Un vecino deseó aprovechar el fin de semana para darse una vuelta en familia y terminar su paseo con un almuerzo en un restorán del Barrio Chino de La Habana. Al regreso, me confió que el paseo por la parte vieja de la capital fue agradable, pero el almuerzo no cubrió para nada las expectativas de su familia. Los platos que consumieron ya no tenían la calidad esperada. El batacazo final lo produjo la cuenta del almuerzo de los cuatro comensales: alcanzó los $ 42 pesos convertibles, unos $1 050 pesos moneda nacional.
La comida china goza del favor de muchos cubanos, pero sucede que en el Barrio Chino de La Habana todo hay que pagarlo en pesos convertibles (cuc), aunque el salario promedio en Cuba es de $449 pesos moneda nacional, lo que representa unos $ 17,96 pesos convertibles.
La televisión cubana emite tres programas de preparación de platos típicos chinos. Por ejemplo, en una emisión de comida china del canal Multivisión, el chef Ching-Ching mostró la preparación de rollos de calamar con pimientos y una sopa de arroz con miel y pétalos de rosa. Platos demasiado exóticos para el gusto del cubano; además, la mayoría de los ingredientes faltan en el comercio cubano. No obstante, la propaganda política audiovisual propaga las costumbres culinarias chinas, como ayer lo fueron las soviéticas.
La legitimación de un sistema autoritario en el poder pasa evidentemente por procesos de implantación de tendencias culturales válidas para los ciudadanos. Más cuando se trata de borrar la memoria cultural con el fin de instalar otras relaciones sociales, se alcanza solamente a copiar características ajenas.
Lamentablemente, en Cuba, desde 1959, carecemos de referencias culturales propias. Transcurrieron unos cuantos años de influencia soviética, también vivimos un período africano y ahora, el cóctel es de lo más exótico que se haya visto, porque es resultado de una mezcla de influencias chinas e indigenismo latinoamericano.
No se puede imponer a un país tendencias y normas ajenas emanadas de la voluntad de sus gobernantes. Por eso, la puesta en marcha de soluciones nacionales ajenas a las características de las pautas culturales cubanas no arroja resultados favorables para consolidar el desarrollo socio-económico.
No obstante todo lo anterior, vale la pena destacar que son las paladares y las cafeterías privadas las que vinieron a rescatar en parte la sin par comida cubana para el disfrute del paladar del criollo.
El pan con jamón y queso, el sándwich de jamón, chorizo y cerdo, el pan con bisté de cerdo, el chicharrón, el congrí con cerdo asado o el lomo ahumado con yuca u otra vianda, el pescado en varias formas, la frita con pan, el pan con croqueta, la papa rellena y los batidos de frutas ganan la batalla de la restauración gastronómica en la calle y las aceras.
Gracias al negocio privado de paladares y cafeterías, el cubano presionado por volver al trabajo, el taxista, el bici taxista y hasta un ama de casa, puede satisfacer la necesidad de calmar la urgencia de un estómago vacío por $ 25 pesos o $ 1 CUC.
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*Fundación por la Libertad de Expresión
Foto: Ainí Martín