viernes, 5 de diciembre de 2025

Un día como hoy, diciembre 5, en nuestra lucha contra el Castro comunismo.

Un día como hoy, diciembre 5, en nuestra lucha contra el Castro comunismo.

Dedicado a aquellos que dicen que en Cuba no se luchó contra el comunismo.

Comparta estas efemérides. Gracias.

PROHIBIDO OLVIDAR.

1960

El Comité Ejecutivo del Colegio Médico Nacional (Revolucionario) expulsó a mas de cien médicos de la organización por no ser simpatizantes del régimen. 

1961

El colaborador de alzados Andrés Ramón Fandiño Ramírez que se había incorporado al proceso insurreccional desde mediados del año anterior realizando numerosas acciones en contra de la dictadura es fusilado en el Condado, Las Villas. Había sido detenido alrededor de las 11pm del día 4 y fusilado entre las 2 y las 3 del día 5.

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El alzado en armas contra el régimen comunista cubano Rolando Cañizares es fusilado en Condado, Las Villas.

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EI comandante Osvaldo Ramírez, Jefe de las guerrillas del Escambray, publica una proclama dirigida al Pueblo Cubano, solicitando que se unieran a sus fuerzas para derrotar al IMPERIALISMO SOVIETICO. 

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Pedro Fernández Barceló es fusilado en La Cabaña.

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Muere fusilado en la provincia de Las Villas un guerrillero de apellido Rojas, conocido como “el Habanero.”

1962

Roberto López Núñez, miembro de la guerrilla anticomunista de Francisco Robaina Rodríguez “Machete” es fusilado en Herradura, Pinar del Río.

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El ex soldado del Ejército Rebelde, Pedro Cantero Hurtado y su cuñado Rolando Calvo González son acusados de suministrarle armas a los alzados que operaban en el Escambray y son fusilados en La Campana. 

1963

Un comando procedente del exilio ataca un puesto de la Marina castrista en Cayo Cristo al norte de Sagua la Grande, Las Villas.

1966

El preso político Arsenio Cruz es asesinado en Victoria de las Tunas, Oriente.

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Juicio a pilotos militares en 1959 

Por   Francisco H. Tabernilla

El tirano de Cuba, Fidel Castro, que lleva 50 años en el poder con miles de fusilados con un historial probado de terrorismo y narcotráfico, que ha destruido a una nación física y moralmente y ha convertido en esclavos a un pueblo entero, recibe recientemente la visita de 8 presidentes que llegan a su madriguera a rendirle pleitesía como si fuera la autoridad suprema del país. La traición y el engaño son sus más sobresalientes notas. Recordemos su visita a Washington al triunfo de la Revolución comunista cuando dijo: “yo no soy comunista” y cuando el 4 de enero de 1959 se reúne en Camagüey con pilotos de la FAEC (Fuerza Aérea del Ejército de Cuba) y les dice que no tienen problemas, que podrían quedarse en la nueva fuerza aérea o ir a la Compañía Cubana de Aviación, y a las pocas semanas, el 8 de marzo, 19 pilotos militares, más artilleros y mecánicos “fuimos detenidos y enjuiciados por diversos cargos conectados con la participación en la guerra ya terminada”, nos dicen los P.A. (Pilotos Aviadores) primer teniente Guillermo A. Estévez y segundo teniente Juan Clark en una declaración publicada en El Nuevo Herald, el 8 de marzo, 2009, al cumplirse 50 años que involucró el juicio e injusto encarcelamiento de pilotos de la FAEC.

          El Tribunal Revolucionario nombrado por el propio Castro estaba compuesto por hombres de conducta intachable como el comandante Félix Lutgerio Pena, ex dirigente de la Juventud Católica, como presidente, junto con el comandante aviador Antonio Michel Yabor y el primer teniente Adalberto Parúas Toll. El juicio celebrado en Santiago de Cuba, duró alrededor de un mes. El fiscal no le entregó a los abogados defensores el sumario antes del juicio. A pesar de esa ilegalidad, la labor de la defensa fue brillante. Tras una muy seria deliberación, el veredicto de absolución de todos los cargos formulados fue unánime. Sin embargo, en vez de ser puestos en libertad como ordenó el tribunal, los encausados fuimos mantenidos en la sala del juicio, rodeados de un buen número de militares, ya que el jefe de la escolta recibió órdenes de no dejarnos ir. Poco después fuimos montados en un camión con escolta militar y llevados a la Prisión de Boniato en Santiago de Cuba. El valiente padre jesuita cubano, Francisco Guzmán, bien conocido y respetado en esa ciudad, montó en el camión con nosotros. Al llegar a la prisión fuimos llevados al Pabellón 5A, lleno de basura, excremento humano y ratones. Tampoco había camas ni facilidades higiénicas.

