martes, 29 de diciembre de 2009
Cuba se aprieta aún más el cinturón
Cubamatinal/ Son las 12.30 en la capital cubana. Para llegar a casa de la familia Pérez, en La Habana Vieja, hay que entrar por una pequeña puerta y subir por unas estrechas y deterioradas escaleras. Es pleno día y el sol aprieta en la isla caribeña, pero el pasillo está totalmente a oscuras, no hay luz.
Por Marta Martínez
La Habana, 26 de diciembre/ deia.com/ A mitad de camino comienza a oírse la música de Álex Ubago. La puerta de los Pérez, en el primer piso, está abierta. Al fondo, dos mujeres -Marina y su hija, de 16 años- se afanan en limpiar la casa mientras bailan con la fregona y gritan las canciones del donostiarra. "Me encanta. Es tan sentido", exclama Marina. Después le toca el turno a Andy y Lucas y a todo el repertorio de los artistas latinoamericanos que están más de moda.
Es día de San Lázaro en Cuba -en la santería, Babalu Ayé-. No es fiesta oficial en la isla, pero muchos niños no van al colegio y algunos adultos se ausentan del trabajo. Es un día para prender velas e ir al santuario de San Lázaro en el Rincón, a unos 25 kilómetros al sur de La Habana. Las filas para el autobús son interminables desde la madrugada del 16 al 17 de diciembre. Y es que miles de cubanos no se pierden esta peregrinación. La madrina o santera de la familia Pérez entra en la casa. Imponente, serena y con turbante en la cabeza viene a saludar en un día tan señalado.
Poco tiempo después llega Nayeli, una joven maestra de 36 años que también reside en la vivienda. Da clases de Primaria y Secundaria en un colegio cercano, ubicado en el barrio de Centro Habana. Hoy ha tenido que ir a trabajar a media jornada. Con ella, llegan varios alumnos, a los que cuida y da clases particulares hasta que sus padres salen del trabajo. La casa se llena entonces de bullicio y movimiento. Niños correteando, mujeres cantando y bailando, todos bebiendo ron y hablando entre risas de sus cosas. En los aproximadamente 80 m2 que tiene la vivienda, viven trece personas: los dos abuelos -de 70 años-, sus cuatro hijos -tres mujeres y un hombre-, dos yernos, una nuera y tres nietos.
Al terminar las tareas del hogar, Marina aprovecha para ducharse en el único baño de la casa. Una bañera y un retrete sin bomba de agua son el lugar de aseo para los trece habitantes de la casa. Otra odisea a la que cada día hace frente esta familia es el poder lavarse las manos, ya que ni el baño cuenta con lavabo ni la cocina con una fregadero. Las habitaciones, tres en total, se hacen escasas para la familia. Hay camas por el pasillo y están planeando construir otras dos habitaciones en el patio de la casa cuando ahorren un poco de dinero.
La vivienda es uno de los principales problemas en la isla, si no el mayor. La mitad de los edificios se han quedado viejos y sus fachadas están deterioradas por el paso del tiempo y de los huracanes, habituales en estas fechas. Para atajar esta problemática, Eusebio Leal, conocido como el historiador del pueblo, está llevando a cabo un costoso plan de restauración y reconstrucción en Habana Vieja -casco histórico declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco- que, junto con Centro Habana, es una de las zonas más deterioradas de la ciudad.
Tiempos difíciles
2010: los cambios económicos tendrán que esperar
El marido de Nayeli, Humberto, que no ha ido a trabajar, cocina el arroz con pollo de la comida de ese día, plato básico en las familias cubanas y en la cartilla de racionamiento. Humberto muestra la suya: cinco kilos de arroz, un pollo, grasa, una pastilla de jabón, café y ron. Para todo el mes. Ese día, además, como tiene invitados, está preparando un plato especial: ensalada.
Sin embargo, a la hora de comer, sobre las 16.00 horas, sólo los niños y los invitados se sientan a la mesa. "Por la mañana tomamos un café y luego hacemos sólo una comida al día, para que los niños puedan comer cuando tengan hambre y estar bien alimentados", explica Humberto. "Son tiempos difíciles en Cuba", anota con tristeza.
Así lo ha ratificado el presidente cubano, Raúl Castro, ante la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento). Allí tuvo lugar el pasado domingo una importante reunión sobre el plan económico de 2010, año que estará marcado por la falta de liquidez y el recorte en los gastos sociales. Los cambios económicos anunciados por Raúl Castro en 2007 y anhelados por los cubanos durante estos dos últimos años tendrán que esperar. Ahora toca "apretarse el cinturón". Aún más.
De hecho, ya han comenzado a aplicarse algunas medidas, como el ahorro de energía para evitar apagones. El Gobierno cubano ha pedido la colaboración ciudadana y se ha eliminado el aire acondicionado en tiendas y centros laborales del Estado. Esto ha tenido repercusión, por ejemplo, en las casas de cambio, que han decidido abrir sus puertas a partir de las 13.00 horas. También han comenzado a eliminarse subsidios y algunos alimentos han salido de la cartilla de racionamiento.
