sábado, 31 de julio de 2010

HOY EN EL CALENDARIO CUBANO, 1 DE AGOSTO



Coches en La Habana


• Santos católicos que celebran su día el 1º de Agosto:

- En el Almanaque Cubano de 1921:

Santos Pedro Ad Víncula, Cero y Nemesio, confesores, Félix de Gerona, mártir y Santas Fe, Esperanza y Caridad, vírgenes y mártires

- En el Almanaque Campesino de 1946:

Santos Pedro advíncula, Vero y Nemesio, confesor, Félix de Gerona, mártir y Santas Fe, Esperanza y Caridad, vírgenes y mártires



• Natalicios cubanos:

Callejas, José María: -Nació en el Caney el 1º de agosto de 1792 y murió, víctima del cólera morbo, el 31 de marzo de 1833. Fue militar y tomó porte en las guerras de independencia de España. En 1823, de vuelta en Cuba, promovió la creación de un colegio militar; levantó un plano de La Habana en 1824 y colaboró activamente en el “Diccionario Enciclopédico Militar”. Fue miembro de la Sociedad Patriótica y escribió una “Historia de Santiago de Cuba”, cuya publicación se le debe al ilustre Dr. Fernando Ortiz.



El 1º de Agosto en la Historia de Cuba

• 1828 -

- Colonización de Isla de Pinos.

Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 433-434 nos describe los acontecimientos del 1º de Agosto de 1828 en la Historia de Cuba:

“La comisión presidida por Joaquín de Santa Cruz y Cárdenas, conde de San Juan de Jaruco y de Santa Cruz de Mopox, organizada por la Metrópoli a fines del siglo XVIII para estudiar y promover la fundación de poblaciones en Cuba, no fue del todo estéril. Tuvo consecuencias de verdadera importancia. Isla de Pinos, verbigracia, recibió no escaso beneficio, aun cuando no inmediatamente. A lo largo de tres centurias se habían sucedido meritorios esfuerzos para colonizarla. M-as la suerte no le había sido propicia. Para conocer por lo menos lo que valía, fue menester que se presentase la oportunidad ofrecida por la comisión de Jaruco y Mopox.

“Juan Tirry y Lacy, capitán de fragata, quedó encargado del reconocimiento de la isla por Colón llamada Evangelista. Quienes se fijaron en Tirry estaban seguros de la competencia y del celo del elegido. Sus exploraciones por allá, como las de José María de la Torre y Antonio López Gómez en el extremo occidental de Cuba, respondieron a las mejores intenciones respecto de aquellos trabajos tendientes al fomento de nuevas poblaciones. El estudio de Isla de Pinos encomendado a Juan Tirry y Lacy debía ser topográfico e hidrográfico.

“Tirry trabajó durante varios meses en Isla de Pinos. Al cabo de ellos dirigió al Capitán General una larga memoria acerca de sus reconocimientos y estudios en el país. Fijó la situación geográfica de la Isla. Describió sus costas y la figura de su conjunto. Explicó su organización física, la posición, extensión y figura de sus accidentes, el origen, dirección y curso de sus ríos, la calidad de sus terrenos y sus productos naturales, su clima, sus aires y sus aguas. Terminó refiriéndose a su escasa población: no pasaba de trescientas almas.

“La acuciosa labor de Tirry sirvió principal y casi únicamente para dar a conocer lo que Isla de Pinos valía. Los tiempos que corrieron después de haber rendido Tirry su informe no fueron propicios al aprovechamiento a que invitaban sus luminosas noticias. Hasta que vino a gobernar a Cuba Francisco Dionisio Vives no hubo en realidad ninguna iniciativa enderezada al fomento de aquella posesión. Nuevos antecedentes hizo recoger el Capitán General. Al cabo de todo ello quedó convencido de la utilidad derivable de cuidar y poblar a Isla de Pinos, y propuso a la Corona la adopción de las medidas que consideraba procedentes. Y una real orden de 1° de agosto de 1828 autorizó su fortificación y colonización bajo el nombre de Reina Amalia.”






