sábado, 24 de abril de 2010
LO QUE NOS UNE ES EL DOLOR
Damas de Blanco: ‘‘Lo que nos une es el dolor''
JUAN O. TAMAYO
Las mujeres se conocieron en Villa Marista, la tenebrosa sede de la policía política de Cuba, mientras visitaban a algunos de los 74 esposos, hijos y padres arrestados durante la ola de represión contra los disidentes del 2003.
Así formaron el grupo de las Damas de Blanco, y buscaron apoyo y publicidad en una iglesia de La Habana frecuentada por diplomáticos extranjeros. Marcharon por las calles, al principio tentativamente, y luego desafiando al régimen que sentenció a sus hombres a condenas de hasta 28 años.
Más importante aún, se convirtieron en el único grupo que llevó a cabo regularmente protestas en Cuba, dando a sus persistentes demandas por la libertad de sus familiares y de todos los presos políticos un raro nivel de visibilidad en la Cuba comunista.
En la actualidad, las Damas de Blanco se han convertido en íconos del movimiento disidente cubano, condenadas por el gobierno de Raúl Castro y poco conocidas en su propio país pero elogiadas en todo el mundo, defendidas por la muchas veces tímida Iglesia Católica e incluso nominadas al Premio Nobel de la Paz.
"Ganar las calles es la cuestión básica para la disidencia, y ningún otro grupo ha ganado ese espacio'', declaró el sociólogo cubano Haroldo Dilla. "Son tan vulnerables y frágiles que son difíciles de reprimir''.
Agentes de la Seguridad del Estado bloquearon las marchas de las mujeres los últimos dos domingos, en una clara señal de que Castro está harto de su activismo público. Igualmente les han advertido que, si insisten en seguir marchando, la policía no va a poder "protegerlas'' de las turbas de civiles organizadas por el gobierno que las hostigan con regularidad.
Pero las mujeres se han comprometido a continuar, y tratarán de volver a marchar hoy como es su costumbre luego de asistir a la misa de las 10:30 en la Iglesia de Santa Rita, vestidas con ropa blanca y llevando gladiolos rosados.
"Vamos a seguir tratando de salir a caminar todos los domingos'', aseguró Berta Soler, cuyo esposo Angel Moya Acosta está cumpliendo una condena de 20 años. "Por la libertad de nuestros hombres, vamos a continuar saliendo a las calles''.
"Nos espera una lucha de resistencia. Para ello estamos preparadas'', declaró la portavoz del grupo, Laura Pollán. "Si hay algo que tenemos las Damas es paciencia, perseverancia y resistencia. Lo hemos demostrado en estos siete años de lucha pacífica''. El gobierno cubano ciertamente ha tratado de poner coto a las mujeres de muchas maneras desde el 2003.
La mayoría de las marchas son hostigadas por turbas enviadas por el gobierno que les gritan insultos --incluyendo gritos de "¡paredón!''-- y a veces las golpean por la espalda, les pellizcan los brazos y les pisotean los pies, según cuentan las Damas. Agentes de la Seguridad del Estado han interrumpido varias protestas arrastrándolas a la fuerza hacia autobuses y llevándoselas del lugar.
Además de las amenazas de los agentes contra ellas, también amenazan a sus familiares en prisión con ponerlos en peores condiciones si ellas continúan sus protestas, dijo Soler, y pueden demorar o impedir las visitas a la prisión y los envíos de alimentos y otras provisiones.
Muchas de las Damas de Blanco sospechan que el gobierno ha infiltrado informantes entre ellas, y Pollán encontró un micrófono en un orificio de la pared en su casa hace tres años.
Casi todas ellas están desempleadas, la mayoría expulsadas de sus trabajos en un país donde el gobierno controla el 95 por ciento de la actividad económica. Otras renunciaron a sus empleos debido a las terribles presiones.
Soler, que trabajaba como microbióloga en un hospital de maternidad, renunció por miedo de que la responsabilizaran de alguna muerte.
"Siempre estaba con los ojos muy abiertos para evitar que me hicieran alguna trampa'', afirmó a El Nuevo Herald desde La Habana.
Funcionarios cubanos también han ejercido presión sobre los hijos de las Damas de Blanco, así como sobre otros parientes, amigos y vecinos, afirmaron las mujeres.
Gisela Delgado, cuyo esposo Héctor Palacios fue condenado a 25 años pero liberado en el 2006 por razones de salud, dijo que su hija Giselle fue expulsada de la Universidad de La Habana a causa del activismo de sus padres.
Yolanda Huerta comentó que a su hijo lo habían sometido a una prueba sicológica en la escuela cuando tenía 9 años para determinar "si había sido imbuido de las ideas de su padre''. Su esposo, Manuel Vázquez Portal, fue puesto en libertad en el 2004 y la familia vive ahora en Miami.
Delgado dijo que agentes de Seguridad del Estado también han tratado de enemistar a las madres de los presos con sus esposas, y de reclutar a los novios y novias de los hijos mayores para espiar a las familias.
