lunes, 24 de mayo de 2010
Mi barco (XVIII) Motonave “Topaz Islands”
Archivado en: General — Esteban Casañas Lostal @ 9:50
No dispuse de mucho tiempo para contemplar La Habana como cada partida, una vez que doblamos en El Morro me llamaron con urgencia desde el puente. Llevaba una hora a bordo de aquella nave y debía comenzar por aprenderme el acceso a todos los pasillos y escaleras. Frente a la mesa de ploteo encontré a un Capitán algo enojado, solo tenía disponible el plano del puerto de La Habana. No existía otra carta lista para comenzar la navegación, y lo peor, yo desconocía dónde demonios se encontraba todo. No pudo descargar su mal humor conmigo, nos conocíamos de vista, pero enfrentaba una situación algo anormal, nadie me había hecho entrega del cargo. ¡Coño, Sapiche me embarcó! Pensé mientras abría una u otra gaveta. Yo sé que la expresión correcta es decir "embaucó", también les pago en oro al cubano que lo exprese así.
Comencé por sacar las cartas que fueron utilizadas antes de arribar a puerto y con apremio tracé algunos rumbos para ganar tiempo. Ese tramo de derrota lo conocía de memoria, pude llegar hasta el faro de Maternillos, próximo a la entrada del puerto de Nuevitas.
-¡Segundo! El buque fue cargado con alambrón y tiene creado un campo magnético diferente al reflejado en la "Tablilla de Desvío". Vamos a ignorar el desvío como error y trabajaremos solamente con la Variación Magnética. Al escuchar semejante animalada brotar con tanta facilidad de la boca de un Capitán, estuve a punto de sufrir un infarto. No olviden que hacía pocos años me había desempeñado como profesor de Navegación en la Academia Naval del Mariel. En otras oportunidades me he detenido en este punto, considero necesario volver a recordarlo.
-¿Usted está seguro, Capitán? Le pregunté con todo el respeto que imponía su jerarquía, mientras en el cuarto de derrota permanecían callados varios agregados de cubierta que en ese momento abrieron exageradamente los ojos. Estoy plenamente convencido de que aquellos muchachos conocían o dominaban correctamente el tema tratado. Desde la academia se les informaba que por encima de Cuba pasaba una línea "agónica", o sea, un meridiano magnético con valor de 0 grados y que a partir de ella, los valores de la variación aumentarían hacia en Este u Oeste. Es de suponer entonces que mientras más nos alejáramos de ella con destino a Europa, el valor de la variación sería superior. Cada uno de esos muchachos sabía perfectamente que por cada aproamiento del buque, los valores del "desvío residual" serían diferentes y que para compensar ese error, se confeccionaban precisamente esa "tablilla" que ahora el Capitán me ordenaba ignorar. "Error conocido, no es error" Dice un viejo refrán que no fuera escuchado por este individuo.
-¡Usted, cumpla mis órdenes! Respondió con ese aire autoritario utilizado por algunos como él, trataba de imponer su voluntad a un precio muy alto, el absurdo.
-¡Por supuesto, donde manda Capitán, no manda soldado! Me dio la espalda y se dispuso a abandonar el puente, pero en su nuca rebotó unas palabras y ellas tuvieron que molestarlo mucho, demasiado. -¡Capitán, usted le hará un gran aporte a la navegación! Tiró la puerta y se fue, yo permanecí unos minutos más en el puente y luego regresé al camarote para sacar la ropa y libros de mis maletas.
El camarote era amplio y tenía su baño dentro, estaba exactamente al lado del Primer Oficial, plaza que ocupaba inexplicablemente Guillermo Alenas, otro miembro de mi promoción que pertenecía al grupo de los "brutos". Recuerdo que estando en el buque N’Gola, coincidimos en el puerto de Szczecin en Polonia, él se encontraba navegando en el buque Agate Islands, comandado por el Capitán Cams si la memoria no me traiciona. Lazarito y yo lo mantuvimos bebiendo en mi camarote toda la noche, además de brindarle algunas botellas para que las llevara a su barco. Esa misma noche le entregué una parte de la canastilla destinada a mi hija por nacer, había entre los artículos un perro de peluche bien grande y hermoso. También le envié un estuche de perfumes para bebé que había comprado en España. Varios meses más tarde tuvo que ir mi amigo Eduardo Ríos a reclamar esas pertenencias sin entregar al destinatario, Alena vivía en Ayestarán para esa fecha. Cuando Ríos llegó a su casa, encontró al hijo de Alenas jugando con el perro de mi hija y los pomos de perfume y talco habían sido rellenados con productos nacionales marca "Fiesta". Señalo este detalle para que tengan una idea sobre el personaje del que estoy hablando, porque vendrán sorpresas. Alenas y el Capitán hacían muy buena yunta, eran como dijéramos, muy buenos hermanitos, eran también "camaradas" del partido comunista.
