como real, solo tendría al castrismo como su iniciador.

Life, del encantamiento a la decepción

 

Si un sentimiento se percibe fácilmente de la lectura de los primeros números de Life correspondientes a 1959 es el encantamiento en grado casi absoluto de los editores de la revista, en consonancia con las reacciones de la mayor parte de los medios extranjeros, en especial los estadounidenses, que cubrían los sucesos en Cuba.

Los últimos ejemplares de 1958, así como varios artículos sobre “la brutalidad del régimen de Batista” entre junio de 1956 y abril de 1958 (“El caso del undécimo cadáver”, 4 de junio de 1956, más el reportaje fotográfico sobre la guerrilla como desmentido a las declaraciones de Fulgencio Batista sobre el fin del levantamiento guerrillero, y la nota del 7 de abril de 1958, titulado “Tragedias, terrores y tahúres: Mientras Cuba hierve Batista se hace rico”) son muestras de cuán bondadosos con el “heróe guerrillero” eran los reportes que salían de La Habana.

De modo que a Fidel Castro, experto manipulador de la información y de las personas a su alrededor, se le hizo fácil usar a su favor el ambiente de ingenuidad que cundía entre los reporteros, y de escasa profundidad en los análisis de los expertos, que prestaban oídos sordos a las advertencias sobre un grupo de comunistas solapados entre los principales jefes guerrilleros, en especial el argentino Ernesto Che Guevara y Raúl Castro, este último muy vinculado desde antes de 1959 con agentes de la inteligencia soviética que operaban en México.

Artículos como los aparecidos en el número del 15 de diciembre de 1958 son un ejemplo de cómo el ambiente editorial de Life, conformado por Andrew Heiskell, como editor, con un consejo de redacción encabezado por Edward K. Thompson, como director y Henry Moscow, como subdirector de la versión en español, era propicio para lo que realmente ocurriría en Cuba pasara inadvertido.

1958 es un año en que, no casualmente, aparecen en Life varios artículos sobre la Unión Soviética, destacándose un extenso reportaje sobre la vida apacible en el río Volga, así como la exaltación de la figura de Nikita Khrushchev como detractor de las políticas de Stalin.

El entusiasmo, de marcado tono izquierdista, se extiende a los primeros números de 1959 (en el primero de ellos se incluye un reportaje sobre Alicia Alonso, la bailarina que no ocultó su apoyo incondicional al Movimiento 26 de Julio y a la ideología comunista, antes y después de 1959), incluso se mantiene más allá del número del 23 de febrero, donde ya comienzan a notarse los primeros signos del desencanto, a raíz del juicio al capitán del ejército de Batista, Jesús Sosa Blanco, un suceso convertido por Fidel Castro en espectáculo público y que, por primera vez, dividió las opiniones entre los partidarios del “héroe” cubano fuera de la Isla, dejando en franca minoría a quienes apoyaron los procesos de ajustes de cuenta que terminó con más de medio millar de fusilados en apenas tres meses de “Revolución”.

Punto crítico: El proceso de Sosa Blanco y el espectáculo de los fusilamientos

El proceso contra Sosa Blanco sin dudas fue como el chasquido de dedos que despertó a los hipnotizados por el encantador de serpientes, Fidel Castro.

Algunos fragmentos del reportaje publicado por Life dan cuenta del horror. En el número del 23 de febrero, a partir de la página 11, y bajo la pregunta: “¿Es justicia o espectáculo romano? Los procesos de La Habana”, aparece un amplio trabajo sobre el juicio al capitán Jesús Sosa Blanco, acompañado con imponentes fotografías de Joe Scherschel y Andrew St. George, enviados especialmente por Life a La Habana.

El autor del trabajo calificó el proceso como un “juicio espectacular y orgiástico” y escribió, además: “A la luz de los reflectores, 15.000 voces clamaban al unísono: ‘mátenlo’. En medio del tumulto general y ante 45 testigos que lo llamaban ‘asesino’ (…). (Los invitados extranjeros) quedaron más impresionados por el procedimiento que por el veredicto. (…) Sosa Blanco fue juzgado conforme a una mezcla de leyes viejas y nuevas forjadas por los rebeldes, de la que se podía esperar un solo veredicto: de culpabilidad, y una sola sentencia: la de muerte. No hubo, como lo disponía el antiguo código de Cuba, un jurado, sino un tribunal de tres hombres que actuó como juez, jurado y hasta como fiscal. Se aceptaban rumores. Bastaba que un testigo asegurara haber oído decir que Sosa era un malvado”, narra el artículo.

La Revolución Cubana comenzaba a revelarse como el circo que más tarde se transformó en arena de gladiadores, todos dirigidos por el “héroe” devenido en el narcisista, megalómano y sanguinario que muchos medios de prensa, anteriormente favorables al proceso político iniciado en 1959, no tardaron en denunciar y hasta en caricaturizar, como se aprecia, por ejemplo, en páginas de la revista Topaze, de Chile, donde se llega a decir: “Nos resultaba extremadamente simpático el líder de la Sierra Maestra, Fidel Castro. Le creíamos inflamado de amor a la libertad y la justicia, pero al parecer solo está llamado al odio”.

Por otra parte, Excelsior, de México, publica un dibujo de Abel Quezada donde se representa a Fidel Castro como una calavera, con una paloma en un hombro y una ametralladora en las manos. Otra imagen del mismo medio, pero de Arias Bernal, lo exhibe a la sombra de un ahorcado del que cuelga un cartel que dice: “Matanza cubana”.

El repudio se extiende hasta Brasil, donde el Diario Carioca, de izquierda y declaradamente “antiyanqui”, aplaude los primeros ataques verbales de Castro contra Estados Unidos, pero igual insiste en desaprobar los fusilamientos.

