domingo, 28 de marzo de 2010

El disfraz de la mentira


ALINA FERNANDEZ REVUELTA: El disfraz de la mentira

By ALINA FERNANDEZ REVUELTA

Supongo, sólo supongo, que las Damas de Blanco, al principio, era un grupo de mujeres agobiadas por el presidio injusto de sus seres queridos, el acoso del aparato ideológico y las dificultades para poder llegar hasta las cárceles, casi siempre a cientos de kilómetros de distancia. Supongo, sólo supongo, que empezaron a llamarse, a conocerse, para ayudarse las unas a las otras, y que fueron creando esa red sensible que sólo se consigue con las causas comunes. Supongo, sólo supongo, que la fuerza se les fue manifestando poco a poco; que primero decidieron vestirse de blanco, que otro día acordaron ir juntas a la iglesia y otro, caminar por alguna avenida emblemática de La Habana. Y así, poco a poco, día a día, se han convertido en la cara de una isla que sufre con dignidad, sin bajar la cabeza y con flores como arma de guerra.

Las Damas de Blanco han puesto a Cuba en el otro extremo del mapa político. Esa es su virtud y ese el poder que tienen. Después de medio siglo de reverencia mediática ante la revolución cubana, ellas han ubicado a los observadores en el otro lado del espejo, en el reverso de la medalla. No sólo a los observadores pasivos han emplazado las Damas de Blanco: también a los encargados de hacernos conocer la realidad, la noticia, la verdad: a los periodistas. Y este es uno de esos casos en que las tendencias políticas, las simpatías y los derrames ideológicos se convierten en un problema de la fisiología: al que escribe sobre Cuba, en los últimos tiempos, o se le altera la vesícula biliar, o se le sale el plumero. El problema es difícil de resolver sobre todo para el periodismo mercenario. Entiéndase este último término como aquel periodismo que paga un peaje para que se le permita permanecer en los predios en aras de un futuro prometedor para la agencia noticiosa que representa. Cuba no es el único ejemplo pero es el tema que nos ocupa. Así que, ¿cómo hablar mal de unas mujeres que han hecho frente común por amor a la libertad de pensamiento? ¿Cómo reportar en negativo una marcha silenciosa de apenas 40 mujeres que llevan flores? Hay que ser un mago de la comunicación pero se hace de la siguiente manera:
``Marcharon más de un kilómetro desde la iglesia católica de Santa Bárbara, rodeadas de gente y agentes de civil que les gritaban vivas a Fidel y a la Revolución. Finalmente, llegó la policía uniformada que las custodió hasta los autobuses''.
Según este corresponsal de la BBC, este mago del malentendido, la mujeres policías no golpearon ni maltrataron a sus compatriotas: más que custodiarlas, se limitaron a cargarlas hasta el autobús.

Uno lee eso y se imagina un paisaje bucólico donde Superman toma en brazos a la víctima y la saca volando del lío en que se ha metido. Cabe preguntarse si las féminas de la policía política cubana se alimentan con kriptonita, pues cargar a otra mujer, que no se quiere dejar cargar, hasta encaramarla en un autobús, no es cosa fácil.

Pero eso no es lo peor. Lo peor, es que el mismo corresponsal, 24 horas después, en vez de retractrarse, se apuntala: ``Hasta ahora las agresiones sólo han sido verbales. Durante las marchas las Damas de Blanco van protegidas por civiles con radios de comunicación, posiblemente miembros del Ministerio del Interior que impiden cualquier enfrentamiento físico''. El corresponsal pasó por alto la visita al hospital de algunas de ellas y, por lo visto, quedó cegado por la blancura del yeso en el brazo de Laura Pollán, una de las Damas de Blanco más maltratadas, a la que entrevistó precisamente para este reportaje.

Afortunadamente para todos los cubanos y sobre todo para las Damas de Blanco, cuando sobran periodistas confundidos, miles de nosotros podemos dar el paso al frente por ellas, como fue evidente el pasado jueves. ``Sólo la verdad nos hará libres'', dijo el apóstol José Martí. Y que así sea y que un disparo de nieve se lleve a los que han convertido la profesión de decir la verdad en la forma de disfrazar, con escaso talento, su mentira.

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