
Por: Eduardo E. Rodríguez Candelario
Comunicador del O.C.P.I.
Cada vez que se dialoga el tema de un artista proveniente de Cuba los emisarios siempre buscan obviar sus responsabilidades con las preguntas de los periodistas, plantando la excusa de que sus presencias es en pro del arte y no un asunto político. Sin embargo sus comentarios grabados, en la isla de Cuba, han dado a demostrar lo contrario de sus estilo de pensar en cuanto a sus posturas en favor de la dictadura castrista. Pero una vez en territorio americano toman la defensiva arrogante de que el exilio cubano tiene que oir sus alegaciones y, que esa es el único argumento que se debe de aceptar como válida. Vienen en forma de burla y ofensa sin que el disidente en Miami tengan la más mínima oportunidad, en derecho, de exigir, poder responder a la provocación.
Los exiliados cubanos en Miami, con sangre y dolor, se han ganado el derecho inefable de que sean, con prioridad, escuchados y respondidos con el mayor respeto. Si el emisario o el simpatizante de tales grupos proveniente de esa tiranía espantoso no desea corresponder con el respeto merecido pues entonces que se vayan. Sus presencias, primeramente, desagradan y, traen recuerdos de una era nefasta y horrenda para una comunidad que de la nada ha logrado levantarse de esa sombra a una vida exitosa gracias a la democracia que éstos legiones de mefistofélicos rechazan. Pero disfrutan de acumular las remesas suficiente para luego volver a un sistema que le prohibe a su pueblo esos mismos excesos, provenido de una comunidad que lleva exiliado años debido al rechazo recibido en el país que los vio nacer.
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