"Eso es una tortura sicológica para nuestra familia'', indicó Delgado desde La Habana. "Eso es terrorismo de Estado''.
La policía ha dicho además a sus vecinos que disidentes encarcelados son asesinos convictos, dijo Soler. Su hijo Luis Angel, de 15 años, tuvo tiempo atrás una pelea en la escuela primaria con otro niño que llamó asesino a su padre, y "ahora está fiscalizado'' en su expediente escolar, añadió.
"Ser hijo de un disidente en Cuba es peor que ser hijo de un ladrón'', dijo María Elena Alpízar, periodista independiente que escribió a menudo sobre las Damas de Blanco y ahora vive en Miami.
Los funcionarios cubanos marcan a las mujeres, como a todos los otros disidentes, como "mercenarios'' que reciben dinero del extranjero para criticar al gobierno. En el 2008, hicieron público un recibo firmado por Pollán de $2,400 para repartir entre nueve mujeres durante dos meses: $133 al mes por mujer. El gobierno alegó que el dinero venía de un grupo en Miami con conexiones con el militante anticastrista Luis Posada Carriles.
Las mujeres admiten que algunas de ellas reciben dinero de individuos y grupos en el extranjero, incluyendo a los plantados, un grupo de ex presos políticos del sur de la Florida, pero niegan con indignación la acusación de ser "mercenarias''.
"Primero, nadie nos paga para defender la democracia y los derechos humanos'', comentó Delgado. "Esta ayuda viene en primera porque somos todas desempleadas, y es un mínimo para mantener una familia, llevarles unas jabas a nuestro esposos en cárceles que no son las cárceles de otros países donde las personas tienen una alimentación adecuada''.
Una bolsa con el suministro de un mes de alimentos enlatados y secos, jabón, pasta de dientes y tal vez algunas toallas puede costar entre $100 y $140, de acuerdo con las mujeres.
"Más que la ayuda de los paquetes, es importante el apoyo que uno siente, que no está totalmente desválido, que hay gente que se preocupa por uno'', añadió Alpízar.
Las Damas de Blanco siguen siendo poco conocidas dentro de Cuba, donde los medios de prensa controlados por el gobierno casi nunca las mencionan. Pero la historia sugiere que las mujeres se las arreglarán para perseverar.
Se vieron por primera vez Villa Marista, donde muchos de los 74 disidentes estaban detenidos tras la ola de represión conocida como la Primavera Negra de Cuba. Una disidente encarcelada era Martha Beatriz Roque.
Por entonces, sólo tres o cuatro de las mujeres eran activistas, dijo Blanca Reyes, quien perteneció al grupo hasta que su esposo, el periodista Raúl Rivero, fue puesto en libertad en el 2004 y salieron para España. Reyes representa ahora al grupo en Europa.
Las mujeres empezaron a hablar sobre cómo organizar algún tipo de protesta para exigir la liberación de sus familiares. Supieron que ya existía un grupo de madres de presos políticos encarcelados antes del 2003 --el Comité de Madres Leonor Pérez, llamado así en homenaje a la madre del héroe de la independencia José Martí-- que se vestían de blanco en verano y de negro en invierno para sus actividades.
Las madres del comité asistían regularmente a las misas dominicales en la Iglesia de Santa Rita en Quinta Avenida, porque atraía a muchos diplomáticos y periodistas extranjeros que vivían en ese barrio. Pero no solían marchar por las calles.
Unas pocas parientes de los 74 disidentes fueron por primera vez a la iglesia el 30 de marzo del 2003 vestidas de blanco, dijo Alpízar. El título de uno de sus reportajes, publicado en internet el 28 de mayo de ese año bajo el seudónimo "10'', dio su nombre al grupo: las Damas de Blanco.
"Empezamos nada más que permaneciendo de pie a la puerta de la iglesia'' para acercarse a los diplomáticos y defender su causa, recordó Reyes. "Luego empezamos recitando el Ave María, luego caminando, caminando más lejos, y así sucesivamente''.
"Estábamos tan unidas que no me acuerdo quién fue la primera que dijo: ‘Vamos a caminar' '', relató desde Madrid.
Las marchas iniciales generalmente no se alejaron mucho de la iglesia. Pero el 19 de marzo del 2004, 17 mujeres marcharon hasta la agencia del gobierno que administra las cárceles y la Asamblea Nacional para entregar peticiones por la liberación de todos los presos políticos.
El 18 de febrero del 2005, en su intento más osado, entregaron una petición similar al Consejo de Estado en la Plaza de la Revolución, el emblemático lugar de reuniones de los Castro y sus seguidores.
"No importa lo que nos hayan hecho o lo que nos puedan hacer, nosotras continuaremos tratando de caminar, tratando de reclamar libertad para nuestros seres queridos'', subrayó Soler la semana pasada. "Porque lo que nos une es el dolor''.
By Angélica Mora at 6:12 PM
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario