lunes, 29 de marzo de 2010
HOY EN EL CALENDARIO CUBANO 29 DE MARZO
Cúpula del Capitolio en La Habana
• Santos católicos que celebran su día el 29 de marzo:
- En el Almanaque Cubano de 1921:
Santos Eustasio, abad y Bertoldo, carmelita y confesor
- En el Almanaque Campesino de 1946:
Santos Eustasio, abad y Bertoldo, carmelita, confesor
El 29 de marzo en la Historia de Cuba
• 1909 -
- De la Iglesia Católica en Cuba: Se constituye en La Habana la Orden de los Caballeros de Colón, una de las primeras organizaciones seglares de la Iglesia en Cuba.
• 1897 -
- En San Cristóbal cayeron prisioneros de los españoles el general Rius Rivera, su ayudante Secundino Terry y el coronel Federico Bacallao, muriendo en el camino el ayudante Terry, gravemente herido, y siendo los dos jefes conducidos a La Habana.
• 1896 -
- Las fuerzas cubanas al mando del coronel Vidal Ducasse asaltaron La Palma, Consolación del Norte, incendiando algunas viviendas. El ataque lo dirigió personalmente Antonio Maceo, que tuvo que recurrir a la artillería para tomar la iglesia, en que estaba atrincherada la tropa española.
• 1668 -
- Henry Morgan en Puerto Príncipe (Camagüey).
Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 183-184 nos describe los acontecimientos del 29 de marzo de 1668 en la Historia de Cuba:
“A mediados del mes de marzo de 1668 el famoso filibustero inglés Henry John Morgan, fijando como punto de reunión Isla de Pinos, concentró en aguas cubanas una flota compuesta de doce velas y unos setecientos naturales de Inglaterra y Francia. Se situó así en las inmediaciones del territorio de La Habana. Alimentó la idea de marchar hacia la capital de la Isla. Llegó a planear el procedimiento que creía más conveniente para asaltar La Habana: desembarcar en Batabanó y continuar por tierra hasta la villa asentada junto al Puerto de Carenas. Debió de ser aconsejado en sentido contrario a tales proyectos. Acabó por desistir de su ejecución, riesgosa sin duda ante las condiciones de defensa de la plaza.
“Morgan no podía alejarse de Cuba sin dejar huellas de su rapacidad. Abandonó el pensamiento de atacar La Habana, pero fijó su intención en la villa de Puerto Príncipe, cabecera ya de una comarca de bastante esplendor económico. Se encaminó hacia allá. El 28 de marzo, al amanecer, comenzó a realizar el alijo de su nutrida expedición en la albufera de Santa María. Hubiera sorprendido alevosamente a los habitantes de Puerto Príncipe de no haber logrado el prisionero a quien obligaba a servir de práctico fugarse y correr a la población amenazada y avisar de la proximidad de tamaño golpe de gente armada y dispuesta a perpetrar todo género de depredaciones.
“El alcalde de Puerto Príncipe, hombre animoso y resuelto, dispuso la defensa de la plaza. Hizo retirar a muchas familias con sus esclavos, dinero y alhajas, reunió cuantas armas de todas clases había en la localidad, las puso en manos del vecindario y se colocó a la cabeza de unos setecientos infantes y unos cien jinetes en jacas y aun en mulas, según la expresión de un narrador de aquellos sucesos. Todo el día 28 fue invertido laboriosamente por ambos bandos: los moradores de Puerto Príncipe se aprestaban a la resistencia de la manera apuntada y Morgan y los suyos salvaban la distancia entre la albufera de Santa María y Puerto Príncipe. Al romper el alba del 29 de marzo de 1668 unos y otros se hallaron frente a frente.
“La lucha pudo culminar en el triunfo de los principeños, que se defendían abnegadamente, ya en las entradas de la población, ya desde lo interior de sus casas. Pero Morgan se cuidó de precipitar el fin de la brega. La heroica resistencia de los asaltados lo exacerbó. Y el soberbio y despiadado filibustero se apresuró a participarles que, si no se rendían a discreción, se dispusiesen a morir, presa de las llamas dentro de los edificios. El sometimiento de los principeños, anonadados en presencia de una amenaza que no hubiera tardado en traducirse en espantosa realidad, no se hizo esperar. Los filibusteros encerraron a los vencidos en las dos iglesias allí existentes, se entregaron al despojo de cuanto encontraron, exigieron rescates onerosos y, en la imposibilidad de hacer éstos efectivos, terminaron por llevarse, previa conveniente salazón, quinientas reses. En las filas de los principeños cayeron con el Alcalde más de cien combatientes.”
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