miércoles, 28 de julio de 2010

HOY EN EL CALENDARIO CUBANO, 29 DE JULIO



Iglesia de Bayamo


• Santos católicos que celebran su día el 29 de julio:

- En el Almanaque Cubano de 1921:

San Félix, papa y mártir y Santas Marta y Beatriz, vírgenes

- En el Almanaque Campesino de 1946:

Santas Marta y Beatriz, vírgenes y Félix, papa



• Natalicios cubanos:

Figueredo Cisneros, Pedro: -Nació en Bayamo el 29 de julio de 1819 y fue fusilado en Santiago de Cuba el 17 de agosto de 1870. Abogado y hacendado que cultivó la literatura y la música. En La Habana fundó “El Correo de la Tarde” y en Bayamo “La Filarmonía” y un teatro de aficionados que representaban obras suyas. Al estallar la revolución del 68 se incorporó inmediatamente en ella habiendo improvisado el popular Himno Bayamés que fue cantado por la tropa en la toma de su ciudad natal, primer hecho importante de armas de la hueste de Carlos Manuel de Céspedes en la que “Perucho” (de su nombre popular) tomó parte. Hecho prisionero por los españoles, fue por éstos fusilado. Otro hermano suyo corrió la misma suerte: toda una familia de patricios y patriotas. Al llegar al lugar del suplicio escupió al rostro de sus victimarios su “¡Morir por la patria es vivir!”.



El 29 de julio en la Historia de Cuba

• 1896 -

- Juan Bruno Zayas en la Jaima.

Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 427-428 nos describe los acontecimientos del 29 de Julio de 1896 en la Historia de Cuba:

“En la guerra iniciada en 1895 Cuba tuvo en Juan Bruno Zayas y Alfonso a uno de los hombres nuevos que la sirvieron con mayor eficacia. En el ejercicio de la medicina había acendrado sus sentimientos. Sus convicciones lo llevaron a las filas de la Revolución. Junto a Maceo, durante tres meses, desde diciembre de 1895 hasta marzo de 1896, fue de los que consumaron la Invasión: fue de los que, tras marchas gloriosas, firmaron en Mantua el acta celebre que declaró terminada la proeza planeada por los próceres de la libertad.

“El aprecio en que Maceo tuvo la capacidad técnica y moral de Zayas se exhibió en las órdenes que aquél trasmitió a éste en marzo de 1896 para que marchase a Las Villas. Desde lejos el Lugarteniente observó cómo el noble medico, convertido en guerrero por amor a su patria, era uno de sus excelentes discípulos. Zayas, a semejanza de Maceo, era un general insurrecto que hacía sentir su presencia a los españoles.

“El general Juan Bruno Zayas se hallaba a fines de julio de 1896 en la provincia de La Habana. Lo espoleaba el pensamiento de pasar a la región pinareña, a fin de nutrir las huestes del Lugarteniente General del Ejercito Libertador. Conocía la brecha por donde Antonio Maceo había logrado internarse en Vuelta Abajo para realizar la segunda invasión• Acariciaba la esperanza de seguir el propio itinerario. Todos sus planes tendieron a ver coronada felizmente aquella aspiración de su alma. Juzgaba que, de llevar a cabo su proyecto, la prestación de sus servicios redundaría en el mayor provecho para Cuba.

“Encontró sitio propicio a la ejecución de sus afanes.

“En 29 de julio de 1896 estaba el general Juan Bruno Zayas en La Jaima, lugarejo perteneciente a Gabriel. Tenía allí buena, situación tanto por lo que tocaba a su orientación como respecto del enemigo. Pero no faltaron indiscretos que, informados de los propósitos y de las condiciones del general Zayas y movidos por un entusiasmo inútil, se ocupasen, en la ciudad de La Habana, con el comentario insistente de lo que se fraguaba por el caudillo. Los alardes de fe y optimismo de quienes así procedieron como para hacer patente su adhesión a la causa revolucionaria fueron funestísimos. El eco de cuanto se hablaba en la calle subió a los salones de la Capitanía General. De allí salieron las órdenes conducentes a sorprender y atacar al valiente adalid libertador acampado el 29 de julio de 1896 en La Jaima y caído al día siguiente bajo el plomo de quienes se oponían a la victoria de lo que él defendía con la heroica sencillez de un ciudadano cabal.”