En Life comienzan a identificar por vez primera, como maniobra manida, que ha definido a la dictadura castrista hasta el presente, el intento de desviar la atención de los problemas internos hacia un enemigo externo inexistente, como se comprobará posteriormente en la acogida que recibió Fidel Castro en Estados Unidos, igualmente reseñada por Life, y hasta en las declaraciones a favor de los procesos realizadas por Charles O. Porter, representante estadounidense invitado con todo propósito por el dictador cubano como observador a las sesiones contra Sosa Blanco. Así, en el número del 23 de febrero de 1959 se puede leer: 

“La reacción de Castro ante la crítica general (con respecto al proceso de Sosa Blanco) consistió en la socorrida táctica de lanzar dardos a Estados Unidos. Aludiendo a una imaginaria intervención estadounidense en Cuba, exclamó: “200.000 gringos morirán”, apuntaba Life en un editorial.

No obstante, en el primer número de marzo de 1959, Life publicará un fragmento de la novela El reino de este mundo, de Alejo Carpentier, en consonancia con la visión de sus editores sobre los acontecimientos en el Caribe, el jolgorio popular, desenfrenado, caótico que rondaba las ejecuciones, para ellos más conectada con un asunto de idiosincrasia regional que con las influencias de los comunistas en el gobierno naciente,  algo que sí lograban identificar en las huelgas de los transportistas en México o en las revueltas “antiyanquis” en Panamá (en relación con el canal), claramente conectadas con la penetración de los sindicatos obreros por la inteligencia soviética.

La realidad política cubana, que desde el número de febrero de 1959 comenzó a ser descrita en titulares como un caos, para los editores de Life parecía consecuencia de otros fenómenos, y descartaban de plano la influencia de los comunistas, a pesar de denuncias importantes, como las realizadas por el comandante Pedro Díaz Lanz, jefe de la Fuerza Aérea de Fidel Castro, que habiendo escapado de Cuba, expuso las peligrosas influencias de los comunistas en el nuevo gobierno.

Con respecto al giro no advertido por un amplio sector de la prensa extranjera, un artículo en Life de agosto de 1959 se atrevía a decir: “Muchos cubanos de la clase media y alta, piensan que eso es exactamente lo que Castro está haciendo. Casi nadie cree que Fidel esté pagado por Rusia, y aún los opositores opinan que Pedro Díaz Lanz (…) exageró la nota ante el Comité del Senado estadounidense al decir, categóricamente, que hay comunistas en el Gobierno de Cuba”, afirmaba Life, y continuaba: “Muchos de los principales consejeros de Castro han tenido definidas inclinaciones izquierdistas, pero nadie —cubano o extranjero— que sepa realmente de estas cosas, puede señalar a un comunista reconocido con un alto cargo en el gobierno de Castro (…). En otras palabras, sería casi imposible acusar a Fidel Castro y su gobierno de ser agentes activos del comunismo internacional. Pero la política y los actos de Castro favorecen, sin lugar a dudas, la causa comunista”, terminaba sospechando el articulista.

Los miedos se hicieron realidad

Mientras buena parte de la oposición en el año 1959 esperaba a que Fidel causara su propia caída, la revista Life se mostraba confiada de la transparencia del proceso político emprendido por el líder rebelde, de ese modo, estaba convencida de que “el cubano de educación media, que tradicional e históricamente profesa una cálida amistad hacia Estados Unidos, no permitirá que Fidel arroje al país en brazos de la Unión Soviética”, aquí, entre aciertos y desaciertos menos peligrosos, se equivocaba rotundamente.

Ni siquiera las acusaciones del propio Fidel Castro, o el espectáculo de horrores del juicio a Sosa Blanco, que reportaron en el número del 23 de febrero de 1959, les permitió ver lo que se avenía.

Para mayo de 1959, los rumores de la penetración comunista comenzaban a convertirse en certeza. Aun así, la visita de Fidel Castro a Washington sirvió al régimen para disipar sospechas, algo que le funcionó, al menos con la prensa estadounidense y en especial con Life, que se deshizo en elogios con el “héroe” que aún no se revelaba del todo (al menos públicamente) como un dictador. Incluso lo describió como “impaciente por hacer cambiar de opinión a sus críticos estadounidenses”.

Se lee en ese número de mayo, bajo el editorial titulado “La visita de Castro a los Estados Unidos”, que Fidel Castro “(se dedicó) a comprender mejor a Estados Unidos” y “a pedir a los estadounidenses que trataran de comprender la Revolución Cubana”; y “conquistó una gran victoria personal ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado y ante la Asociación Norteamericana de Directores de Periódicos”. Life agrega: “Pero la mayoría de los estadounidenses esperan que tras descubrir por sí mismo la amistad que se le ha demostrado en Estados Unidos, el jefe rebelde tendrá menos propensión a exaltar a las muchedumbres cubanas con discursos antiyanquis (…). Declaró que prefiere el camino de la libertad a las consignas del comunismo, y aseguró que los rojos, si los hay en su gobierno, carecen de influencia”.

Pero inmediatamente, Life tacha la declaración de “ingenua”, dando mayor crédito a las informaciones que, con total razón, indicaban el engaño de Fidel Castro, así como la burla al pueblo y gobierno estadounidenses.

Para finales de agosto de 1959, ya era más que evidente la tomadura de pelo, y así se acababa la luna de miel entre Fidel Castro y la prensa extranjera que aún permanecía en Cuba. En el número del 24 de agosto, los editores de Life lanzan una gran pregunta en portada: “¿Qué anda mal en Cuba?”.

