jueves, 8 de julio de 2010
HOY EN EL CALENDARIO CUBANO, 9 DE JULIO
Iglesia de Jovellanos, Matanzas
• Santos católicos que celebran su día el 9 de julio:
- En el Almanaque Cubano de 1921:
Santos Cirilo, obispo Y Zenón, mártires y Santas Verónica de Julianis, y Anatolia, virgen y mártir
- En el Almanaque Campesino de 1946:
Santos Cirilo, obispo Y Zenón, mártires y Santas Verónica de Julianis, y Anatolia, virgen y mártir
Evangelina Cossío
en Patriotas Cubanas
por la Dra. Vicentina Elsa Rodríguez de Cuesta
Nació el 23 de septiembre 1873 - Falleció en la Habana el 22 de mayo del 1970
Evangelina Cossío y Cisneros vio la primera luz en la Habana, siendo extraordinariamente joven y de una belleza delicada;; deslumbrante fue trasladada a Isla de Pinos, en calidad de presa política, acompañada de su padre.
Corrían los últimos tiempos del gobierno del tristemente recordado General Weyler, los cubanos que en la Isla del Tesoro, se encontraban privados de la libertad por la causa de la independencia, se confabularon de acuerdo con la bella Evangelina para apoderarse del Coronel Berriz, jefe español que cuidaba la defensa del lugar.
La suerte les fue adversa a los juramentados y Berriz tomó venganza en nuestra linda compatriota.
Sometida a un Consejo de Guerra, fue condenada a altísima pena, siendo trasladada a la “Casa de las Recogidas”, de donde auxiliada por Decker, periodista del “Journal” de New York, se fugó espectacularmente el día 9 de Octubre de 1897.
Todas las fuerzas poderosas de la sociedad norteamericana, que se habían movilizado para obtener el perdón de Evangelina Cossío, le tributaron un recibimiento que hizo época en New York.
Ocupó los espacios principales de los grandes diarios de aquella época.
El Presidente Mr. William MacKinley, la recibió en la Casa Blanca y miembros del Congreso y de todas las clases sociales celebraron fastuosas recepciones en su honor.
Evangelina Cossío Cisneros, fue la heroína de un episodio romántico que tanto ayudó a la independencia de Cuba y que todavía en nuestros días es recordado en la prensa capitalina por las favorables consecuencias que tuvo en la nación norteamericana, cuyas simpatías a la Revolución Cubana ya eran grandes, tal como se encargó el tiempo de comprobar más tarde en su ayuda eficaz y voluntaria durante el combate naval sostenido en las aguas del puerto de Santiago de Cuba, en la toma del Caney y en otros episodios de la última de nuestras gestas emancipadores.
Nuestra bella biografiada no hace todavía muchos años, entrevistada por los periodistas de la Habana, declaraba con singular modestia: “Que su episodio no tenía nada de interesante para el pueblo Cubano”.
Prueba elocuente de que a su belleza física la acompañó siempre la belleza de su espíritu.
Ignacio Agramonte y Loynaz
Patriotas Cubanos
Biografías Cubanas
Mayor General Ignacio Agramonte
“Cuando no hay armamento ni parque para pelear,
se pelea con la vergüenza”
Nació Ignacio Agramonte y Loynaz en la Ciudad de Camagüey, en aquellos tiempos llamada Puerto Príncipe, el 23 de diciembre de 1841. Hizo sus primeros estudios en varias escuelas de la propia ciudad natal. A los 14 años de edad fue enviado a La Habana, ingresando en el colegio El Salvador de José de la Luz y Caballero y posteriormente en la Universidad de San Jerónimo, donde obtuvo el título de licenciada en Derecho Civil y Canónico. Orador brillante y cultivador de las letras, los días de Yara le convirtieron en soldado decidido y valiente. Su primera gesta de armas tuvo efecto en Bonilla el 28 de noviembre de 1868, después de haber participado directa y activamente en la organización de la revolución en la provincia de Camagüey. El respeto y atracción que inspiraba su arrogante figura, unida a su generosidad y lealtad, le sirvieron de mucho para la orientación de la lucha revolucionaria.
Fue nombrado jefe de operaciones de Camagüey, en cuya puesto brilló cuanto en él había de militar y estratega. Intentó asaltar a la Ciudad de Camagüey el 20 de julio de 1869, pero sólo consiguió apoderarse del barrio de la Caridad. Tomó parte en los combates de Bagá, Sabana Nueva, La Uretania, San Fernando, Hicotea, Asiento, San Rafael, La Matilde, Jacinto, Carmen. Rescató en golpe de audacia y bravura sin par a Julio Sanguily (10 de octubre de 1871).
