sábado, 5 de junio de 2010
La Bella Habana
Por Pablo Silva Cabrera ⋅ Junio 5, 2010 ⋅ Email This Post ⋅ Print This Post ⋅ Enviar un comentario
Recientemente conversaba con un amigo, sobre el embrujo de nuestra capital; me decía: ¨Te has fijado como a pesar del deterioro de más de medio siglo, se niega a perder el encanto¨; mí amigo no se refería a la tienda de igual nombre incendiada en 1961 –creo que hay otra en Santiago de Cuba – si no a ese arte de deslumbrar y seducir que nadie le ha podido quitar a la ¨Capital de todos los Cubanos¨.
El que quiera comprender lo que ha significado estos cincuenta y un años de experimento social castrista, que se de una vuelta por la Habana de estos tiempos. Que converse con sus habitantes; para que ellos les cuenten de las carencias; materiales y espirituales, del fenómeno del jineterismo, de la obsesión enfermiza por dejarlo todo atrás y tratar de comenzar a vivir en un lugar ajeno; total sólo para empezar a padecer el sufrimiento por esta Habana distante, pero siempre presente en nuestros sueños: como el amor que perdimos sin saber por qué.
Les confieso que siento lástima por esos jóvenes que sólo han conocido el deterioro de los edificios y las calles llenas de baches. Esos que no tuvieron la oportunidad de ver al Caballero de París y que nunca oyeron hablar de Bigote de Gato, aquel español noctámbulo y gozador; propietario de un bar; en donde termina la calle Cristina y empieza la Calzada de Concha. Al que ¨El inquieto anacobero¨ Daniel Santos, le dedicó un tema musical que hablaba: de un gran sujeto que vive allá por el Luyanó.
Daniel Santos fue otro de los conquistados por La Habana. Por que si una cosa tenía nuestra ciudad; era ese inexplicable hechizo que hacía muy difícil el abandonarla después de haberla conocido. Aquí vivieron personalidades tan importantes, como los boricuas: Lola Rodríguez de Tío y Rafael Hernández, quien realizó una buena parte de su obra musical en La Habana; de Doña Lola, que murió entre nosotros, baste decir que escribió la letra de La Borinqueña, el himno nacional de Puerto Rico. No puedo dejar de mencionar a ese extraordinario tenor mexicano: Pedro Vargas, que también fue conquistado por nuestra capital a donde le nació un hijo; fue tanto su amor por Cuba y por La Habana, que compró un apartamento en la calle Línea; que por supuesto fue confiscado por la Ley de Reforma Urbana en 1962.
Pedro Vargas decía que mientras durara el castrismo no regresaría a Cuba, murió en octubre de 1989, sin poder regresar. Como tantos otros cubanos y extranjeros, que han quedado sepultados en otras tierras; muchos de ellos por no poder soportar a esta Habana de hoy, prefiriendo marcharse del mundo con el recuerdo intacto de la que fue, pero ya no es.
Con estas líneas no intento remover viejas nostalgias ni idealizar una época que tuvo sus cosas feas y desagradables, especialmente las de fines de los cincuenta, ni hablar de algo irremediablemente perdido a causa de nuestros errores. Si en fin de cuentas La Habana sigue ahí, cautivando a los viajeros, a pesar de las grietas de sus edificios y la falta de pintura. Ella sobrevivirá como siempre a ciclones y convulsiones sociales. Regalándole a cada amanecer desde el malecón; una sonrisa al mar.
Pablo Silva Cabrera.
Presidente del Partido Solidaridad Democrática.
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