Un artículo firmado por Thomas Dozier, subdirector de Life en Español, titulado “Castro y el caos”, revela la profunda decepción de los que anteriormente se mostraron entusiastas y confiados.

“El clima político ha variado profundamente en los siete meses transcurridos desde que Fidel Castro (llegara al poder)”, dice Dozier, y agrega: “Lo que fue gloria y nobles principios se ha tornado caos y demagogia (…). Cuba ha cambiado una dictadura por otra (…). Pero hay algo más grave: Fidel Castro, deliberada o inconscientemente, alienta a la causa comunista más que cualquier líder político latinoamericano (…). Cuba no tiene un gobierno democrático ni probabilidades de establecerlo pronto (…). No hay prensa libre. Quien critique a Fidel corre el riesgo de arresto o fusilamiento por ‘contrarrevolucionario’, o el peligro de que Fidel azuzara a la chusma contra el periódico o redactor disidente”.

Pero Dozier se da cuenta de algo mucho más grave: “No solo hay dictadura en Cuba sino que, además, es militar”, y se horroriza con una realidad que, a pesar de los años, para nada es muy diferente de lo que sucede en la actualidad:

“Por lo general en las dictaduras militares hay, por lo menos, orden y eficiencia; en la de Castro impera la ineptitud y el caos (…), esto último refleja en parte la extraña personalidad de Fidel Castro, pero se debe, más que nada, al desorden y el extremismo de una economía planeada por un gobierno que pretende realizar mucho con excesiva rapidez, sin preocuparse por las consecuencias (…). Tratar con el Gobierno cubano es una pesadilla”, escribe el subdirector de la revista.

El artículo de Dozier, así como otros igualmente críticos que le sucedieron, irritaron sobremanera a Fidel Castro. Para finales de 1959, los corresponsales de Life en La Habana corrían la misma suerte que los periodistas y editores de Diario de la Marina y Avance, acusados de “contrarrevolución” y arrastrados a un proceso judicial que terminaría en cierres, difamaciones, asesinatos de reputación, persecución y cárcel como medidas ejemplarizantes para lo poco que iba quedando de la prensa libre en Cuba.

En uno de los últimos editoriales de ese año 1959, Life denuncia: “la prensa de la Cuba fidelista no es libre porque ha sido reducida, primero por su entusiasmo desenfrenado y más tarde por el miedo, a la condición de sierva del gobierno”.

Cualquier semejanza con la realidad cubana de hoy no es mera coincidencia. Ha sido un proceso paulatino de violento despojo de las libertades fundamentales. Los años han pasado pero el monstruo del comunismo en Cuba, ese del que solo unos pocos visionarios sospecharon en sus primeros días de instalado en la Isla, permanece aquí.

El repaso de publicaciones periódicas de aquellos primeros momentos de una dictadura que aún nos oprime es un ejercicio más que necesario, no solo para quienes buscan entender lo que ha pasado y cómo fue que llegamos a este punto en que ejercer el oficio de informar con honestidad es considerado por el régimen cubano no solo delito sino “amenaza” para la seguridad nacional.

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Un día como hoy, julio 27, en nuestra lucha contra el castrismo.

Un día como hoy, julio 27, en nuestra lucha contra el castrismo.

Dedicado a aquellos que dicen que en Cuba no se combatió el comunismo.

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PROHIBIDO OLVIDAR.

1959

Jesús Pozos es fusilado en Pinar del Río. Había pertenecido a las fuerzas armadas de la república.

1960

Manuel Gallardo es fusilado en Florida, provincia de Camagüey.

1962

El excoronel Ángel Custodio Bisset Colt y el excomandante Juan Cueto Sánchez fueron acusados y condenados a la pena de muerte por fusilamiento en un juicio celebrado en Santa Clara, Las Villas. Ambos eran masones y pertenecían a la organización, FURE, que ayudaba al frente guerrillero de la Sierra del Escambray encabezado por Osvaldo Ramírez. Los dos habían pertencido a las Fuerzas Armadas de la República a quienes no pudieron acusar de nada al triunfo de la Revolución.

[Hay discrepancias en cuanto a la fecha en que fueron ejecutados, dependiendo de la fuente consultada]

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Epifanio Ramoya es fusilado en La Cabaña.                                                                    *****                                                                                                                               Rubén Simón Domínguez Cuevas y Félix Velázquez son fusilados en Bayamo, Oriente.

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Eduardo Santos es fusilado en Sagua la Grande, provincia de Las Villas.

1963

Jorge León Rodríguez, “Chichí” muere en combate contra las milicias castristas cerca del Central Jaronú, provincia de Camagüey.

1964

Se celebra el juicio de la causa 364/64 de los tribunales castristas de la provincia de Las Villas en la que condenan a cumplir 30 años de cárcel a Agapito Rivera Milián. El fiscal había pedido la pena de muerte. 

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Representantes de veinte países americanos con el voto afirmativo de quince naciones y el negativo de cuatro (México, Chile, Bolivia y Uruguay) firmaron un documento que imponía a Cuba sanciones económicas y diplomáticas. 

Menos de un mes después Uruguay rompía todo vínculo con la Cuba castrista.

[Fuente: Enrique Ros. Años Críticos. Página 190] 

1965

Germán Regino Pérez Santana es fusilado en el castillo de San Severino, Matanzas.

1966

Julio Medina Marcel. Murió sin asistencia médica en el castillo del Príncipe a consecuencia de un ataque de asma.

