martes, 27 de agosto de 2013

No soy el único olvidado


Yasmin Conyedo Riverón
Cuba actualidad, Santa Clara, Villa Clara, (PD) Sentado en una silla de madera, junto a una taza de borras de café cuenta a un amigo lo duro que le ha tocado enfrentar la vida. Mientras tanto, su compañero inquieto por conocer más de su historia, solo lo escucha atentamente, colocándole a cada rato una mano sobre el hombro derecho del veterano, como modo de consuelo a sus penas.
José Lino Asencio Rodríguez, quien relata su vida, es un anciano de casi 80 años, nacido en la capital de Villa Clara, en el seno de una familia de clase media. Su padre es descendiente de un español, quien viajó a Cuba en busca de nuevas aventuras.
Su domicilio se encuentra ubicado frente al Hospital Celestino Quintero en calle Cuba. Lugar este con cierto privilegio en su época, donde conoció a muchos jóvenes, que descontentos con el imperante sistema impuesto por Fulgencio Batista, decidieron cambiar el rumbo de la historia.
Cuenta José a su camarada Tony, que como otros tantos jóvenes de su generación, inspirados en las doctrinas de nuestro Apóstol José Martí, estuvo siempre presto a dar su vida de ser necesario por el ideal que defendía. Aunque posteriormente, como tantos otros, pasó a formar parte de los que siguen a hombres y no a ideas.
Desde muy joven se vinculó al movimiento clandestino armado, conocido por "el 26 de julio". En esta organización participó en múltiples acciones, como la colocación de bombas o petardos, el lanzamiento de cadenas al tendido eléctrico, la repartición de octavillas y hasta lo que ellos llamaban, "ajusticiamiento al enemigo".
Un día, por órdenes del oficial del Servicio de Inteligencia Militar, conocido por Barroso, fue detenido en su domicilio y conducido a la jefatura de la policía. Gracias a la influencia de sus hermanas y al soborno hecho por su padre a dicho oficial, logra salir del aprieto.
Bajo la promesa de abandonar la ciudad va camino hacia su domicilio y tras contactar con el jefe de su célula se dirige a las montañas del Escambray. Acompañado de dos amigos, de un revólver calibre 38 que su progenitor le había entregado y de un puñado de balas va en busca de nuevos horizonte, con el propósito de ponerle fin a aquella ferviente guerra.
En el citado lugar contacta con las tropas del Comandante en Jefe del Segundo Frente Eloy Gutiérrez Menollo y solo volvería a la ciudad para la toma de Santa Clara y los demás poblados. Luego de alcanzar el llamado triunfo de la revolución continuó como militar activo por algún tiempo.
A su vez, destaca que había sido fundador de las Milicias Nacionales Revolucionarias y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Además, que había participado en la llamada Limpia del Escambray y en los combates a Playa Girón, así como fungir como presidente del Comité de Vigilancia de su zona por más de 20 años.
Asencio Rodríguez le confiesa a su amigo que en el año 1959 conoció a Milagros López Aguilar, con quien tuvo cinco hijos y que tras su salida de la vida en el ejército condenó a la peor de las miserias a todos los suyos. Solo ganaba 120 pesos en moneda nacional como trabajador y no pocas fueron las veces en que no hubiera nada que llevar a la mesa.
Muchos fueron las penurias y la hambruna por la que tendrían que pasar su familia, pues de nada valdrían todos los títulos y honores conferidos por el Consejo de Estado. Finalmente, José culmina su conversación diciéndole a Tony: "No soy el único olvidado, un anciano común y corriente deja mucho que contar en la verdadera historia de Cuba".
Para Cuba actualidad: conyedoy@gmail.com

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