miércoles, 14 de abril de 2010
Dos “Girones” de una misma bandera
Por Rebeca Monzo
Hace unos días, en casa de una amiga, se produjo una conversación muy emotiva, en la que la anfitriona nos relató un pasaje impactante de la vida del padre de sus hijos: un piloto, de los siete que combatieron en Playa Girón, enfrentando a los también cubanos que venían en la invasión.
Con el paso de los años, este piloto desencantado, decidió irse un día hacia los Estados Unidos, radicándose posteriormente en Miami. Allí se reencontró con otros compañeros suyos que también habían desertado y comenzaron a reunirse y compartir, conociendo en estos encuentros amistosos, a algunos de aquellos contra los que años atrás habían combatido, pero cubanos sobre todo y, sintiendo sus corazones latir por la misma patria, olvidaron aquellas diferencias que en un momento dado les habían separado.
Una noche, en una de las ya acostumbradas cenas en las que solían reunirse, estando todos sentados a la mesa y compartiendo una rica comida criolla, al piloto de mi relato, se le presentó un malestar y solicitó permiso para ir al baño; momentos después se oye un ruido venir de ese lugar y el anfitrión, corre hacia donde provenía el mismo, observando a su invitado caído en el suelo. Solícitamente lo sostiene en sus brazos, justo para verlo morir.
Tuvieron que pasar muchos años, muchos enfrentamientos, desencuentros, malos entendidos, y campañas difamatorias, para que finalmente dos cubanos a los que nunca nadie debió convertir en enemigos se unieran para siempre en un abrazo. Dos jirones de una misma bandera.
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