Rosario Morales
En Patriotas Cubanas
Por la Dra. Vicentina Elsa Rodríguez de Cuesta


Rosario Morales, nació en, la provincia de la Habana, de antigua y distinguida familia criolla.

Casó muy joven y al llegar la gesta heroica del 95 era madre de dos lindas jovencitas: María y Raquel de los Reyes y Morales, que como su augusta progenitora fueron dignos ejemplares de patricias de nuestra última gesta emancipadora.

De la biografía de esta mujer extraordinaria, trazada elegantemente por la mano de Herminia del Portal, tomamos los siguientes datos:

“Rosario Morales fue por sus méritos insuperables, nombrada Capitana Jefe de Postas del Ejercito Libertador.

Fue fundadora del Asilo de “Huérfanos de la Patria”. Sus trabajos, penalidades y esfuerzos por la tierra amada, señalan todo el andar de su vida lleno de heroicidades y martirios”.

Como sus dos hijas, sufrió prisión en la “Casa de las Recogidas”. En Guanabacoa, bajo la férula del sicario Fonsdeviela, también estuvieron privadas de libertad por sus actividades revolucionarias.

Pero nada de esto arredraba a la patriota, que seguía luchando en los campos de la insurrección e inculcando a sus hijas que continuaran la lucha emprendida.

María de los Reyes, su hija mayor, de 17 primaveras, era conocida bajo el seudónimo de “Miss María”, de ella recibió el General Aranguren una misiva, precisamente el día de la sorpresa de “La Pita”, donde le prevenía del inminente peligro que su vida corría. Raquel, con sólo 15 años, mereció el renombre de “la valiente girondina” y de ellas dijo el General Nodarse, que habían sido unas de las más destacadas auxiliares de los hombres en armas de la provincia de la Habana, estando sus vidas enlazadas muy íntimamente a los hechos más gloriosos que se realizaron en la provincia habanera, en la etapa final de la revolución de Cuba.

Pobre, viuda, con su hogar destrozado, enferma y sin recursos, siguió Rosario Morales luchando directamente con sus dos retoños, hasta tener la dicha inmensa de ver coronados sus esfuerzos por la causa de la redención.

En la época republicana, a edad bastante avanzada; el Gobierno de su país le concedió la Gran Cruz de Carlos Manuel de Céspedes, que ostentó en su pecho con singular orgullo hasta el fin de sus días, acaecido en la capital habanera.

“Charito” Morales, ha pasado a la Historia Nacional como un valor positivo de las mujeres extraordinarias de nuestra epopeya libertadora, por su valor, su heroísmo y por sus grandes servicios prestados a la República.




Narciso López
En Próceres
Por Néstor Carbonel

“Nació el 13 de septiembre en 1798.”
“Murió el 1º de septiembre de 1851.”


“Empezó mal la vida de hombre, porque la empezó peleando bajo las banderas de la tiranía, en contra de sus hermanos, que luchaban por conquistar la libertad e independencia. La empezó mal, pero la terminó bien, pues murió en el cadalso, después de intentar, en dos ocasiones, rescatar a Cuba de las manos que la oprimían y vejaban. Malo es pecar, y continuar pecando, aunque se presenten a la vista, abiertos, los caminos de la virtud. Pero una gran acción en pro de una generosa idea hace olvidar que el que la realiza puso un día las manos en el crimen. No así se puede perdonar al que, habiendo sido de los fundadores de un pueblo, se complace luego, por ambición o por odio, en echarlo abajo, sin gloria y sin honor. Erró Narciso López un día esgrimiendo su lanza épica, y saliéndole al encuentro a los soldados de Páez. Pero se lavó de esa culpa -para los cubanos al menos- muriendo estoicamente en defensa de sus derechos de hombres.

“En Venezuela, cuna de Bolívar, nació. Cuando contaba apenas catorce años, le mataron los españoles al padre, quedando solo en el mundo. ¡Y triste destino el del pobre huérfano! Un español, uno de los jefes más sanguinarios, de los muchos que combatían a los libertadores -Morales-, lo acoge compasivo, y lo hace contendiente en favor de los que le habían dado muerte a su padre y combatían por mantener su pueblo esclavo. Ahora bien, de él, cuanto la historia cuenta, lo honra como militar y lo honra como hombre. Combatiendo a los más famosos jefes de la redención sudamericana, gana fama de valiente y abnegado. Más de una victoria debe España al caballeroso y romántico venezolano, que había de ser, más tarde, el primero en sangrarla en nombre de Cuba.