Cuba tuvo en 2009 un crecimiento económico de 1,4% -muy por debajo del 6% proyectado-. El mandatario cubano explicó que el plan de inversiones para 2010 pretende incrementar las exportaciones y sustituir las importaciones, así como la producción de alimentos. De esta forma, tendrán prioridad aquellas actividades que generen ingresos.
En la misma reunión, el titular de Economía, Marino Murillo, presentó el informe sobre economía nacional y presupuestos para 2010. Durante su intervención, Murillo anunció que las exportaciones bajaron un 22% respecto al año anterior, mientras que las importaciones descendieron un 37,4%. Sin embargo, añadió, el salario promedio subió en Cuba 2,9%, de 415 a 427 pesos cubanos (24 pesos equivalen a un dólar).
Pero nadie de la familia de los Pérez cobra ese sueldo. Nayeli, que trabaja de 9.00 a 17.00 horas, gana apenas unos 260 pesos cubanos (poco más de siete euros mensuales). "Dicen que los maestros no producimos, ¿te puedes creer?", apunta indignada. Con las clases particulares a seis niños, Nayeli logra otros dos dólares más. "Es lo que pueden darme sus familias, que tampoco ganan mucho".
Maestra desde hace 20 años, Nayeli adora su trabajo. Uno de los días más felices del año para ella es el Día del Maestro, que se celebra cada 22 de diciembre. "Los padres del barrio se portan muy bien conmigo. Me regalan muchas cosas, hasta un par de zapatos. Hacen mucho esfuerzo este día y yo lo agradezco inmensamente", señala emocionada. Este año, su hijo de 10 años, que asiste a clase en el mismo colegio, ha preparado un musical; otra de las niñas a las que da clases particulares ha cantado para ella... Ese día, ella es la protagonista. Es una mujer sencilla, volcada en su familia -sus dos hijos y su marido-, que tiene una única aspiración: tener un sueldo digno para darle a sus hijos cuanto necesiten.
"A los niños les dan leche con la cartilla de racionamiento hasta que cumplen siete años, como si después no necesitaran tomar leche. Ahí empieza el problema, cuando tenemos que comprarla nosotros, que es muy cara. Y pasa lo mismo con el aceite, una botella puede costar tres o cuatro dólares, un tercio del salario de uno de nosotros", apunta Humberto, su marido. Él es algo más ambicioso que su mujer. Tiene un hermano viviendo en Estados Unidos y una hermana en México. A él también le gustaría poder viajar a Norteamérica o a Europa y quedarse a trabajar allí. Pero, por el momento, no lo ha logrado. "Tenía una carta de invitación de Alemania para trabajar, y no me dejaron salir del país; también me invitaron a ir a Estados Unidos, y tampoco tuve suerte", se queja. Al igual que su mujer, su sueldo ronda los 260 pesos cubanos mensuales, que gana como profesor de artes escénicas en el centro de la ciudad.
vivir con lo justo
Buenos trabajos, sueldos precarios
"No es que yo me quiera ir de Cuba, pero no son buenos tiempos. Si Cuba, con dinero, sería el paraíso", anota entre risas. Y enumera: "En Cuba tenemos muchas cosas buenas: tenemos seguridad, no como en otros países; tenemos una educación envidiable; buenos médicos... Sólo necesitamos más dinero y más libertades como la de poder viajar y la libertad de expresión. Tampoco pedimos mucho". De la misma opinión es Carlos, quien, sentado en las escalinatas del Capitolio, va más allá: "Estamos muy bien educados como para que nos pidan que nos conformemos con tan poco". Este cubano trabaja en un hospital coordinando una terapia con música y danza para niños con síndrome de Down. Ha estado viviendo en México y Estados Unidos, y regresó recientemente a Cuba. "Aquí tenemos muy buenos trabajos, uno puede ser lo que quiera, pero vivimos con lo justo o más. Y luego tenemos que andar detrás de algún turista para ver si nos invita a una cerveza o nos suelta algún dólar", explica.
La noche es joven
Juegos de dominó y ron
Detrás del Capitolio, Jonhson, el hijo de Nayeli y Humberto, estrena su primera bicicleta. Vive ajeno al debate que hay en las calles y a la preocupación por la economía de la isla. Es el día más feliz de sus diez años de vida. Y se nota. Empieza a anochecer en La Habana y Humberto tiene que llevarlo a rastras a casa. Comienzan a llegar los adultos del trabajo y la familia se reúne de nuevo en la vivienda. Magali, de 33 años, se pasa ocho horas en la fábrica Partagas, haciendo los puros que han hecho famosa a la isla. Su queja es la misma. "Lo que yo vivo es una explotación. No gano lo que trabajo", señala, cansada, al entrar por la puerta.
Los alumnos de Nayeli siguen en casa. Los cinco niños juegan al dominó, al tiempo que hacen competiciones sobre quién cuenta mejor en inglés. Poco a poco, los menores van yéndose a casa y a dormir. Sin embargo, la noche es joven para los adultos, que prefieren quedarse en la calle al fresco o charlar alrededor de la mesa tomando ron antes que meterse en los cubículos sin ventanas que tienen por habitación. Son tiempos difíciles en Cuba, tiempos en los que apretarse el cinturón y la familia Pérez sabe que no es momento para una vivienda ni a un salario mejor.
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