viernes, 26 de marzo de 2010
LA IGLESIA, LA SOCIEDAD Y EL ESTADO
Por Pr Manuel Morejón Soler
San Miguel del Padrón, La Habana, marzo de 2010 (PD) En junio de 1783, George Washington, el primer presidente de los Estados Unidos, al final de una circular que envió a los gobernadores de todos los estados, decía:
“Mi oración más sincera a Dios es que os bendiga y que tenga vuestro estado bajo su protección; que Él se digne a inclinar el espíritu de los ciudadanos a la subordinación y obediencia al gobierno y despertar un sentimiento de amor fraternal de los unos hacia los otros y en particular, para sus hermanos que han peleado en los campos de batalla y finalmente, que su gracia nos mueva a todos a hacer justicia, a mar la misericordia y a conducirnos con esa claridad, mansedumbre y templanza que caracterizan al divino autor de nuestra bendita religión, pues sin imitarlo con humildad, nunca podremos esperar que la nación sea feliz”.
Dice la Epístola de Pablo a los romanos (13:1-17):
“Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres pues no temer a la autoridad? Haz lo bueno y tendrás alabanza de ella, porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme, porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo. Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.”
Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen les pierden el respeto.
El historiador y político inglés Lord Acton (nacido John Emerick Edward Dahlberg, 1834-1902) advirtió: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Pero según el político español Juan Barranco (1947): “El poder sólo corrompe a los corruptos, hace aventureros a los que son aventureros e inmorales a los que ya lo eran antes:”
El régimen civil y correspondientemente las autoridades superiores, han sido establecidas por Dios para la conservación de la paz externa en el reino secular, para así obligar a los transgresores a insertarse en el ordenamiento jurídico. Pero la separación del reino de Dios como reino de la fe y de la justicia del corazón y su desvinculación total de la política y del ordenamiento social constituye una fragrante usurpación del orden establecido por Dios para el bien del mundo. Realmente, la soberanía del reino de Dios es y está sobre todo ordenamiento político.
Dice el Evangelio según Juan (19:11): “No tendrías poder alguno sobre mí si no te hubiera sido dado de arriba.”
De hecho, en la tradición cristiana se anuncia el juicio de Dios sobre la altivez del mundo: “Luego entonces, iglesia, por qué temes a los que pueden matar el cuerpo y después nada más pueden hacer; mas bien temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, te digo, a éste temed.” (Lucas 12:4-5).
La luz es incompatible con las tinieblas y los que viven en ellas no la pueden resistir. La luz espiritual emana del mensaje evangélico puro; es la voz del Señor que habla a través de su iglesia en la tierra. Pretender acallar a Dios es terrible blasfemia por la que Él exigirá severa responsabilidad.
Los cristianos sabemos obedecer, pero es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.
Dijo Lutero al emperador Carlos V: “La Palabra de Dios está por encima de todas las cosas y es preciso que sea libre para todos. En las cosas eternas, Dios no permite que un hombre sea sometido a otro hombre.”
El imperio de la ley termina donde comienza el imperio de la conciencia. En este sagrado altar, sólo Dios tiene derecho a penetrar.
imorejon@yahoo.es
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