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125.-El Teniente Coronel Eduardo Cala Villafranca fue Director de Cárceles y Prisiones en Pinar del Rio. Como tal es responsable de torturas practicadas en la Prisión Provincial de Pinar del Río y otros centros penitenciarios de esa provincia. Se encuentra actualmente en Miami, Florida, EE.UU.

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 Las primeras presas políticas cubanas

El blog de Tania Quintero    1 de mayo de 2015

taniaquintero.blogspot.com

 (XV y final) Gisela Sánchez y Melba de Feria

Testimonio tomado del libro Todo lo dieron por Cuba, de Mignon Medrano, Miami, 1995.

Fue en 1976 que arrestaron a Gisela Sánchez y a su tía Melba de Feria. Ya habían pasado más de quince años de haber sido institucionalizados la tortura y el terror como sistema del tenebroso Departamento de Seguridad del Estado, primero en Quinta Avenida y 14, Miramar, y después en Villa Marista, en el Reparto Sevillano.

Gisela cursaba la escuela primaria en un convento de monjas en Antilla, Oriente, y vivía en casa de sus abuelos. Las hordas castristas habían arrasado con todas las propiedades de la familia, entre ellas las fincas dedicadas a la ganadería, cría de puercos, cañaverales y cosecha de frutas. En su casa existía una oposición abierta contra el gobierno, pero no fue hasta que Gisela comenzó en la secundaria básica, cuando ella pudo comprobar cuánta razón tenía su familia. El adoctrinamiento que ella recibía, debía impartirlo a otros estudiantes. Además, estaba el programa obligatorio conocido como 'la escuela al campo': niños y jóvenes de los dos sexos eran trasladados a vivir en rústicos albergues campestres, aislados de sus padres y familiares.

Gisela apenas tenía 16 años cuando pasó a estudiar al preuniversitario en Holguín y comenzó a trabajar con la CIA, para ayudar a derrocar al infame gobierno. Su tía Melba encabezaba uno de estos grupos, pero era a otro jefe a quien Gisela pasaba datos sobre la escuela al campo y la carga que entraba y salía del puerto de Antilla. Al finalizar el preuniversitario, Gisela se mudó para el domicilio de sus tías Melba y Esther en La Habana. Al no pertenecer a organizaciones juveniles comunistas ni a comités de defensa de la revolución ni a federaciones femeninas, fue declarada 'antisocial' y no le permitieron seguir estudiando. El grupo con el que trabajaba mayormente se componía de jóvenes católicos, pero a veces se incorporaba alguien de quien se desconfiaba.

Durante uno de los frecuentes viajes a Oriente, en busca de información, a Gisela le avisan de Inmigración que tenía aprobada la salida para España. Decide regresar a La Habana y cuando aborda el avión, la Seguridad del Estado le ordena desembarcar, argumentando que su puesto es para una emergencia. Aquello fue un aviso de que debía andar con cautela. Sus cuidados no le valieron de mucho. Se encontraba acostada, con pijama y bata de casa, debido a una fuerte gripe y fiebre de 40 grados, cuando de pronto se vio rodeada por un grupo de milicianos negros, que habían subido hasta su cuarto como si persiguieran a un criminal. Sin dejarla preguntar y ni siquiera vestirse, el jefe del grupo le puso el revólver al pecho y le dijo que no podía moverse. Molesta, de un empujón, Gisela se quitó aquella mano de encima, provocando que la agarraran con más fuerza y se la llevaran sin despedirse de sus tías.

Meses más tarde, se enteraría que después de un exhaustivo registro, a su tía Melba también se la habían llevado detenida. Fueron incontables los esfuerzos de la Seguridad del Estado para convencer a Gisela de que cooperara con ellos. Su hermano estaba integrado a la revolución y a él le encomendaron reclutarla. Querían que trabajara para la Seguridad en Cuba o en Estados Unidos.

Durante semanas, permaneció en Villa Marista con la misma pijama y bata de casa con la que fue arrestada, sin darle oportunidad de asearse. La comida solía ser un perro caliente con moho en los extremos, unos espaguetis secos o un pedazo de pan duro. Una vez al día, en un vasito le servían dos dedos de agua. Con un alambrito, sacado del bastidor donde dormía, iba rayando en la pared lo que ella calculaba era el final de cada día. A veces durante los interrogatorios, sobre la mesa del teniente Briera, lograba ver un almanaque que la orientaba con respecto a las semanas transcurridas.

Aún hoy (recordar que el libro se publicó en 1995), Gisela es una mujer de llamativa belleza. Alta, rubia, tez muy blanca y enigmática sonrisa. Afirma que nunca la tocaron, pero cuando la guiaban en la oscuridad le murmuraban 'aquí estás sola y no te puedes defender, te podemos hacer lo que queramos', amenazándola con violarla y abusar de ella si no cooperaba con sus captores. Un día, angustiada por no poder comunicarse con su tía Melba, cuyos pasos sentía cuando la llevaban por el pasillo, con una cuchara decidió rayar una bandeja y puso: 'Tía, estoy bien, preocupada por ti', esperanzada en que un día la bandeja llegara a la celda de Melba, como en efecto ocurrió. El castigo no se hizo esperar, Gisela fue llevada a una celda helada. Creyó que iba a morir congelada, la sacaron en un estado tal que no podía mover la mandíbula, ni hablar y los pies y las manos tan entumecidos que estaban insensibles al tacto. Gracias a ese castigo supo que su mensaje le había llegado a su tía.