Esa tarde y para sorpresa mía, la comida se puso en varias mesitas del salón de tripulantes. Alguien había pescado un hermoso Dorado y se asó para disfrute de toda la tripulación entre cajas de cervezas. Como yo entraba de guardia a las doce de la noche y tratando de mantener una disciplina que me impuse siempre, solo consumí tres cervezas y me retiré al camarote. ¡Claro! Sin dejar de observar el paisaje que aparecía ante mis ojos. Aquel primer contacto con la tripulación me ofreció una imagen agradable del ambiente que se respiraba a bordo, todos compartían como si fueran una hermosa familia.
La Blanquita tenía unas tetas descomunales, debían darle por el ombligo cuando se quitaba los ajustadores. Las exhibía provocadoras y apetitosas con los escotes que usó durante todo el viaje. Iba haciendo pareja con El Blanquito, un apodo recibido por el color enfermizo de su piel y algo anacrónico en nuestra tierra. Nada alarmante como hombre, flaco, feo, algo descojonado, pero como toda cajita de sorpresa, nadie sabe cuál era el truco para satisfacer a su hembra, supongamos que tenía "musiquita".
Adis tenía un culo descomunalmente exagerado, todavía no me explico como aquellas débiles piernas podían soportar su peso. Tenía espacio para mil jeringuillas en cada nalga, demasiado culo para un solo cuerpo, fue un acto de egoísmo dárselo todo a ella. Era mulata clara y simpática de rostro, algo madura sin llegar a podrirse, apetitosa fruta para largas navegaciones. Iba empatada con Sedgrañe, un Tercer Oficial natural de Matanzas. No había posibilidades de comer aquí tampoco.
Virginia era la mejor pieza enrolada en aquel viaje, su plaza no era común en ningún buque, su trabajo consistía en traducirle al Jefe de Máquinas ruso que viajaba con nosotros. No puedo recordar si era el mismo hijo de puta nieto de Stalin que explotó al Pepito Tey, creo que sí. Viajaba además otro Jefe de Máquinas que había pertenecido a la Flota Cubana de Pesca, no puedo recordar su nombre. Virginia vivía en el camarote del Práctico que estaba situado al lado del puente, razones para que coincidiéramos muchas veces en cualquiera de los alerones. Tenía los antebrazos superpoblados de vellos y aquel detalle me enloquecía, siempre fui amante de esa montaña de pelos que hoy se afeitan las mujeres y algunos hombres. Mientras transcurrían las singladuras, construía en mi mente una y mil maneras de llegar algún día a ponerme aquella careta de pelos en la cara, aunque corriera el riesgo de asfixiarme. Era alegre y bonita de cara, no puedo decir que fuera una reina de belleza, pero era la única que podía cargar esa corona en aquel viaje. Imagino haya tenido que soportar todo tipo de insinuaciones, declaraciones amorosas, proposiciones de matrimonio y cuanto piropo pasa por la mente de un hombre enfermo al sexo, hambriento, sediento, obsesionado.
-Anoche soñé contigo. Le dije un mediodía en el alerón de babor, su camarote tenía una puerta con salida al exterior y la mantenía muchas veces abierta. Tal vez para mostrar como se mantiene limpio y organizado un camarote cuando es atendido por una mujer. Quizás como una provocación o trampa que espera por su víctima.
-¿Y qué soñaste? Dirigió su mirada hacia mí y dejó al aire su hermosa dentadura.
-¿Te lo digo? Quería asegurarme de que no se sentiría ofendida con lo que se me acababa de ocurrir.
-¿Por qué, no? Noté que se sentía picada por la curiosidad.
-Porque no fue un sueño común y corriente.
-¡Dilo de todas maneras! ¿No tenías pensado hacerlo? Ya sabía que tenía el camino despejado y nada pudo detenerme.