          Esa misma noche de la absolución, el 2 de marzo, Castro fue ante la prensa escrita, radial y televisada, anulando con su palabra la sentencia absolutoria, ¡una verdadera monstruosidad jurídica! Afirmó que los aviadores eran enemigos potenciales de la Revolución y que ésta no podía darse el lujo de absolverlos y dejarlos en libertad. Nombró un nuevo Tribunal Superior compuesto por cinco comandantes de su círculo íntimo y el ministro de Defensa de entonces actuando como fiscal. Con esta medida se violaba el principio jurídico de que “no caben dos juicios sobre el mismo cargo”, o que “se prohíbe juzgar la misma cosa dos veces”, y que “no hay pena si no existe una ley previa”. 

          Castro, como abogado, conocía estos principios básicos, más rompió y violó el principio de “la santidad de la cosa juzgada”. Este es el momento que convierte a Castro en la autoridad suprema del país, por encima del Poder Judicial y muestra fuertemente su tiránico modo futuro de gobernar. Esta insólita acción tuvo gran conmoción en Cuba y una intensa resonancia internacional. 

          Horas después del arribo a Boniato, tarde en la noche, el director del penal permitió la entrada de una turba -aparentemente militantes del Partido Socialista Popular- armada de palos, cabillas y machetes encaminada hasta el pabellón donde nos encontrábamos. Afortunadamente el padre Guzmán, testigo del juicio y nuestro acompañante hasta el penal, se mantuvo toda la noche cerca de nosotros en el pasillo frente al 5A. Cuando la turba empezó a vociferar amenazante, en una escena dantesca, el padre Guzmán se les enfrentó, a gritos, y a veces parado ante las rejas con los brazos abiertos, y pudo aplacar la situación consiguiendo que se retiraran sin hacernos daño. La intención de la turba era sin dudas lincharnos.

          El decoro de los abogados dignos de la época fue salvado por las cartas de enérgica protesta del Colegio Provincial de Abogados de Santiago de Cuba y del Colegio de Abogados de La Habana. En ambos casos dirigidas a Castro y a la opinión pública cubana, siendo publicadas en toda la prensa. Inmediatamente el Colegio Nacional de Abogados, bajo la presidencia del Dr. Enrique Llansó Ordóñez, se solidarizó con ambos colegios. Por esta acción muchos de esos abogados sufrieron posteriormente la expulsión de sus cátedras de las universidades de Oriente y La Habana. Muchos fueron perseguidos y humillados y algunos fueron presos. Otros tuvieron que abandonarlo todo y escapar al exilio, aunque había entre ellos simpatizantes de la Revolución y declarados revolucionarios. 

          El 5 de marzo, tres días después del primer juicio, a las 8 p.m., comenzó el segundo. Este fue de carácter sumarísimo, un verdadero espectáculo político-jurídico que terminó a las cuatro de la madrugada. El fiscal en este segundo juicio no pudo presentar nuevos cargos ni evidencias. Los buscó, no las había. Nosotros los aviadores no estuvimos presentes; nos mantuvieron en la cárcel de Boniato.  

El 5 de marzo, tres días después del primer juicio, a las 8:00 p. m. comenzó el segundo. Este fue de carácter sumarísimo, un verdadero espectáculo político-jurídico que terminó a las cuatro de la madrugada. El fiscal en este segundo juicio no pudo presentar nuevos cargos ni evidencias. Los buscó, no las había. Nosotros los aviadores no estuvimos presentes; nos mantuvieron en la cárcel de Boniato.

          El fiscal llenó la sala de turbas preparadas que abuchearon, empujaron y hasta expulsaron a los abogados defensores hasta que quedó sólo el Dr. Carlos Peña Jústiz, realizando una valiente y brillante defensa. Al terminar su alegato dijo al Tribunal: “Si ustedes condenan a estos muchachos, que ya han sido absueltos, convertirán a Fidel Castro en el Napoleón del Caribe y la Revolución en una tiranía-“Mucho le costarían esa palabras al digno abogado santiaguero que había sido colaborador del Movimiento 26 de Julio.

          El 8 de marzo, tres días después del segundo juicio, Castro se presentó ante todos los medios de comunicación para anunciar la sentencia: “Pilotos, 30 años; artilleros, 20 años; mecánicos, 2 años. Todos condenados a trabajo forzado”, ya abolido en Cuba desde su independencia.

          Peña Jústiz y los tres miembros del Tribunal del primer juicio que nos absolvió recibieron, en distintas formas aciagas consecuencias de su histórica y justa actuación. Fueron taimadas y hasta letales represalias por no habernos condenado como les habían ordenado. Un tiempo después, Peña Justiz fue arrestado con motivo de una conspiración con gran involucramiento de abogados. Fue llevado a Arroyo Blanco, un centro de detención y tortura y fusilamientos cerca de Guantánamo. Allí fue humillado y torturado de múltiples formas. Le infligieron repetidamente la torturad del agua, metiéndole la cabeza en una poceta hasta casi ahogarlo. Peor aún, fue llevado al lugar de las ejecuciones, atándolo a uno de los postes de ejecución junto con otros reos. Se daba la orden de “preparen, apunten, fuego”, al tronar de los fusiles y después el tiro de gracia. Habían fusilado a los otros, pero él quedaba vivo. Luego le decían que “la próxima sería de verdad”. Esa tortura se la hicieron varias veces. El propósito era extraerle una confesión y que delatara a presuntos conspiradores. Nunca podía saber si era de verdad o para torturarlo. El escenario era tan real que hubo veces en que Peña Justiz se creyó muerto. En el tiempo que estuvo en Arroyo Blanco hubo 39 fusilados. 

          Estando yo en la prisión de Isla de Pinos, un día llegó una cordillera o fila de nuevos presos que entraban en la Circular No. 1, donde me encontraba. Veo a un hombre delgado, demacrado, la sombra de aquel apuesto, rozagante abogado que yo conocí durante el juicio. Era Peña Justiz, que apenas reconocí. Me contó lo que había pasado. Finalmente lo habían condenado a 20 años de prisión. Para más ensañamiento, al salir del presidio no lo dejaron salir del país.

          El presidente del tribunal, el comandante rebelde Pena pagó más caro aún por su sentido de honestidad y justicia. Fue hallado muerto de un balazo en el pecho dentro de un automóvil estacionado en el campo de aviación del Campamento de Columbia con posterioridad a una acalorada discusión con los hermanos Castro. Pude saber por boca del capitán piloto Manuel Iglesias, que otro miembro del mismo tribunal de absolución, el comandante Michel Yabor había venido esa mañana en su automóvil con su gran amigo Pena. Michel Yabor tenía que recoger algo en su habitación y dejó a Pena en el estacionamiento, dentro del carro y con las llaves puestas. Al bajar Michel Yabor no encontró el carro. Un soldado le dijo que un par de hombres vestidos de uniforme había conversado con Pena y éste los montó y fueron en dirección a la gasolinera para los miembros de la Fuerza Aérea Revolucionaria. Michel Yabor se encaminó hacia allí pero no los encontró y le dijeron que no habían visto su carro. Comenzó a buscarlo y lo encontró en una pequeña calle interna que moría en la cerca del campamento. Al llegar recibió la espantosa sorpresa de ver el cuerpo de su amigo, sangrando del lado izquierdo superior del pecho, muerto. Del otro lado de la cerca había una calle y varias casas. Un vecino que lo conocía se le acercó y le dijo que había sentido un sonido como de un tiro y que había visto a dos militares alejarse del carro. Desde ese momento Michel Yabor comenzó a temer por su propia vida. La versión de la familia de Pena, de los otros miembros del Tribunal y de los abogados defensores fue que hubo un asesinato, mientras que la oficial fue la del suicidio, y la diseminada por los medios. Su entierro en Santiago de Cuba fue uno de los más concurridos que haya visto esa ciudad. Ninguno de los Castro envió ni siquiera un telegrama de pésame a la familia Pena.

          Michel Yabor al verse amenazado y en peligro, escapó a los Estados Unidos. El primer teniente Parúas Toll pasó años humillado, perseguido y varias veces preso. Le tomó 35 años poder salir de Cuba. Ambos fallecieron en el exilio. Los pilotos cumplimos hasta 20 años de prisión, siendo liberados en 1979 cuando Castro consideró que le era beneficioso a la imagen de la Revolución. Este episodio constituyó un hecho muy significativo en el proceso revolucionario, que sirvió a muchos para abrir los ojos. Los que vieron a Pena poco antes afirman que él no se encontraba de modo alguno con actitud o ánimo suicida.         

          Aún hoy persiste la versión del suicidio de Pena. Muy pocos conocen la valiente y digna actuación del Tribunal y de los abogados defensores, especialmente de Peña Justiz. Sus palabras finales en la defensa fueron desafortunadamente proféticas. Sin dudas se creó más que un Napoleón del Caribe que, en contraste con el héroe francés, ha perdurado por medio siglo en el poder, hasta con el aplauso de muchos alrededor del mundo, a pesar de su inmenso fracaso interno y su sangriento injerencismo externo.

          Al cabo de 50 años, aparentemente ese Napoleón del Caribe piensa que su “obra maestra” podrá perdurar de forma dinástica, con su hermano y heredero Raúl Castro. No perdamos nuestra fe. Cuba será libre y democrática: “el hombre propone y Dios dispone”.


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