Luz Palomares
en Patriotas Cubanas
por la Dra. Vicentina Elsa Rodríguez de Cuesta

Luz Palomares García nació en Guáimaro en la provincia oriental, el 29 de Mayo de 1850. Fue hija de Francisco Palomares Sola y de Mercedes García de la Torre. El primero mayoral de Francisco Vicente Aguilera y la segunda uña criolla bien compenetrada con los ideales separatistas del esposo y del patrón.

Según el decir de su distinguida biógrafa Ciana Valdés Roig -“En el pueblecito de Guáimaro pasó Luz los primeros años de su vida”. Contaba 19 años, cuando asistió en su suelo natal al acto trascendental de la celebración de la primera de nuestras Asambleas constituyentes, contemplando sus grandes pupilas las figuras de Céspedes, Quesada, Aguilera, Cisnero Betancourt, y la de todos los grandes de la gesta heroica del 68.

En Noviembre de 1889 su familia toda se internó en los montes de la redención siendo sorprendidos tres años después por la guerrilla del célebre Tizón, que ante los ojos de la espantada jovencita, dio muerte de horribles machetazos a sus hermanos Manuel y Pedro de 14 y 12 años respectivamente. La anciana madre de Luz murió en el acto por la cruel impresión que le proporcionaron en momento aciago; los demás acompañantes se dispersaron y Luz Palomares hecha prisionera fue llevada a Victoria de las Tunas y encerrada en el Cuartel de las 28 columnas, aunque por poco tiempo, pues ese mismo año, la trasladaron al vivac del Barrio de San Andrés en Holguín y de aquí por tiempo indefinido, a “La Periquera”, cuartel de caballería que le dieron por cárcel permanente.

Recogida por la familia Manduley Salazar, permaneció allí hasta que fue firmada la Paz del Zanjón, un día antes de que se cumpliera la sentencia de fusilamiento de su padre en Guáimaro. Esta pena le fue conmutada por la de destierro a otra región.

Baracoa fue el lugar escogido, y allí sentaron los Palomares hogar definitivo.

Allí se enamoraron Luz y Francisco Navarro Estrella; allí se casaron y le nacieron sus numerosos hijos. Y allí fue también donde prosiguió heroicamente sus luchas en pro de la libertad de Cuba.

Residía el matrimonio en la finca “El Buquién”, barrio de Toa, cerca de las playas de Nibujón, lugar estratégico para los preparativos de una expedición guerrera.

Por esta finca pasaron Antonio Maceo y Flor Crombet, después del desembarco por Duaba y en el batey de la misma fue depositada la carga sagrada de la expedición de Sánchez Echevarría. El 19 de Agosto de 1895 fue asaltada la finca, por los españoles, y en esa ocasión Luz Palomares con valor espartano, monto a caballo, levanto en alto el machete y arengo con arrojo impar a los patriotas, algo desconcertados para salvar el cargamento. Gracias a este gesto fue salvada la expedición. El General, Francisco Sánchez Echevarría, abrazola y ante toda la tropa colocada en posición de atención, le dijo:

-“Por su acción heroica hemos triunfado en la batalla de hoy, ha ganado Ud. el grado de Capitana del Ejército Libertador”.

El diploma le fue extendido inmediatamente, pero más tarde ante una sorpresa del enemigo tuvo que comerse este valioso papel.

El Congreso de nuestra República en Marzo de 1931, reconoció el derecho de Luz Palomares al grado de Capitana del Ejercito Libertador y se le concedió la correspondiente pensión.

Residiendo en Antilla, le fue impuesta el 20 de Mayo de 1948, la condecoración de Carlos Manuel de Céspedes, en sesión especial celebrada en el “Club de Leones” y allí murió el 1° de Agosto de ese mismo año.

Tal parece que la muerte que rondaba a la esforzada mambisa, espero lo suficiente, para que haciendo honor al mérito, fuera colocado en su pecho casi centenario la condecoración que premiara el heroísmo sin par de aquella cubana perteneciente a la estirpe romántica del pasado siglo.




José Maceo
En Próceres
Por Néstor Carbonel

“Nació el año de 1846.”
“Murió el 5 de julio de 1896.”