-Anoche soñé que te estaba dando la mamada de bollo más grande que exista en este mundo, aparté con paciencia cada uno de los vellos y… No me dejó terminar, cortó mi inspiración con una maliciosa carcajada y se retiró, cerró la puerta de su camarote y me dejó con aquella inspiración que fuera el motivo de la siguiente masturbación. ¡Depende! Puede ser considerada por muchos como una vulgaridad o falta de respeto, yo no lo entiendo así. Muchas veces me funcionó con quienes menos lo esperaba, dentro de todas nuestras mentes existe un pequeño espacio donde se esconden nuestras ideas morbosas. Lo hice porque quise ser diferente a todos aquellos que se le acercaban con sus clásicos estoy enamorado de ti, te amo desde el primer día, etc., etc. Dimos el resto del viaje siendo buenos amigos, solo eso.
¿Creen que ya he terminado con todas las sirenas que llevábamos a bordo? Se equivocan, dejé para el final a la mejor de todas y ustedes la conocen. Para sorpresa mía, me encuentro en el salón con Mercedita, la misma camarera a la que Tamayo le cayera a trompones en el buque Pepito Tey. Esta vez no iba de Primera o Segunda Dama, realmente ninguna de las mujeres a bordo ocupaba esas plazas, lo cual no quiere decir que Mercedes se mantuviera alejada de la corte. La observé muy romántica y melosa con el Sobrecargo del buque, un individuo del que no recuerdo su nombre, pero de rostro muy parecido al de Tamayo. Esa mujercita no tenía un solo pelo de boba, se encontraba en la misma mata donde se controlaba el alcohol, la fuma, los víveres y la plata de la tripulación. Una vez me manifestó, eso ocurrió cuando se encontraba en el Pepito Tey: "Lo que me queda de vida, es para templar y beber". Me lo manifestó con tanta sinceridad que a partir de entonces la admiré y respeté. Era mayor que yo y ahora ando por los sesenta, si se encuentra viva debe ser toda una ancianita que viva de sus recuerdos. Algo hay de cierto, no hay quién le pueda quitar lo bailado. Ella tenía algo que arrebataba a los hombres, tuvo que ser una actuación maravillosa en la cama, porque físicamente no era nada que pudiera deslumbrar a un hombre caminando por nuestras calles. Mercedita tenía cierta separación entre las piernas y daba la impresión de que se le había escapado un caballo. Mulata muy clarita y de origen oriental, divertida, con frecuente aliento etílico, dicharachera y muy buena amiga. Tenía embrujado al idiota del Sobrecargo, quien asumía en todo momento la actitud del buen esposo para inspirar respeto, algo que no logró entre el numeroso grupo de agregados que viajaban en ese barco. Una historia más detallada de este viaje se puede encontrar en mi trabajo titulado "Los billetes del chino", razón por la que no me detendré mucho.
Tal y como lo esperaba, las discrepancias entre las posiciones estimadas y las obtenidas por posiciones a los astros llegaron a superar las treinta millas. De muy poco sirvieron mis reclamos para considerar el desvío de la tablilla en los cálculos de nuestros rumbos. El buque tenía un solo radar y bastante antiguo, hablo de aquellos que requerían cierto tiempo de calentamiento antes de ponerlo a funcionar. El Capitán había dejado la orden de no encenderlo si la situación no lo exigía, pero esa orden era muy amplia a diferentes tipos de interpretaciones.
Después de tantos contratiempos y correcciones a la derrota, logramos pasar el Estrecho de Gibraltar y un poco más adelante soy llamado por el Tercer Oficial al puente. No encontraba la isla de Alborán y navegaba con el radar apagado por las causas que ya expliqué. Lo encendí inmediatamente, nos encontrábamos en una zona de bastante tráfico. Pocos minutos después de permanecer junto a él, logramos una posición y comprobamos haber pasado con la isla de Alborán por babor. Le sugerí que no volviera a apagar el radar y pocos días después enfilábamos la entrada al puerto de Alexandría. En una mala maniobra de aproximación, el Capitán le dio un golpe a una de las boyas de señalización y la hundió, yo me encontraba en la proa del buque. En este puerto nos descargaron fondeados y no se solicitó servicio de lancha para la tripulación, tampoco nos pagaron ni se compró víveres frescos. Continuamos viaje rumbo a Jordania a través del Canal de Suez y el Golfo de Aqaba.
