martes, 14 de septiembre de 2010
HOY EN EL CALENDARIO CUBANO, 15 DE SEPTIEMBRE
De como se hace el carbón en la Ciénaga de Zapata
• Santos católicos que celebran su día el 15 de septiembre:
- En el Almanaque Cubano de 1921:
Los Dolores Gloriosos de Nuestra Señora, Santos Albino, confesor y Nicomedes, mártir y Santa Melitina, mártir y Eutropia, viuda
- En el Almanaque Campesino de 1946:
Los siete Dolores Gloriosos de Nuestra Señora, Santos Albino, confesor y Nicomedes, mártires y Santas Melitina y Eutropia, viuda
El 15 de septiembre en la Historia de Cuba
• 1639 -
- La Muralla de La Habana.
Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 523-524 nos describe los acontecimientos del 15 de septiembre de 1639 en la Historia de Cuba:
“El maestre de campo Alvaro de Luna y Sarmiento llegó a La Habana con su hermano el conde de Salvatierra, que estaba nombrado virrey de México. Inició su mando el 15 de septiembre de 1639. Tomó la dirección del país en situación no muy halagüeña. La necesidad de defender la Colonia era grande. La Habana, sobre todo, demandaba la adopción de medidas urgentes que la pusiesen a salvo de frecuentes agresiones de los extranjeros.
“Baldías habían resultado las prudentes iniciativas concebidas en la Corte respecto de la defensa de la plaza de La Habana. Desde 1635 el virrey de México tuvo instrucciones para aumentar los situados de Cuba con la suma de treinta mil pesos anuales, a fin de amurallar la ciudad. Mas aquellas providencias no pasaron de tales por el momento. El maestre de campo Francisco Riaño y Gamboa, que ocupaba la Capitanía General, no se decidió a iniciar los trabajos, bien por la insuficiencia del subsidio proveniente de México, bien por carecer de personal técnico para dirigir la fábrica en proyecto.
“Poco después de hallarse Alvaro de Luna en Cuba llegaron a la Isla noticias de la insurrección de Portugal contra la dominación española, procedentes del Brasil y acompañadas del rumor de que portugueses y holandeses, aliados, atacarían La Habana. Por determinación propia y para cumplir órdenes regias, concebidas y dictadas por el conde-duque de Olivares, Luna desarrolló una doble acción: la encaminada a resistir el anunciado ataque de portugueses y holandeses y la dirigida contra los portugueses residentes en Cuba. En lo primero, abasteció de armas y municiones las fortalezas existentes en La Habana, las mejoró y apresuró la construcción de torreones en La Chorrera y Cojímar, al Oeste y al Este, respectivamente, de la capital de la Isla. En lo segundo, emprendió con criterio inflexible la expulsión de los portugueses, cuyos bienes confiscó.
“El maestre de campo Alvaro de Luna demostró que su buen deseo era capaz de mucho. Se desentendió de las cosas de justicia, cuya administración confió al auditor Fernando de Aguilar, y se consagró a dirigir el mejoramiento de los medios defensivos de la plaza y sus inmediaciones. Ideó convertir los bosques y las malezas que circundaban La Habana en reductos naturales mientras no fuesen levantadas las murallas. Llegó a prohibir, para satisfacer su propósito, que se abriesen nuevas sendas por allí, y completó la norma con una sanción tan severa como la consistente en la pena de muerte para quien violase el precepto. Con todo aquello, lo mismo que con posteriores esfuerzos, Luna pretendía colocar a La Habana en situación defensiva.”
Clemencia Arango y Solar
en Patriotas Cubanas
por la Dra. Vicentina Elsa Rodríguez de Cuesta
Clemencia Arango y Solar, nació en la provincia de la Habana en el año de 1880.
Era una adolescente de 15 primaveras cuando estalló la gesta emancipadora de 1895.
Su hermano, el Coronel Raúl Arango, fue en aquel entonces una de las figuras más prestigiosas del campo de la Revolución.
Clemencia, a pesar de sus cortos años, no vaciló un momento, se fue a la manigua redentora en compañía del hermano de su adoración.
Amaba con pasión la causa a la cual se había entregado y con verdadera pasión y valor desempeñó las más difíciles comisiones.
El Delegado en el Extranjero de la República en Armas, el insigne bayamés don Tomás Estrada Palma, que fuera años más tarde nuestro Primer Presidente en la era republicana, en cierta ocasión, al hablar de Clemencia Arango dijo:
“Que era su mejor confidente, la más valiente y segura, y que le había otorgado todas las facultades y toda la libertad para actuar y proceder”.
La guerra encontró en ella el auxiliar más efectivo y los revolucionarios de la provincia de la Habana, una compañera y una hermana que sin desmayos y con energía prestó los mejores servicios.
Para Clemencia Arango no había otra cosa sino la guerra: era su pasión desbordante y la estrella de nuestra bandera, la única que la guiaba en todas sus acciones.
Nunca tuvo miedo. Entraba y salía en las ciudades e iba a los campamentos conduciendo los auxilios más eficaces, balas, medicinas, ropas y noticias referentes a los movimientos de las tropas españolas.
A la edad en que otras jóvenes sueñan con fiestas, bailes, adornos y amoríos, Clemencia Arango sólo soñaba con la libertad de Cuba.
Expuso su vida en múltiples ocasiones, consumió sus mejores años en los trabajos de la revolución, sin importarle nada que el sol, el aire, las lluvias, las penalidades, el hambre, la miseria, ni las largas noches en vela cuidando enfermos, marchitaran su belleza magnífica de cubana joven y agraciada.
Terminada la contienda, en la era republicana, Clemencia Arango, sirvió a su país desde otros ángulos; pero siempre en posiciones modestas, sin pensar para nada, que la independencia conquistada a fuerza de lágrimas y sangre, ella y su familia, tanto habían contribuido a alcanzar.
POR: GUIJE CUBA
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