Sorpresivamente, le permitieron recibir ropa interior, un pantalón y una blusa para sustituir el pijama y la bata de casa. La ducha a la que tuvo acceso era un tubo por el que salía un chorrito de agua que cuando apenas comenzaba a salir, la cerraban. Cuando trataba de dormir, venían a decirle que la iban a entrevistar y se volvían a ir. Al poco rato volvían de nuevo. Según Gisela, las custodias mujeres eran peores que los hombres, las vejaban e insultaban con las peores obscenidades. Después de tormentosos meses en Villa Marista, aún sin juicio, le dijeron que la iban a sacar de ahí. Varios después, la llevaron para la granja América Libre, en El Cano, en las afueras de La Habana.

"Me trasladaron en una jaula, yo sola, encerrada por completo. Llegué a las 12 de la noche, me dieron un uniforme de presa, un par de tenis tres números mayores que el mío y un colchoncito enrollado. Me llevaron para el pabellón de las presas comunes y allí me dejaron nueve interminables meses, como castigo por mi actitud en Villa Marista. Antes de entrar, desde el segundo piso, donde estaban las criminales y las lesbianas, me gritaban: 'Carne fresca, carne fresca'. Estaba entrando en un mundo donde una siente que está cayendo en un abismo infinito, como hundirte en el vacío. Al llegar al pabellón, la combatiente me dijo: 'Tu vas a dormir aquí'. El lugar estaba lleno de mujeres negras, la única blanca era yo. En un pasillo había decenas de mujeres tiradas sobre el piso, porque no había camas, solo literas y colchones malolientes. Todo estaba sucio, el mal olor era insoportable. Y aquella cantidad de mujeres alrededor tuyo, mirándote, gritándote, era horrible. Agarré mi colchón y sin zafarlo lo tiré al piso para sentarme. Así pasé la noche. Por la mañana vino otra militar para llevarme a un lugar donde podría dormir.

"Ese lugar era más infernal aún que la Seguridad del Estado: allí te torturan sicológicamente, pero sabes donde estás, qué te rodea. Aquí no. Te rodea un mundo del que no sabes qué te puede pasar. En la oficina se encargaron de explicarme todo lo que me podía pasar. Y en más de una ocasión tuvo que venir una guarnición para controlar a las homosexuales, que querían picarme la cara. Aquellas mujeres me hicieron pasar momentos muy difíciles, porque querían violarme, eran unas salvajes, aunque en las comunes y las militares no todas eran tan malas.

"Cinco meses más tarde llegó mi tía Melba al pabellón de las comunes. No la reconocí, mi espanto al verla fue tal que solo atinaba a gritar insultos: 'Nunca los voy a perdonar, ustedes son unos asesinos'. Pesaba solo 90 libras, el pelo larguísimo y desaliñado, con muy mal color en la piel y una expresión que parecía un fantasma, como si hubiera salido de un electroshock. La habían destruido. Asela Pelayo, una negrita flaquita que era malísima, se portó de lo mejor, le cedió su cama y no permitió que yo le dejara mi cama a mi tía. Regalándoles cigarros y comida que mandaban de casa, mi tía logró granjearse la amistad de algunas en aquel vendaval de presas extrañas. Llegaron inclusive a alertarla cuando iban a usar drogas: 'Tía, esta noche no baje, porque tenemos un toque'.

"Mientras, el teniente Lester Rodríguez seguía presionándome, él o a través de mi hermano, para que colaborara con ellos. Fueron nueve meses infernales, con unos baños asquerosos y oscuros que no te dejaban ver ni lo que ibas a pisar. Cuando ponían el agua, tenías que bañarte con los zapatos puestos. La droga estaba a la orden del día, la tomaban, la olían, se tomaban los desodorantes con benadrilina. La guarnición tenía que venir, esas mujeres acababan con cualquiera, hasta las camas las tiraban. Ni dormir podías, con un ojo cerrado y el otro abierto, siempre a la defensiva, para que no te roben, no te piquen, no te maten. Estás en la cama y se te tiran encima, te rompen la ropa, te golpean, te halan el pelo, te cortan con las cucharas afiladas que tienen. Entre ellas, todos los días había sangre, por robo, por droga. Pasé dos sustos grandes, pero gracias a Dios, nunca llegaron a cortarme.

"Logré unirme a un grupo de comunes presas por robo, mujeres que eran administradoras de mercados que habían desfalcado o robaban para revender y ganarse unos pesos en la calle. Así no estaba tan sola y lograba cierta protección contra las otras. Finalmente, a los nueve meses y aún sin juicio, a tía Melba y a mí nos llevaron con las presas políticas. El cambio fue un bálsamo. Un año más tarde nos llevaron a juicio. Un juicio muy singular, porque no puedes hablar. Y te endilgan 25 años y no puedes objetar nada. Después de la sentencia, me siguieron hostigando y amenazando con mi familia. Me ayudó mucho una presa, Onelia Izquierdo, una bellísima persona. Era una presa de años y me dió consejos que nunca he podido olvidar.

"Tuve experiencias contrastantes. Una reeducadora, Modesta Hernández, es echó a llorar cuando le hablé de verdad, al corazón. Era una buena mujer. Pero otra militar negra, Angela Caly, que parecía un hombre, te insultaba y te trataba como un perro. Para hacer una requisa, te sacaba al patio, al sol hirviendo y te dejaba allí a su gusto, sin agua, varias horas. Al regresar, te lo habían destruido todo, solo por maldad. Ya en el exilio, vine a saber que Ana Lázara y otras dos estuvieron cinco años en celdas tapiadas. Cuando nosotras llegamos, ya no existía el plan de las plantadas y fuimos a reeducación. Creo que solo quedaban 15 o 20 plantadas, no recuerdo todos los nombres: Polita Grau, Georgina Cid, Aleja Sánchez, América Quesada y la Niña del Escambray, con quien pude hablar. Recuerdo su retraimiento, siempre silente, su cara triste, la volvieron loca para el resto de su vida. Pobrecita, pobrecita.

"En diciembre de 1978 fue el primer indulto, el segundo en enero de 1979 y el tercero en marzo del 79. En este último nos liberaron a mi tía y a mí, el 13 de marzo de 1979, con la condición de que teníamos que irnos del país. Tan pronto salimos de la cárcel, yo me casé con mi novio de entonces, que me visitaba en la cárcel y cargó conmigo la cruz de mi encierro. Años después nos separaríamos".

Es ahora Melba de Feria quien tercia en la conversación. Con setenta y pico de años, apenas cinco pies de estatura y frágil apariencia, no es precisamente el prototipo de una desafiante. Pero vibra en ella la sangre mambisa de su padre y con firmeza añade:

"Jamás hubo en Cuba un presidio político de mujeres tan grande y tan abusivo. A mí me negaban la comida y me interrogaban hasta casi matarme, porque como jefa de grupo, yo sabía lo que no sabía mi sobrina. Pero la conciencia de estar cumpliendo con un deber, te mantiene en pie. Un día, el teniente me dijo: 'Tu padre se hubiera abochornado de ti'. Y le riposté: 'No, mi padre hubiera estado orgulloso de mí, porque yo estoy presa por luchar contra los comunistas como él luchó contra los españoles'.

Lamentamos no tener fotos de Gisela y Melba. Utilizamos esta foto como ilustración.

De Izq a der, de pie, Eddith Knapp, Reina Peñate, Dra Isabel Rodriguez, Cristina Cabezas. Sentadas, Gloria Lassales y Vivian de Castro..jpg

Un día como hoy, julio 27, en nuestra lucha contra el castrismo.

Un día como hoy, julio 27, en nuestra lucha contra el castrismo.

Dedicado a aquellos que dicen que en Cuba no se combatió el comunismo.

Comparta estas efemérides. Gracias.

PROHIBIDO OLVIDAR.

1959

Jesús Pozos es fusilado en Pinar del Río. Había pertenecido a las fuerzas armadas de la república.

1960

Manuel Gallardo es fusilado en Florida, provincia de Camagüey.

1962

El excoronel Ángel Custodio Bisset Colt y el excomandante Juan Cueto Sánchez fueron acusados y condenados a la pena de muerte por fusilamiento en un juicio celebrado en Santa Clara, Las Villas. Ambos eran masones y pertenecían a la organización, FURE, que ayudaba al frente guerrillero de la Sierra del Escambray encabezado por Osvaldo Ramírez. Los dos habían pertencido a las Fuerzas Armadas de la República a quienes no pudieron acusar de nada al triunfo de la Revolución.

[Hay discrepancias en cuanto a la fecha en que fueron ejecutados, dependiendo de la fuente consultada]

*****

Epifanio Ramoya es fusilado en La Cabaña.                                                                    *****                                                                                                                               Rubén Simón Domínguez Cuevas y Félix Velázquez son fusilados en Bayamo, Oriente.

*****

Eduardo Santos es fusilado en Sagua la Grande, provincia de Las Villas.

1963

Jorge León Rodríguez, “Chichí” muere en combate contra las milicias castristas cerca del Central Jaronú, provincia de Camagüey.

1964

Se celebra el juicio de la causa 364/64 de los tribunales castristas de la provincia de Las Villas en la que condenan a cumplir 30 años de cárcel a Agapito Rivera Milián. El fiscal había pedido la pena de muerte. 

*****

Representantes de veinte países americanos con el voto afirmativo de quince naciones y el negativo de cuatro (México, Chile, Bolivia y Uruguay) firmaron un documento que imponía a Cuba sanciones económicas y diplomáticas. 

Menos de un mes después Uruguay rompía todo vínculo con la Cuba castrista.

[Fuente: Enrique Ros. Años Críticos. Página 190] 

1965

Germán Regino Pérez Santana es fusilado en el castillo de San Severino, Matanzas.

1966

Julio Medina Marcel. Murió sin asistencia médica en el castillo del Príncipe a consecuencia de un ataque de asma.

Juan Cueto Sánchez. Fusilado.jpg

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125.-El Teniente Coronel Eduardo Cala Villafranca fue Director de Cárceles y Prisiones en Pinar del Rio. Como tal es responsable de torturas practicadas en la Prisión Provincial de Pinar del Río y otros centros penitenciarios de esa provincia. Se encuentra actualmente en Miami, Florida, EE.UU.

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 Las primeras presas políticas cubanas

El blog de Tania Quintero    1 de mayo de 2015

taniaquintero.blogspot.com

 (XV y final) Gisela Sánchez y Melba de Feria

Testimonio tomado del libro Todo lo dieron por Cuba, de Mignon Medrano, Miami, 1995.

Fue en 1976 que arrestaron a Gisela Sánchez y a su tía Melba de Feria. Ya habían pasado más de quince años de haber sido institucionalizados la tortura y el terror como sistema del tenebroso Departamento de Seguridad del Estado, primero en Quinta Avenida y 14, Miramar, y después en Villa Marista, en el Reparto Sevillano.

Gisela cursaba la escuela primaria en un convento de monjas en Antilla, Oriente, y vivía en casa de sus abuelos. Las hordas castristas habían arrasado con todas las propiedades de la familia, entre ellas las fincas dedicadas a la ganadería, cría de puercos, cañaverales y cosecha de frutas. En su casa existía una oposición abierta contra el gobierno, pero no fue hasta que Gisela comenzó en la secundaria básica, cuando ella pudo comprobar cuánta razón tenía su familia. El adoctrinamiento que ella recibía, debía impartirlo a otros estudiantes. Además, estaba el programa obligatorio conocido como 'la escuela al campo': niños y jóvenes de los dos sexos eran trasladados a vivir en rústicos albergues campestres, aislados de sus padres y familiares.