Permanecimos fondeados durante varios días o semanas, no puedo recordar exactamente y allí se repitió la misma película del puerto anterior, o sea, tampoco llegaba el dinero para pagarle a la tripulación. Por gestiones o negocios realizados por el Capitán con el proveedor del buque, se logró que nos adelantaran $15.00 dólares de nuestro pago. Nos pusimos de acuerdo Sedgrañe y yo para ir a la playa, él lo haría con su prometida Adis y yo iría acompañado de la hermosa Virginia. Toda la historia de ese paseo se encuentra comprendido en el trabajo que les señalé, una aventura inolvidable donde despejé todo tipo de dudas. Desde el ombligo de Virginia caía como salvaje cascada un trillo de pelos bien oscuros que se perdían debajo del bikini que llevaba puesto. Como eran demasiados y mantenidos encarcelados dentro ese pedacito de tela, un enorme y triangular bulto, ofrecían la imagen de que la muchacha sufría una especie de paperas en esa parte de su cuerpo. Mis ojos se desorbitaron y buscaron más, lo encontraron. Muchos de aquellos negros y lacios vellos, gruesos, lo necesario para distinguirlos y contarlos a una distancia de tres metros, escapaban por los bordecitos de aquel pedacito de trapo. ¡Sensacional! Tan excitante que sentí deseos de entrar al agua a masturbarme, y no les cuento cómo se encontraba el chofer del taxi que nos condujo hasta ese paradero solitario y desierto. Adis no era peluda, más bien algo lampiña, pero si en el caso de Virginia resultaba imposible atrapar toda su pendejera, la mulata enseñaba tres cuarta parte de su culo fuera del pedacito de tela que usaba como bikini, era para volverse loco. Aquel dinerito cobrado lo gastamos en una botella de whisky que bebimos con jugo de piña, no había otra cosa que hacer en un pueblo donde no se encuentran mujeres por la calle y las pocas que salen, solo tienen una ranura para mostrar los ojos en esa enorme capucha donde su religión o maridos las encierran.
Dando tumbos de babor a estribor logramos cruzar el Mar Egeo, Dardanelos, Mar de Mármara, Bósforo y luego penetrar al Mar Negro. Nuestro puerto de carga sería Constanza en Rumania, no servía de nada que nos pagaran allí y tampoco podíamos acumular la divisa para el viaje siguiente. Todo un mecanismo diabólico pesaba sobre nuestras cabezas y por tal razón eran muy pocos los que deseaban realizar viajes al "campo socialista". Ya había visitado ese puerto en ocasiones anteriores, hermosas mujeres, una prostitución silenciosa y clandestina. Un mercado negro como otro que conocía y te asediaba en cada esquina. El mismo aspecto oscuro, frío y sucio con rostro de tristeza que ofrece la austeridad.
Los tripulantes cuando lavaban sus ropas las colgaban en la cubierta de las calderas para secarla, hasta allí subieron los estibadores rumanos a robar. Arrasaron con todo lo encontrado a su paso, hasta los grilletes utilizados en las ostas y contraostas. Nunca imaginé que la situación de aquel hermoso país llegara a los límites de la desesperación, los suponía en mejores condiciones económicas que nosotros. La tripulación tuvo que gastar su plata en artículos de malísima calidad, yo le compré una muñeca a mi hija y tuve que lavarla cuando llegué al barco. El resto del dinero lo consumí en cervezas que compartí con algunos rumanos, todos se desahogaban conmigo y me contaban una historia que ya conocía perfectamente, la vivía.
Finalizada la carga, nos destinaron al puerto de Odessa para tomar combustible, allí permanecimos fondeados varios días, tiempo durante el cual, solo supe de la existencia de tierra por medio del radar. Un denso banco de niebla se mantuvo estacionario y en esas condiciones se acercó el barquito que nos suministraría combustible. Subí al puente a la hora de mi guardia y en la proa se escuchó el repiquetear de la campana. -¡Ancla en pendura! Escuché por el walky-talky que descansaba en uno de los ventanales. El Capitán y Alenas se encontraban dentro del cuarto de derrota. -¡Llévala al escobén y ponla lista para fondear! Le contesté a Sedgrañe, eran las doce de la noche. Lograron salir de la derrota, tal vez recordaron que se encontraban de maniobra, lo hicieron dando tumbos. El Capitán dijo algo con la lengua enredada y se marchó. Alenas quiso explicarme algo y no pudo, su aliento a alcohol era detestable a esa hora. Le respondí algo y le pedí que se marchara, necesitaba concentrarme y saber qué rayos haría. Fui hasta la carta para observar la última posición, el fondeadero se encontraba próximo a una zona de separación del tráfico y me dirigí al radar. Luego de plotear la posición le dije al agregado que pusiera "Despacio Avante" en el telégrafo, la máquina respondió y ordené un rumbo al timonel. En el puente reinaba un absoluto silencio, todos estaban concientes de la situación que atravesábamos con la ausencia del Capitán y el Primer Oficial. La niebla se mantuvo durante el resto de la noche y el día siguiente. Yo permanecí de guardia en el puente hasta el mediodía, Sedgrañe se mantuvo en la proa varias horas más y debía dejarlo descansar un poco.