“Terminada la guerra libertadora en los llanos de Venezuela, Narciso López, junto con mil maracaiberos fieles a la madre patria, vino a la Habana, luciendo sus brillantes charreteras de coronel. En la Habana llamaba la atención cuando, jinete sobre brioso corcel, se paseaba arrogante. Sus habilidades como jinete eran admirables. Parecía haber nacido a caballo. En la Habana contrajo a poco matrimonio con una hermana del Conde de Pozos Dulces, matrimonio cuya felicidad duró lo que un sueño, lo que una nube. Su amor al juego, a la disipación, al bullicio, lo hacían incapaz de ser un buen marido.

“Conocedor de que en España los carlistas habían forjado una revolución, allá fue, arrastrado por su espíritu batallador. Hecho cargo del mando de un regimiento de la guardia real, realiza a su frente notables hechos. En aquella contienda tuvo a sus órdenes, como teniente, a José de la Concha, el mismo que, años después y siendo Capitán General de la isla, había de mandarlo matar. Los servicios que Narciso López prestó entonces al Gobierno de Isabel II fueron recompensados con los entorchados de Mariscal de Campo y algunas cruces de mérito y diversas condecoraciones.

“Contrariado, acaso celoso de mando, tal vez herido en su decoro, pide su traslado para Cuba, lo que logra junto con el nombramiento de Gobernador de la villa de Trinidad. Ya en ésta, su carácter franco, abierto, le ganan el afecto y las simpatías de los gobernados, razón por la cual lo relevaron del mando. Este agravio, este desdén, lo encolerizaron. Fue entonces, acaso, que juró arrancar a España su presa codiciada. En sociedad con los cubanos, comprende que era una misma su causa, y la de todos, y comienza a conspirar. Inicia un plan; celebra reuniones; ordena, prepara. El movimiento debía estallar simultáneamente en Trinidad, Cienfuegos, Sancti Spíritus y Villaclara. Descubierto al cabo todo, por la insensatez de un timorato, recibe una carta firmada por el Capitán General Roncaly, en la cual le decía que, en el dilema de fidelidad al Gobierno o lealtad al amigo, había resuelto su salvación. Que era en sus manos la denuncia de la conspiración, y que creyéndolo capaz -en igual caso- de proceder como él, le avisaba. ¡Noble y generoso comportamiento el del general Roncaly!

“López, recibido este aviso, emprende la fuga y va a refugiarse a New York, y más tarde a New Orleans. Y como quiera que en Cuba existía un numeroso grupo de cubanos que ansiaban la libertad y buscaban un hombre, el caudillo que se pusiera al frente del movimiento insurreccional, se pensó en Narciso López, y a él le ofrecieron la jefatura, cosa que aceptó. Varias intentonas hizo para invadir la isla, hasta que al fin, el 15 o el 16 de mayo de 1850, a bordo del Creole, emprende, al frente de más de seiscientos hombres, el camino de Cuba, y en la madrugada del 19 -fecha dos veces memorable en la historia de Cuba- efectúa el desembarco. En Cárdenas, después de tomarla y combatir en ella, y vencer, permanece cuarenta y ocho horas. Al cabo, decepcionado, pues no se le unieron más que dos hombres, se reembarca con su gente y llega a Cayo Hueso, perseguido muy de cerca por un barco de guerra español.

“De Cayo Hueso pasa Narciso López a New Orleans y luego a Pau-Christian, lugar donde se empieza a instruir la causa motivada por las reclamaciones de España, y la que fue sobreseída poco después. Apenas terminado el proceso, vuelven los cubanos conspiradores a pensar en un nuevo intento. López, decidido, más activo que nunca, logra reclutar cerca de mil hombres para invadir la isla. A la hora de la partida, en New Orleans, sólo seiscientos hombres lo acompañan, y más tarde, debido a que el barco expedicionario necesitaba aligerarse de peso, deja en el puerto de Belice ciento cincuenta más. Así, al frente de cuatrocientos ochenta, que a tal número había quedado reducido su ejército invasor, pone proa a Cuba, y en breves días realiza el alijo en Playitas, lugar perteneciente a la tenencia de Bahía Honda, en Vuelta Abajo.