Fue el alma de la revolución en Camagüey y el nervio de la guerra. En esa de los Diez Años, los ejércitos del orador y abogado Agramonte fueron los mejor organizados y eficientes, distinguiéndose en una serie de luchas que castigaron enormemente a las españoles. Ignacio Agramonte, hasta el momento de su muerte, fue el temperamento militar mejor y más eficaz de la Revolución Cubana. Máximo Gómez, que le substituyó, supo aprovechar de aquel cuerpo organizado y diestro. Ignacio Agramonte trataba a sus soldados como padre y amigo. Se hacía todo para todos.
Recién casado, destacado y con un porvenir asegurado, desecha comodidades, abandona placeres y de 26 años se lanzó resuelto y valerosamente a libertar a la Patria. Aquel joven de física atracción, de bellas palabras, empollado en leyes y derechos, trocó la pluma por la espada, y se llegó destacar como la primera figura militar en la Guerra de los Diez Años.
El 11 de mayo de 1873, en una acción de sorpresa, fue derribado de una bala en la sien derecha. El 12 fue expuesto su cadáver en el Hospital de San Juan de Dios e incinerado con leña y petróleo por orden del gobernador hispano Ampudia. A los 32 años, en plena juventud, traspasó los umbrales de la inmortalidad.
Obras relacionadas con Ignacio Agramonte
• Ignacio Agramonte en Próceres por Néstor Carbonel.
• Ilustración en la cubierta de la Bohemia del 5 de junio de 1955.
El 9 de julio en la Historia de Cuba
• 1898 -
- Bombardeo en Santiago de Cuba.
Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 387-388 nos describe los acontecimientos del 9 de Julio de 1898 en la Historia de Cuba:
“En cumplimiento de la tregua acordada por los combatientes de la guerra hispano cubanonorteamericana a instancias de los cónsules residentes en Santiago de Cuba, el bombardeo de esta ciudad por las fuerzas sitiadoras se retardó algo más de lo que las mismas al principio deseaban. El desalojo de la población por ancianos, mujeres y niños se llevó a cabo del 5 al 8 de julio de 1898. Para el día siguiente, para el 9 de julio, todo estuvo en condiciones propicias a la obra desastrosa de los asaltos definitivos. Las cosas, desarrollándose de mal en peor, habían llegado a un extremo positivamente asolador para la nación que trataba en vano de mantener victorioso en el suelo cubano el estandarte cuatro siglos antes clavado por la conquista.
“Desventajosa hasta no más era la situación en que España se hallaba a poco de quedar iniciada la lucha con los Estados Unidos. La destrucción de la escuadra en brevísimas horas había sido un golpe, si esperado por los espíritus previsores, de todas maneras en extremo rudo. Las operaciones terrestres no podían ser de peores consecuencias para los leales a España. En vano esperaron los sitiados en Santiago de Cuba refuerzos salvadores. Los que creyeron ver en la columna del coronel Escario, procedente de Manzanillo, quedaron al cabo convertidos en nuevos reveses.
“"Todo de aquí en adelante -escribió Enrique Piñeyro- camina, con pasos cortos a veces, pero directos y seguros, hacia el desenlace, hacia la inevitable capitulación en los términos que al adversario pluguiere ofrecer. Este, por su parte, sentía vivamente en sus flancos la aguda espuela del clima mortífero en aquella terrible estación de verano ya comenzada, y las diversas dolencias allí endémicas tenían ya atestados de enfermos sus hospitales. Veía en tanto el sitiador, por dicha suya, crecer de día en día su fuerza en número de hombres y cañones de sitio. Las intimaciones de rendirse se repiten, una tregua virtualmente se establece, renuévase luego la lucha el 10 en las trincheras y queda la artillería española destrozada y fuera de combate. Empiezan el 12 las negociaciones, alargadas por la necesidad de consultar al Capitán General en La Habana, y este a la Metrópoli, hasta que al fin, el 16 de julio, entre las dos líneas de trincheras, al aire libre, bajo una coposa y gigantesca ceiba, firman los comisionados de una y otra partes las bases de la capitulación final, comprendiendo en ella todo el territorio de la división de Cuba, conservando sus armas los oficiales, entregando las suyas los soldados.
“Los sucesos se desenvolvieron con extraordinaria rapidez. España no había podido comprenderlo así, y cara le costó su obstinación. Muchos de sus hombres en la Metrópoli y en la Colonia pensaron que todo se deslizaría acorde con las pretensiones de perpetuar su dominación en Cuba. La realidad se sobreponía ya a las esperanzas sin fundamento. La pérdida de la Isla para la Península era ineluctable.”
El USS Maine entra en La Habana. 25/01/1898
La primera intervención 3/3
Análisis y descripción de la primera acción de intervención militar estadounidense en Cuba: la guerra Hispano-Cubano-Norteamericana de 1898
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