Después del almuerzo subió Alenas tan fresco como una lechuga, no tenía ideas de lo sucedido la noche anterior. Era la hora en la cual yo debía entrar de guardia y le recordé que había permanecido en el puente desde la noche anterior, almorcé algo y caí rendido. Muy bien pude haber fondeado nuevamente el ancla y esperar a que se les pasara la borrachera a ambos. Técnicamente me entregaron un buque al pairo, pude haber evadido esa responsabilidad. De haberlo hecho, es muy probable que se disparara la guillotina sobre la cabeza de aquellos individuos. Afortunadamente y gracias a mi autosuficiencia, todo salió bien y ninguno de los dos me reclamó nada, tampoco me dieron las gracias.
Regresamos por el mismo camino, Mar Negro-Bosforo-Mármara-Dardanellos-Mar Egeo. De acuerdo a la derrota planificada, puse proa al Cabo Spassero al sur de Sicilia, ya lo había hecho en viajes anteriores y me conocía el camino a casa. Continuábamos con aquella estupidez de no considerar el error del compás magnético, ahora no lo comprendía, no teníamos cargamento de alambrón a bordo desde que abandonamos Jordania. El resultado no se hizo esperar, fuimos a recalar a la isla de Malta. En "Los billetes del chino" explico con lujo de detalles este evento, solo puedo repetir que aquello colmó la copa y le reclamé nuevamente al Capitán, pero esta vez demostrándole con números las razones de nuestra recalada a Malta. ¡Tú estás encaprichao con esa dichosa tablilla! ¡Haz lo que te de la gana! Se retiró enojado del puente y los agregados le sonaron una trompetilla. Continuamos viaje realizando los cálculos de rumbo como Dios manda y nos enseñaran en la academia, todo regresó a la normalidad.
Durante el viaje hice un exhaustivo y bien detallado inventario de todas las cartas y publicaciones existentes en aquel desordenado puente. Tuve tiempo de realizar algunas correcciones a las cartas en uso y cuando el tiempo mejoró, me dediqué por entero a pintar los mamparos y pisos del puente y su derrota. Ese mes me propusieron de "vanguardia" en la asamblea de producción que realizaba el sindicato, yo lo hacía por placer y amor a mi trabajo.
Junto al Práctico de La Habana embarcó el agente de la seguridad cubana llamado Raidel, lo conocía hacía mucho tiempo y tuvimos un fuerte encontronazo en el Pepito Tey. Mal presagio cuando un individuo de estos embarca de esa manera, algo estaba pasando a bordo y yo nunca me enteré, no le dí mucha importancia. Como era costumbre, nos concentraron en el salón de oficiales y desde allí éramos llamados para realizarle sondeo al camarote. Cuando arribé al mío, varios soldados de guarda fronteras se encontraban desarmando mamparos y cuanto espacio ellos entendieran podía utilizarse como escondite de algún contrabando. Uno de ellos hojeaba uno a uno cada libro mío y el que aparentaba ser el jefe, me ordenó desvestirme.
Después de no encontrar absolutamente nada, fui conducido al camarote del Primer Oficial Alenas. Allí se encontraba el oficial de la seguridad cubana Raidel, frente a él y sobre la mesita de su salón, un grupo de billetes antiguos cubanos eran mostrado en orden de acuerdo su valor. Aquellos billetes yo se los había regalado al Capitán para un supuesto coleccionista amigo suyo.
-¿Cuántos de esos billetes vendiste en Jordania? Así comenzó el interrogatorio que se extendió por más de una hora y donde me sacaron en cara cada uno de los pasos dados por mí en el extranjero. No dudaba que parte de aquella información había sido ofrecida por Sedgrañe o algunas de las muchachas que salieron conmigo. Estuve en calidad de detenido hasta que sentí a la tripulación bajando por la escala.
