martes, 25 de mayo de 2010
Un hito singular: la Operación Sotana
Mayo 25, 2010 at 16:09 · Clasificados en Sin Evasión
En Cuba se está viviendo un momento inédito. Finalmente han comenzado a ceder los cerrojos de los salones palaciegos tras largos años de incomunicación con los nativos, durante los cuales las tensiones entre el gobierno y la sociedad civil independiente –incluidos todos sus actores-, han llegado a un momento crítico. El miércoles 19 de mayo de 2010 marcó un punto de giro que tiende a quebrar el estancamiento: el gobierno cubano, que nunca consideró interlocutor alguno dentro del país para debatir los profundos problemas de todo tipo que han venido aquejando a la sociedad cubana a lo largo de decenios y que se han agravado desde la década final del pasado siglo, se ha visto obligado a apelar a las más altas autoridades de la Iglesia Católica, a fin de que esta medie en uno de los temas más controversiales de la actualidad, el de los presos políticos, las Damas de Blanco y la huelga de hambre y sed de Guillermo (Coco) Fariñas en demanda de la liberación inmediata de 26 de los prisioneros de la Primavera Negra, quienes sufren severos problemas de salud.
Sin dudas, no se trata de una concesión gubernamental; la autocracia necesita ganar tiempo. Este año debutó bajo un signo fatal para la dictadura, marcado, entre otros muchos sucesos, por la muerte de Orlando Zapata Tamayo durante la huelga de hambre que sostuviera por más de 80 días dentro de la prisión, y por su impresionante resurrección en la conciencia de muchas voces dentro y fuera de Cuba. A la repercusión que tuvo este hecho en la opinión pública se suman la resistencia sostenida durante siete años por las Damas de Blanco en pos de la libertad de sus familiares y la resuelta actitud de Fariñas, cuyos ecos han venido tomando fuerza incluso dentro de Cuba, nación largamente aquejada de desinformación crónica. Por otra parte, en el ámbito internacional, nunca antes el gobierno estuvo más aislado. Cuba está urgida de cambios, y el gobierno sabe que no puede continuar dilatándolos. Forzosamente, la orgullosa gerontocracia se ha visto obligada a bajar la cresta y, a riesgo de desnucarse por el inusual ejercicio, dejar de otear el desierto horizonte esperando una señal salvadora, y mirar hacia dentro.
Tampoco son hechos casuales ni aislados los que han llevado a este punto. El gobierno cubano está viviendo la peor de sus crisis: la insostenibilidad del sistema, el colapso estructural, la falta de fe de los inversores extranjeros, el descreimiento cada vez más generalizado de la población (cuya más reciente evidencia es la ausencia a las urnas, la abstención o la anulación de más de un millón de votos en las llamadas elecciones de abril último), la emigración permanente, el síncope final que está sufriendo la economía, y el modesto, pero sostenido crecimiento de las manifestaciones y exigencias cívicas al interior del país, son algunos de los factores de un desplome que el gobierno solo podría aliviar –ya que no evitar– favoreciendo el diálogo interno e introduciendo a toda prisa reformas profundas. Se impone, pues, echar a andar un mecanismo cuya inevitable consecuencia será la transición.
No por esperado el diálogo deja de ser una sorpresa. Era de suponerse que el gobierno jamás accedería a dialogar directamente con ningún sector disidente; después de demonizarlos, sistemáticamente como “mercenarios”, “vende patria”, “lacayos”, “traidores” y otros calificativos similares, no sería coherente legitimarlos, otorgándoles el reconocimiento que siempre les ha negado. Así pues, resulta que las autoridades han elegido como mediador, no a la complaciente Junta Directiva del Consejo de Iglesias de Cuba, eternamente dispuesta a apoyar los intereses gubernamentales a partir de las órdenes de esa polea de transmisión, conocida como Caridad Diego, la temida Jefa del Departamento de Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido Comunista –quien de manera nada caritativa dicta las normas a los más obedientes y receptivos entre los pastores de este peculiar rebaño–, sino a la más alta jerarquía de la influyente Iglesia Católica, la mayor y más poderosa institución religiosa del país, con la cual el propio gobierno ha cruzado sables más de una vez.
Sin embargo, me parece muy positiva esta serie de diálogos entre el gobierno y la Iglesia Católica a propósito de los presos políticos, siempre que de ello dimanen soluciones para un conflicto creado por el propio gobierno. Y aunque en alguna ocasión he criticado las posturas tibias de ciertos altos representantes de la Iglesia, ahora mismo no se me ocurre mejor mediador –si empre que ésto sea en el proceso y no un vocero más del gobierno–, para encontrar el inicio de un potencial camino de cambios. Este es un importante primer paso. No olvidemos, empero, que no son el gobierno cubano ni la Iglesia los verdaderos protagonistas de este diálogo, sino Orlando Zapata, los presos políticos, las Damas de Blanco y Guillermo Fariñas, todos ellos herederos de muchos años de resistencia cívica librada por miles de cubanos. No perdamos de vista tampoco la naturaleza engañosa de este gobierno, lobo presto a vestirse de cándido cordero, porque vaciar las cárceles por presión de las circunstancias actuales no significa que no estén dispuestos a llenarlas a la primera oportunidad. En lo que a mí respecta, mantengo prudentemente mis reservas: no por gusto los alabarderos del régimen trabajan arduamente en fabricar nuevas pesadillas bajo el rótulo de “mercenarios”; esta vez, para estar a la altura de los tiempos, han incluido el término “ciberterroristas”, destinado expresamente a los incómodos bloggers independientes de dentro de Cuba.
Veamos, pues, si lo que ya algunos han dado en llamar “Operación Sotana” surte los efectos que esperamos y sienta un favorable precedente para transitar pacíficamente y a mediano plazo hacia la democracia en la Isla. Hoy la alta jerarquía católica tiene la oportunidad única de contribuir a la democratización de Cuba y a la reconciliación entre todos los cubanos; tiene también la autoridad moral para hacerlo. Mis mejores deseos por el éxito de su gestión.
Ilustración: Fotografía de EFE
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