martes, 6 de abril de 2010

Del excesivo poder del presidente


Mario García Kokly nació en 1876 y murió en 1935. Fue abogado, diplomático, político y orador distinguido, así como representante a la Cámara en la primera legislatura de Cuba republicana, y Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes. Entre sus obras destacan: El problema constitucional de las democracias modernas (1931); Política Internacional Cubana. Relaciones entre Cuba y España, publicada en Madrid (s.f.), obra que recoge ensayos y artículos previamente aparecidos en los periódicos cubanos El Mundo y Diario de la Marina. Publicó también varios discursos, entre los cuales sobresale Labra y la política hispanoamericana.

Del excesivo poder del presidente de la República (Fragmento del capítulo de la obra de García Kohly El Problema constitucional de las democracias modernas. Madrid, 1931).

En mi sentir estriba: la errónea estructura política de nuestras instituciones nacionales. Y la finalidad que persigo […] es la siguiente: impedir que por inevitable efecto de la organización política establecida en la Ley Constitucional de la nación, el Poder público, especialmente el Poder Central Ejecutivo, absorba de tal manera toda la vida nacional en todos los órdenes de sus actividades, que inevitablemente su actuación produzca esos resultados: que por la acumulación de todas las facultades, deberes y atribuciones que se le asignan, forzosamente parezca que ejerce una autocracia en la vida y la política del país, y que, por las enormes responsabilidades que del ejercicio de tantas facultades ineludiblemente se producen, aparezca fatal e inevitablemente, ante los ojos y ante el juicio de sus adversarios como un Dictador o un Tirano por involuntario impulso de su espíritu, cuando los actos de la supuesta tiranía los establecen las enormes atribuciones que la ley otorga y se derivan del mero ejercicio de sus prerrogativas.

Ahí radica el mal. Esa es la fuente. No está en el hombre. Está en la institución. Y mientras la institución no sea modificada en términos severos y racionales, de acuerdo, no sólo con las esencias de la Democracia y los principios de la Libertad, sino con las condiciones propias y peculiares de una sociedad hispanoamericana, el mal subsistirá invariable, cuando no creciente, hasta destruir el organismo nacional.

Cuando el Estado es toda la nación y cuando por ministerio de la Ley Constitucional un hombre es el Estado, el Jefe de ese Estado, aun siendo el más grande patriota, liberal y demócrata y aun cuando el régimen se blasone con el rótulo de república y de democracia, será siempre acusado de ser –y aunque él sólo aspire a actuar como el Primer Magistrado popular-- un soberano con un poder análogo al de Luis XIV. No fue ésta la aspiración de nuestros ilustres constituyentes, ni fue ése el ideal por el que murieron nuestros mártires.

Pero la realidad es otra. La realidad es que, para establecer sobre una base esencialmente republicana y democrática la organización política de nuestros países, es necesario modificar fundamentalmente la organización y las funciones de los tres Poderes constitucionales del Estado, y especialmente el del Poder Ejecutivo nacional.

De la serie Pensamientos Cubanos, De Enrique Collazo

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