“Hay vidas que parecen cuento: la del general José Maceo es una de ésas. Sus proezas; sus asaltos, merodeos, combates, fugas milagrosas, digiéranse invención de la fantasía más que realidad. El dios de la guerra forjó su espíritu, indócil y arrebatado, a la vez que noble y compasivo. Muchos hijos valientes ha tenido Cuba en sus luchas por la independencia: algunos acaso tan valientes como él; ¡pero ninguno más que él! Como Aquiles, como Héctor, los héroes de la homérica leyenda, José Maceo fue largo tiempo protegido por las divinidades. De ahí que la muerte lo respetara durante aquellos diez años de continuo bregar, de diario combatir, de constante coqueteo con el peligro. El fue el primogénito de los Maceo, legión de bravos El fue el Páez cubano: el huracán hecho hombre!



“En un oscuro rincón de la provincia oriental, nació y pasó los primeros años de su vida. Adolescente, no fue al colegio a aprender lo que eran las montañas y los bosques y los ríos: subiendo las primeras, atravesando los segundos, vadeando los terceros se los aprendió de memoria ¿La libertad? La libertad aprendió a amarla a la sombra de la esclavitud. No hay maestro que mejor enseñe a amar la justicia, que la injusticia. ¡A amarla y a defenderla! El grito de rebeldía lanzado en Yara por Carlos Manuel de Céspedes lo halla en pie. A él y a los suyos. Siete eran y el padre, y juntos todos sentaron plaza de soldado bajo la bandera roja, blanca y azul; bajo la bandera de la patria, dispuestos a conquistar sus derechos.



“Muerto el padre, al lado de su hermano Antonio, jefe antes que él, combate, ganándose los ascensos a tiros y machetazos. Durante la década sangrienta y gloriosa, asiste a cientos de hechos de armas. Una ocasión, Policarpo Pineda, llamado familiarmente Rustán, famoso entre las huestes libertadoras por su temerario valor, retó a tres de los Maceo, entre éstos a José, a ver cuál se portaba mejor en el encuentro próximo. Aceptado el reto, asaltan un convoy, destrozando completamente al enemigo. En el lance salieron heridos los cuatro justadores, a la vez que convencidos cada uno de ellos del valor de los restantes. En el ataque el cafetal Indiana, ya capitán, a las órdenes del general Máximo Gómez, fue herido de gravedad. Otra ocasión, enterado de que su hermano Antonio, acribillado a balazos en la acción de Barajagua, era transportado en una camilla, casi moribundo bajo la persecución de los españoles, constitúyese en su defensor constante. Diez días consecutivos duró la peregrinación aquella. El caudillo glorioso, en andas y seguido de su séquito hambriento, huía del enemigo, ansioso de apoderarse de la codiciada presa. Pero entre el enemigo y Antonio, iba José, defendiendo como un león cada palmo de tierra.



“Herido en el encuentro de la loma de Báguano, herido de tal modo que se le paralizaron las válvulas del corazón, cuando su gente afligida se disponía a cargar su cuerpo inerte, se irguió resuelto, montó a caballo, y marchó sobre los contrarios,-arrebatándoles la bandera y haciéndolos huir a la desbandada. Poco antes de firmarse el pacto del Zanjón, con sólo quince hombres, ataca en Pinar Redondo al batallón de Reus, matando a su jefe, el coronel Gonzalo. Días antes de firmarse la paz, poco faltó para que el general Martínez Campos cayera en su poder prisionero. Andaba José Maceo, seguido de sus fieles, acechando el momento propicio para dar un golpe de efecto que echara a rodar por el suelo el altar de las intrigas y componendas. En busca de esta oportunidad se encamina al Songo, donde se entera de que el general Martínez Campos se encuentra en el poblado del Cristo, y hacia allí se dirige. Pero no ataco al Capitán General español, porque supo que con él se encontraba un cubano prominente tratando precisamente de la paz.



“Terminada al fin la guerra de los diez años, se va a vivir a la ciudad de Santiago, lugar donde un año después dio de nuevo el grito de libertad, en combinación con Guillermón Moneada, Flor Crombet, Quintín Bandera y otros jefes. En marzo de 1880, hace prisionero al capitán del Ejército español, Enrique Ubieta, hermano de Emilio Ubieta, muerto gloriosamente en la batalla de las Guásimas, defendiendo los ideales de la revolución. A Ubieta, Maceo lo puso en libertad. Más tarde, en Arroyo de Agua, emboscado, espera la columna del teniente coronel Pujón y la destroza, haciéndole diecisiete muertos, y cerca de cincuenta heridos, entre éstos, el jefe.