-¿Para dónde me van a llevar? Necesito avisarle a mi familia. Le dije a ese repulsivo personaje, Alena no abrió la boca en todo el tiempo que estuve en su camarote y por mucho que me esforzara en observarlo, esquivó en todo tiempo mi mirada. -¡Vaya para su casa y manténgase localizado! Sin terminar apenas de hablar, corrí inmediatamente al camarote para tomar mi maletín y cerrarlo, pude tomar la lancha junto a los tripulantes.
-¡Estás puesto en la lista del curso para Primer Oficial que va a comenzar! Dijo contenta mi esposa después que los besé y abracé en medio del tumulto formado por los demás familiares. -Tremendo lío se formó hace un rato, resulta que vino el marido de una camarera a la que le dicen La Blanquita. Eso no fue todo, se apareció también la esposa del camarero que le dicen El Blanquito, ella tiene tremenda barriga. La parte más espectacular de esta película es que también vino a recibir al dichoso Blanquito otra mujer que se presentó como esposa y allí se formó. Para colmo y diversión de todos los presentes, el marido de La Blanquita gritó que estaba enterado de los tarros que le puso su mujer ese viaje y está esperando a que bajen. Yo la escuchaba y no le prestaba mucha atención, mi mente se encontraba detenida en la experiencia vivida hacía solo unos minutos, trataba de encontrarle una explicación.
-¡Olvida eso y vámonos, ninguno de los dos va a bajar del barco hoy! ¡Se jodió el curso de Primer Oficial!
-¿Por qué?
-Por culpa de aquellos cabrones billetes del chino que me regaló tu hermano, es probable que vaya preso. El resto del viaje hasta la casa lo di atendiendo a las preguntas de mis hijos, realmente yo no escuchaba nada.
Tres días después y al ver que no llegaba ninguna citación del Ministerio del Interior, decidí pasar por el departamento de Cuadros para averiguar sobre mi suerte con relación al curso que ya había comenzado. Ya no se encontraba La Dama de Hierro como Jefa de Cuadros, tal vez ese cambio fue el que influenció en el giro de mi suerte.
-¡Dígale al Capitán que ascienda al Tercer Oficial a su plaza y suba a uno de los agregados hasta que le enviemos su relevo. Aunque la orden fue oral, estaba convencido que no dudaría de ella.
Gabriel Sánchez se encontraba en su camarote acompañado de algunas mujeres que trabajaban en la Empresa. También estaba otro hombre uniformado con charreteras de Sobrecargo y unos documentos en las manos. Ya se encontraba ebrio y eran solamente las diez de la mañana.
-¡Usted no va para ningún curso de Primer Oficial! Aquellas palabras fueron escuchadas con desprecio y provocó cierto silencio entre los presentes. No insistí y me retiré al camarote. El nuevo Sobrecargo me pidió que pasara por su oficina, allí me explicó con lujos de detalles todo lo relacionado al caso de aquellos billetes. Lo escuché con mucha atención y me preguntaba ¿por qué él me cuenta esas cosas? Cuando terminó me excusé con pretexto de ir al baño y salí a la cubierta. El Sobrecargo me sorprendió con una gruesa llave de las utilizadas para levantar las tapas de las bodegas en las manos.
-¡Compadre, no haga eso! Yo voy a llenar varios documentos y entre ellos colocaré tu desenrolo, como ya se encuentra borracho los firmará y puedes abandonar el barco hoy mismo, ¡no te desgracies! Tenía lógica su proposición y me calmé, vi como llenaba mi hoja de desenrolo. Una hora después, bajaba con mis maletas ante la mirada intrigada de Sedgrañe.
-¿Quién me va a relevar?
-No sé, ese es tu problema, estoy desenrolado.
Han pasado más de veinte años y aún mantengo las mismas preguntas dentro de mi cabeza. ¿Dónde fallé?, ¿cuál fue mi error?, ¿qué les hice?, ¿por qué me delataron esos hijos de puta? Espero que Gabriel se esté pudriendo en el infierno, hace varios años que falleció en un accidente. No sé de la vida de Alena, ¡ojalá se encuentre en Cuba! Si está allá, debe estar sin trabajo. Si se halla en el exilio, solo deseo encontrarme un día con él para leerle estas historias, solo le refrescaré la memoria.
Al día siguiente me integraba al grupo de oficiales que iniciaron el curso en un aula de la Manzana de Gómez y culminó en la nueva academia. Varios de aquellos jóvenes se encuentran dispersos por el mundo, algunos navegan, otros como yo, decidimos colgar los guantes y contamos cada uno nuestras vidas. Todas pertenecen a una flota que se hundió junto al sueño de varios cubanos.
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