Gisela apenas tenía 16 años cuando pasó a estudiar al preuniversitario en Holguín y comenzó a trabajar con la CIA, para ayudar a derrocar al infame gobierno. Su tía Melba encabezaba uno de estos grupos, pero era a otro jefe a quien Gisela pasaba datos sobre la escuela al campo y la carga que entraba y salía del puerto de Antilla. Al finalizar el preuniversitario, Gisela se mudó para el domicilio de sus tías Melba y Esther en La Habana. Al no pertenecer a organizaciones juveniles comunistas ni a comités de defensa de la revolución ni a federaciones femeninas, fue declarada 'antisocial' y no le permitieron seguir estudiando. El grupo con el que trabajaba mayormente se componía de jóvenes católicos, pero a veces se incorporaba alguien de quien se desconfiaba.

Durante uno de los frecuentes viajes a Oriente, en busca de información, a Gisela le avisan de Inmigración que tenía aprobada la salida para España. Decide regresar a La Habana y cuando aborda el avión, la Seguridad del Estado le ordena desembarcar, argumentando que su puesto es para una emergencia. Aquello fue un aviso de que debía andar con cautela. Sus cuidados no le valieron de mucho. Se encontraba acostada, con pijama y bata de casa, debido a una fuerte gripe y fiebre de 40 grados, cuando de pronto se vio rodeada por un grupo de milicianos negros, que habían subido hasta su cuarto como si persiguieran a un criminal. Sin dejarla preguntar y ni siquiera vestirse, el jefe del grupo le puso el revólver al pecho y le dijo que no podía moverse. Molesta, de un empujón, Gisela se quitó aquella mano de encima, provocando que la agarraran con más fuerza y se la llevaran sin despedirse de sus tías.

Meses más tarde, se enteraría que después de un exhaustivo registro, a su tía Melba también se la habían llevado detenida. Fueron incontables los esfuerzos de la Seguridad del Estado para convencer a Gisela de que cooperara con ellos. Su hermano estaba integrado a la revolución y a él le encomendaron reclutarla. Querían que trabajara para la Seguridad en Cuba o en Estados Unidos.

Durante semanas, permaneció en Villa Marista con la misma pijama y bata de casa con la que fue arrestada, sin darle oportunidad de asearse. La comida solía ser un perro caliente con moho en los extremos, unos espaguetis secos o un pedazo de pan duro. Una vez al día, en un vasito le servían dos dedos de agua. Con un alambrito, sacado del bastidor donde dormía, iba rayando en la pared lo que ella calculaba era el final de cada día. A veces durante los interrogatorios, sobre la mesa del teniente Briera, lograba ver un almanaque que la orientaba con respecto a las semanas transcurridas.

Aún hoy (recordar que el libro se publicó en 1995), Gisela es una mujer de llamativa belleza. Alta, rubia, tez muy blanca y enigmática sonrisa. Afirma que nunca la tocaron, pero cuando la guiaban en la oscuridad le murmuraban 'aquí estás sola y no te puedes defender, te podemos hacer lo que queramos', amenazándola con violarla y abusar de ella si no cooperaba con sus captores. Un día, angustiada por no poder comunicarse con su tía Melba, cuyos pasos sentía cuando la llevaban por el pasillo, con una cuchara decidió rayar una bandeja y puso: 'Tía, estoy bien, preocupada por ti', esperanzada en que un día la bandeja llegara a la celda de Melba, como en efecto ocurrió. El castigo no se hizo esperar, Gisela fue llevada a una celda helada. Creyó que iba a morir congelada, la sacaron en un estado tal que no podía mover la mandíbula, ni hablar y los pies y las manos tan entumecidos que estaban insensibles al tacto. Gracias a ese castigo supo que su mensaje le había llegado a su tía.

Sorpresivamente, le permitieron recibir ropa interior, un pantalón y una blusa para sustituir el pijama y la bata de casa. La ducha a la que tuvo acceso era un tubo por el que salía un chorrito de agua que cuando apenas comenzaba a salir, la cerraban. Cuando trataba de dormir, venían a decirle que la iban a entrevistar y se volvían a ir. Al poco rato volvían de nuevo. Según Gisela, las custodias mujeres eran peores que los hombres, las vejaban e insultaban con las peores obscenidades. Después de tormentosos meses en Villa Marista, aún sin juicio, le dijeron que la iban a sacar de ahí. Varios después, la llevaron para la granja América Libre, en El Cano, en las afueras de La Habana.

"Me trasladaron en una jaula, yo sola, encerrada por completo. Llegué a las 12 de la noche, me dieron un uniforme de presa, un par de tenis tres números mayores que el mío y un colchoncito enrollado. Me llevaron para el pabellón de las presas comunes y allí me dejaron nueve interminables meses, como castigo por mi actitud en Villa Marista. Antes de entrar, desde el segundo piso, donde estaban las criminales y las lesbianas, me gritaban: 'Carne fresca, carne fresca'. Estaba entrando en un mundo donde una siente que está cayendo en un abismo infinito, como hundirte en el vacío. Al llegar al pabellón, la combatiente me dijo: 'Tu vas a dormir aquí'. El lugar estaba lleno de mujeres negras, la única blanca era yo. En un pasillo había decenas de mujeres tiradas sobre el piso, porque no había camas, solo literas y colchones malolientes. Todo estaba sucio, el mal olor era insoportable. Y aquella cantidad de mujeres alrededor tuyo, mirándote, gritándote, era horrible. Agarré mi colchón y sin zafarlo lo tiré al piso para sentarme. Así pasé la noche. Por la mañana vino otra militar para llevarme a un lugar donde podría dormir.