“Era su intento desembarcar en la parte central de Cuba, de donde tenía noticias que se le esperaba. Mas le habían dicho que encontraría a los habitantes del territorio de Pinar del Río sublevados, y por eso se dirigió a él. En tierra ya, sostiene ligeros tiroteos con algunos vecinos del Morrillo. Emprende la marcha hacia las Pozas con trescientos sesenta hombres, y deja el resto de la fuerza custodiando parte del armamento y provisiones de guerra y víveres. Entre tanto, el Gobierno español, con noticias de que por las costas occidentales de la isla se había visto un vapor sospechoso, dispone la salida del Pizarro, llevando una fuerte columna de cazadores, al mando del Comandante General del Apostadero de Marina, Manuel de Enna. Desembarca éste en Bahía Honda el mismo día que López en Playitas, y-¡coincidencias del destino! -se pone en camino para las Pozas. Llega a este pueblo antes que López, y se atrinchera, disponiendo luego que un capitán, con su compañía, salga a efectuar un recorrido. Apenas sale el capitán a cumplir lo ordenado comienza un nutrido fuego entre la gente de López y la del referido capitán. En este primer encuentro las tropas insurrectas fueron las vencedoras.

“También los expedicionarios que habían quedado cerca de Playitas tuvieron fuego con el enemigo, y salieron victoriosos. Pero la conducta del coronel Crittenden, segundo de López, siembra el desorden en las filas rebeldes. Durante la noche del día 13, este coronel, temeroso, se reembarca con cincuenta expedicionarios más, los que, capturados por los vapores Cárdenas y Habanero, fueron conducidos a la capital y fusilados -todos en un solo día- a la falda del Castillo de Atarés.

“Después de esto, salen más tropas en persecución de las de López. Son numerosas las columnas que lo persiguen: a seis mil hombres asciende el total de los que España tiene en armas, y en persecución del caudillo sin ventura. Sabedor de toda la tropa que está en su busca, abandona a las Pozas, y se interna en el monte. Allí lo persiguen también. Le cogen cinco de sus soldados prisioneros, y se los fusilan en el acto. Pelea en el asiento del Cuzco. Luego acampa en Peñablanca, y más tarde en el cafetal de Arrastri, situado a tres leguas de Candelaria, donde repele fiero ataque. Del cafetal de Arrastri pasa al cafetal de Frías. Aquí sostiene rudo combate con fuerzas del general Enna y el brigadier Rosales. Hostigado por la superioridad de los contrarios, abandona el campo, y con él a sus muertos y heridos. Los españoles, por su parte, tuvieron, entre otras bajas, la del general Enna, quien herido mortalmente en el vientre, murió a los pocos días.

“Después de vagar a la ventura, constantemente perseguido, acampa López con la poca gente que le queda en un lugar llamado Martitorena o Candelaria, donde es atacado de improviso y bajo un temporal de agua y viento, por el coronel Angel Elizalde, al frente de nutrida columna compuesta de todas las armas. Abandona sus posiciones después de dar la cara un momento y ver caer uno tras otro a más de treinta de sus compañeros. En Bahía Honda, en San Cristóbal, en mitad del campo, fusilan los españoles a los expedicionarios prisioneros. Vuelve López a ser batido en el demolido ingenio del Aguacate y en la Sierra de Arroyo Grande. Y por último, José Antonio Castañeda, su amigo que había sido, lo captura, traicionándolo, en los Pinos del Rangel, y lo entrega, despiadado, a sus contrarios. Prisionero López, es conducido a la Habana a bordo del Pizarro. Llegó a las ocho de la noche. A las once entró en capilla. A las cuatro de la madrugada hacía sus disposiciones testamentarias, y a las siete de la mañana, sin que el sol se negara a dar su luz, subía las gradas del patíbulo y ponía el cuello en el garrote, la máquina infernal... Era capitán general de Cuba, entonces, José Gutiérrez de la Concha, subalterno que había sido de Narciso López.

“"Mi muerte no cambiará los destinos de Cuba" -fueron las últimas palabras pronunciadas por el ilustre mártir de las libertades cubanas. Mártir, sí: el garrote fue su cruz. ¿Su calvario? El abandono en que lo dejaron, en las dos ocasiones en que intentó redimirlos, los cubanos, ciegos o inconscientes...”

No hay comentarios:

Publicar un comentario