Sociedad/ A bailar con Radio Reloj
Cubamatinal/ Los cubanos llevamos la música en la sangre. Es más, somos música, y con el advenimiento de la farandulera revolución hemos incrementado el ritmo, las notas y el bailoteo histriónico de los privilegiados.
Por Víctor Manuel Dominguez
La Habana, 4 de junio /PD/ Convertidos en ecos de violín, cuerdas de guitarra, agudos de trompeta, solo de timbales, gracias a una dirección orquestal hermética en cuanto a las partituras a interpretar, renunciamos a la clave de Sol y vivimos componiendo melodías patrióticas con-fusas, ya que las negras, las blancas, las redondas y sobre todo los calderones se emplean a discreción –como corcheas- en las comparsas.
Es admirable el poder de convocatoria de una conga revolucionaria, el caldo de cultivo ideológico de un bolero y la pluralidad cívico-fónica de una rumba, en un país donde todas las notas y ritmos del pentagrama están pautados en Mi sostenido, y puede variar la letra, pero no el intérprete.
Resulta inabarcable el nivel de análisis que se agazapa dentro de un sucu-sucu, el sello de identidad que se desborda de una guaracha, o el ancestro burgués por lo comedido de un danzón.
Además, la música cubana tiñe con sus resonantes tambores, sus tímbricas marimbas y sus graves trombones toda la cotidianidad de una Isla que sólo se abre cuando suena el reguetón, o se van la salsa y el changüí a conquistar oídos vírgenes para nuestra orquesta, aunque demasiadas veces no regresan sus cultores.
La interacción ritmo-melodía-marxismo del cubano se puede apreciar a simple vista en el pegajoso ritmo de las mesas redondas (purgante político de nuestra televisión), pues gracias al talento de sus orquestadores se convierte en una rumba de solar pese al aspecto sinfónico de sus intérpretes.
Escojamos cualquiera de sus salidas a escena para comprender los puntos de contacto entre los géneros musicales cubanos y la política.
Agrupados generalmente en formatos de cuartetos o quintetos, los intérpretes de la mesa redonda, con el tema ordenado puesto sobre el atril revolucionario, comienzan su melopea a la orden de un solista enviado por El Solista en Jefe.
A medida que se van calentando los timbales, tensando las cuerdas, afinando las teclas, resquebrajando las aflautadas voces, surge una melodía tan sublime que hace dormir a los presentes, y darse un trago, apagar el televisor y gritar ¡solavaya! por la emoción a los telespectadores que por no ajustar la hora de sus relojes han confundido la programación.
Ya entrados en calor, a pleno ritmo de explosión solariega, se inician las variaciones melódicas entre uno y otro género.
Para orientar a los delatores de la comunidad sobre la necesidad de vigilar a los contrarrevolucionarios, bisneros, proxenetas y otras notas falsas dentro del pentagrama social cubano, se les pasa un Manual práctico de cómo tocar trompeta sin perder el tono.
Por ejemplo, a través de una guaracha de Matamoros, y al son del contagioso estribillo, se puede informar de forma rítmica y acelerada los movimientos de los cubanos desafinados con el sistema: “La mujer de Antonio camina así/ cuando sale del mercado camina así/ cuando va a la plaza camina así”.
Por otra parte, si el tema a tratar es sobre la salud, la economía y las libertades en la Isla, con el mismo formato, pero esta vez en voz y estilo del solista exclusivo de la firma GIÑASON, se acude al bolero del cieguito maravilloso, Arsenio Rodríguez, y se entona a media voz, con los ojos vidriados, la boca en un rictus y las manos temblorosas, el siguiente tema:
“Después que uno vive/ veinte desengaños/, que importa uno más (…) hay que darse cuenta que todo es mentira, que nada es verdad…”, como respuesta armónica de la música contra la ira de los bailadores que quieren cambiar la melodía, botar las partituras y sustituir al director de una orquesta que sólo lleva cincuenta y un años con la batuta en la mano sin bajar del escenario.
Pero eso no lo vamos a permitir ni los jacarandosos ni los congueros, y mucho menos los que disfrutamos en medio de esta comparsa al son del “uno, dos, tres, cuatro, comiendo mierda y rompiendo zapatos”, compás clásico del ritmo totalitario, con base en la trompetita china y la balalaika rusa.
Que tengan mucho cuidado quienes pretenden convertir una conga macha y popular en un vals afeminado por lo europeo.
A golpe de cencerros, quijá y güiro romperemos cualquier arreglo con violonchelos, Stradivarius y otros instrumentos que hacen una música demasiado liberal para nuestro gusto.
Seguro de que estos ejemplos servirán para evidenciar el feliz matrimonio entre la rumba y la revolución, el bolero y el socialismo, la comparsa y la batalla de ideas, les recuerdo que en esta Isla, donde la clave y el bongó expresan y resumen todas las libertades y virtudes de sus ciudadanos, aún hecho cuerdas de guitarra, arcos de violín, restos de timbales, seguiremos cantando a Papá Montero.
Con saludos musicalizados y rítmicos del tema variaciones en Do mayor sostenido Socialismo o Muerte, de la opereta de igual nombre, se despide de ustedes, hasta el próximo concierto, Nefasto “El Arreglista”.
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