"Ese lugar era más infernal aún que la Seguridad del Estado: allí te torturan sicológicamente, pero sabes donde estás, qué te rodea. Aquí no. Te rodea un mundo del que no sabes qué te puede pasar. En la oficina se encargaron de explicarme todo lo que me podía pasar. Y en más de una ocasión tuvo que venir una guarnición para controlar a las homosexuales, que querían picarme la cara. Aquellas mujeres me hicieron pasar momentos muy difíciles, porque querían violarme, eran unas salvajes, aunque en las comunes y las militares no todas eran tan malas.

"Cinco meses más tarde llegó mi tía Melba al pabellón de las comunes. No la reconocí, mi espanto al verla fue tal que solo atinaba a gritar insultos: 'Nunca los voy a perdonar, ustedes son unos asesinos'. Pesaba solo 90 libras, el pelo larguísimo y desaliñado, con muy mal color en la piel y una expresión que parecía un fantasma, como si hubiera salido de un electroshock. La habían destruido. Asela Pelayo, una negrita flaquita que era malísima, se portó de lo mejor, le cedió su cama y no permitió que yo le dejara mi cama a mi tía. Regalándoles cigarros y comida que mandaban de casa, mi tía logró granjearse la amistad de algunas en aquel vendaval de presas extrañas. Llegaron inclusive a alertarla cuando iban a usar drogas: 'Tía, esta noche no baje, porque tenemos un toque'.

"Mientras, el teniente Lester Rodríguez seguía presionándome, él o a través de mi hermano, para que colaborara con ellos. Fueron nueve meses infernales, con unos baños asquerosos y oscuros que no te dejaban ver ni lo que ibas a pisar. Cuando ponían el agua, tenías que bañarte con los zapatos puestos. La droga estaba a la orden del día, la tomaban, la olían, se tomaban los desodorantes con benadrilina. La guarnición tenía que venir, esas mujeres acababan con cualquiera, hasta las camas las tiraban. Ni dormir podías, con un ojo cerrado y el otro abierto, siempre a la defensiva, para que no te roben, no te piquen, no te maten. Estás en la cama y se te tiran encima, te rompen la ropa, te golpean, te halan el pelo, te cortan con las cucharas afiladas que tienen. Entre ellas, todos los días había sangre, por robo, por droga. Pasé dos sustos grandes, pero gracias a Dios, nunca llegaron a cortarme.

"Logré unirme a un grupo de comunes presas por robo, mujeres que eran administradoras de mercados que habían desfalcado o robaban para revender y ganarse unos pesos en la calle. Así no estaba tan sola y lograba cierta protección contra las otras. Finalmente, a los nueve meses y aún sin juicio, a tía Melba y a mí nos llevaron con las presas políticas. El cambio fue un bálsamo. Un año más tarde nos llevaron a juicio. Un juicio muy singular, porque no puedes hablar. Y te endilgan 25 años y no puedes objetar nada. Después de la sentencia, me siguieron hostigando y amenazando con mi familia. Me ayudó mucho una presa, Onelia Izquierdo, una bellísima persona. Era una presa de años y me dió consejos que nunca he podido olvidar.

"Tuve experiencias contrastantes. Una reeducadora, Modesta Hernández, es echó a llorar cuando le hablé de verdad, al corazón. Era una buena mujer. Pero otra militar negra, Angela Caly, que parecía un hombre, te insultaba y te trataba como un perro. Para hacer una requisa, te sacaba al patio, al sol hirviendo y te dejaba allí a su gusto, sin agua, varias horas. Al regresar, te lo habían destruido todo, solo por maldad. Ya en el exilio, vine a saber que Ana Lázara y otras dos estuvieron cinco años en celdas tapiadas. Cuando nosotras llegamos, ya no existía el plan de las plantadas y fuimos a reeducación. Creo que solo quedaban 15 o 20 plantadas, no recuerdo todos los nombres: Polita Grau, Georgina Cid, Aleja Sánchez, América Quesada y la Niña del Escambray, con quien pude hablar. Recuerdo su retraimiento, siempre silente, su cara triste, la volvieron loca para el resto de su vida. Pobrecita, pobrecita.

"En diciembre de 1978 fue el primer indulto, el segundo en enero de 1979 y el tercero en marzo del 79. En este último nos liberaron a mi tía y a mí, el 13 de marzo de 1979, con la condición de que teníamos que irnos del país. Tan pronto salimos de la cárcel, yo me casé con mi novio de entonces, que me visitaba en la cárcel y cargó conmigo la cruz de mi encierro. Años después nos separaríamos".

Es ahora Melba de Feria quien tercia en la conversación. Con setenta y pico de años, apenas cinco pies de estatura y frágil apariencia, no es precisamente el prototipo de una desafiante. Pero vibra en ella la sangre mambisa de su padre y con firmeza añade:

"Jamás hubo en Cuba un presidio político de mujeres tan grande y tan abusivo. A mí me negaban la comida y me interrogaban hasta casi matarme, porque como jefa de grupo, yo sabía lo que no sabía mi sobrina. Pero la conciencia de estar cumpliendo con un deber, te mantiene en pie. Un día, el teniente me dijo: 'Tu padre se hubiera abochornado de ti'. Y le riposté: 'No, mi padre hubiera estado orgulloso de mí, porque yo estoy presa por luchar contra los comunistas como él luchó contra los españoles'.

Lamentamos no tener fotos de Gisela y Melba. Utilizamos esta foto como ilustración.