martes, 6 de abril de 2010

HOY EN EL CALENDARIO CUBANO 7 DE ABRIL


Atardecer en El Malecón de La Habana


• Santos católicos que celebran su día el 7 de abril:

- En el Almanaque Cubano de 1921:

Santos Epifanio y Ciriaco, mártires y Santa Teoclia, mártir

- En el Almanaque Campesino de 1946:

Santos Epifanio y Ciriaco, mártires



El 7 de abril en la Historia de Cuba

• 1898 -

- Las Grandes Potencias y Cuba.

Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 9-10 nos describe los acontecimientos del 7 de abril de 1898 en la Historia de Cuba:

“Poco mas de una semana después de haber sido requerida por España su injerencia en América las grandes potencias europeas se inmiscuyeron en el conflicto suscitado por la guerra de Cuba. El 7 de abril de 1898 los legados de Austria, Francia, Gran Bretaña, Alemania, Italia y Rusia en Washington visitaron al presidente McKinley. Llevó la palabra, a nombre de todos, el embajador inglés. Ellos se acercaron al alto magistrado norteamericano en misión de amistad. Sus respectivos gobiernos habían autorizado a los diplomáticos presentes para que apelasen a los sentimientos de humanidad y moderación del presidente y del pueblo de la Unión en el litigio que sostenían con España. Esperaban que ulteriores negociaciones condujesen a los contendores a una inteligencia capaz de asegurar el mantenimiento de la paz y ofrecer las necesarias garantías para el restablecimiento del orden en Cuba.

“McKinley fue mas categórico y llegó mas al fondo de la cuestión que sus preopinantes. Tras algunas palabras corteses, dejó caer la advertencia de que confiaba en que se apreciarían por Europa los esfuerzos sinceros y en nada egoístas que el gobierno norteamericano venía realizando para cumplir deberes de humanidad, poniendo término a la prolongación indefinida de un estado de cosas que se había hecho intolerable.

“Los embajadores de las mentadas naciones en Madrid hablaron confidencial y colectivamente con el ministro Pío Gullón el 9 de abril, como consecuencia de las gestiones practicadas cerca de McKinley, para recomendar la suspensión, pedida por el papa León XIII, de hostilidades en Cuba. Ni en Washington ni en Madrid, ni ante McKinley ni ante Gullón, los voceros de las potencias mediadoras se aventuraron a opinar de manera precisa respecto del cambio de régimen por la Isla demandado.

“La Europa oficial se condujo con manifiestas reservas en el caso de Cuba cuando ya no era momento sino de proceder abiertamente. Sus representantes diplomáticos hablaron en Washington del restablecimiento del orden y del mantenimiento de la paz en la Isla, mas omitieron toda referencia al problema medular: el derecho de Cuba a su liberación. No bastaba impulsar medidas de sosiego material. Urgía resolver lo fundamental, lo que había dado pábulo a la guerra. Y las potencias europeas se mostraban refractarias a entrar en esa zona del conflicto. Con repugnancia la contemplaban, como con desazón observaban la participación de los Estados Unidos en la cuestión planteada. Tal era la opinión dominante en los gobiernos y en muchos políticos notables del Viejo Mundo. Formaban número cortísimo aquellos que, como Francisco Pi y Margall -pensador, estadista, repúblico integérrimo, hombre de ponderado juicio y español por añadidura-, aquilataban la razón del separatismo cubano y la procedencia de que Washington, viéndolo como asunto de interés americano, lo ayudase a triunfar.”

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