lunes, 29 de marzo de 2010

¿Sabía usted?


Por Víctor Manuel Domínguez

En la televisión cubana falta muy poco para ilustrar con las carabelas de Colón un reportaje sobre el arribo al puerto habanero de un trasatlántico con bandera hindú.

Sus archivos y la perspicacia para eludir cualquier acontecimiento o tema engorroso para las autoridades del país, sitúan a la televisión cubana a la vanguardia de las más retrógradas del universo.


Desde los estudios de TV Cromañón se trasmiten desde el batacazo que le sonó Caín a su hermano Abel, hasta el corre corre que se formó en Kosovo y las golpizas a los manifestantes de Seattle y Copenhague.

Tampoco faltan los viajes espaciales de los cosmonautas de la era soviética, las imágenes de un hospital trasladado del cerro a las faldas de una montaña en Katmandú, ni las figuras y discursos de los líderes comunistas aún en el corral de un jardín para infantes.

Los educadores cubanos que andan por las heladas estribaciones del altiplano en Bolivia hasta los afluentes del salto de Bollo Manso en el Cuzco, Perú, no pueden faltar en la programación. Con las cartillas del método Yo si puedo (aquí, allá no), son filmados a los pies de un indígena agradecido porque aprendió a escribir: e-v-o.

Nada escapa a la pericia de unos camarógrafos y reporteros que no pueden ver el derrumbe de un solar, el descuartizamiento de un gallo pasado de mano en mano en el estadio Latinoamericano, o el atropello a unas mujeres indefensas, armadas con un gladiolo-misil.

Sin embargo, más allá de las carencias y manipulaciones informativas, a la televisión cubana hay que reconocerle su papel en la formación de las viejas y nuevas generaciones. Después de cuarenta años sin conocer que en Cuba se toma ron y hay alcohólicos para exportar; que la mariguana no sólo se consume en inglés, y la cocaína circula también por San Leopoldo y Belén, ahora les ha dado por los spot.

Y no es que sea malo advertir a la ciudadanía que los vicios y la corrupción también crecen aquí como la verdolaga, el muslo de pollo reestructurado en pesos convertibles, o el jamón de pierna en pastillas, pero no hay que faltarle el respeto al atribulado telerreceptor.

Porque oiga, le zumba el juanete a Lola que a estas alturas del juego, en el país más culto del universo, se empeñen en enseñarnos para qué sirve un jabón. Ni que fuéramos mofetas extraterrestres o habitantes de las súper promocionadas, y en peligro de extinción, tribus de los Jawaras indonesios.

Hay que tomarse un calmante para no patear un televisor que cada tres minutos te dice que los codos, aparte de servir para apoyarse en la mesa de dominó, se utilizan para codear, articular el brazo y el antebrazo, y se deben lavar con menos de un litro de agua y en 15 segundos.

Vaya usted a saber qué materia nos impondrán después de aprender que los jabones matan las bacterias de las manos, que los pies están diseñados para caminar y los ojos para verte mejor.

La nariz no. Esa está fuera de servicio por la peste a podrido que se mandan el país y su televisión.

Fuente: CubaNet

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