“Hecha la paz nuevamente, es enviado junto con otros compañeros, a los presidios de Africa. Confinado a las Chafarinas, allí estaba, cuando con el fin de ponerlo en lugar más seguro, concibieron el plan de trasladarlo a Ceuta. El vapor que había de conducirlo a su nueva cárcel hizo escala en Cádiz, lugar donde, de acuerdo con algunos deportados cubanos, entre los que se hallaba Calixto García, logra fugarse en compañía de su mujer y de su hijo. Llega a Tánger, pero de este lugar tiene que salir precipitadamente, yendo entonces a refugiarse en Gibraltar, posesión inglesa. Con conocimiento España del arribo de los prófugos a Gibraltar, solicita su extradición, a lo que el Gobernador de aquel peñón accede sin consultar a su Gobierno. Entregado de nuevo a las autoridades españolas, es encerrado en el castillo de Pamplona. Al cabo de algunos meses, por gestiones de Inglaterra, fue trasladado a la plaza de Mahón, de donde pudo evadirse pasando primero a Argelia, luego a Francia, y por último a Panamá. Mas tarde se trasladó a Costa Rica, tierra donde a puro esfuerzo, en lucha abierta con la naturaleza, levantó su hogar, alzó su tienda de peregrino de la libertad.



“De su vida plácida de campesino fue a sacarle la propaganda del Partido Revolucionario Cubano,-la estupenda obra de Martí. En Costa Rica, junto con su hermano y Flor Crombet, espero la hora, siempre alerta. En compañía de éstos y de otros jefes, embarcóse en una pequeña embarcación nombrada Honor, con rumbo a Cuba. A las playas de Duaba, Baracoa, fueron a dar. En ella desembarcan en pleno día, armados y resueltos. A la vista de la ciudad sorprendida ocupan una casa situada sobre un cerro. Allí comienza a unírseles la gente. Informados de que viene a atacarlos una columna española, la esperan y la hostilizan y la rechazan. Celebrada la primera función de guerra, se internan en el monte.



“Después de varios días de marchar sin tregua, perseguidos de cerca por el enemigo, se detienen a descansar en una casa situada en un lugar llamado Palmarito, donde son sorprendidos. Pelean allí cuerpo a cuerpo y como fieras. Allí murió Crombet, caballeroso y bravo, y otros cayeron prisioneros. José Maceo quedó solo, descalzo, perdido en las sierras de Baracoa. Trece días anduvo así, hambriento y sediento, sin encontrar dónde apagar la sed ni matar el hambre. En el desamparo, no tiene más compañero que su rifle y cien cápsulas. ¿Alimento? Alguna que otra ave que caza y come cruda, y alguna que otra fruta silvestre. Una vez, ya en el colmo de la desesperación, después de haber andado cuarenta leguas, halla un camino ancho, por el cual se echa a andar rifle en mano y el dedo en el gatillo. Apenas había caminado una legua, llega a una estancia, a un pequeño bohío. El dueño del sitio le dice que la revolución está fracasada, lo que lo hace sufrir enormemente, pero no cejar. En marcha de nuevo, oye gente que se acerca y se dispone a morir. -¡Alto! ¿Quién vá? -dijo. Y le contestaron: -Cuba.- ¿Qué gente? -repuso. Y le respondieron: -De Periquito Pérez! Se había salvado, estaba entre hermanos.



“Tan pronto como se vio al frente de alguna tropa, se reanima, es otro hombre, es decir, vuelve a ser quien era. Cuando el general Gómez y Martí lo encontraron, ya al frente de unos quinientos soldados, combatía a diario. ¡Acabado de batirse y triunfar en Arroyo Hondo, abrazó a Martí y a Gómez! Después... después combate -y siempre vencedor- en Jobito, Ramón de las Yaguas, Sao del Indio, Sagua de Tánamo y otros lugares, hasta que al fin, sucumbe en la loma del Gato, peleando heroicamente, denodadamente contra los amos de su tierra, mientras las palmas todas se inclinaban pesarosas y los ríos murmuraban una plegaria...”

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