lunes, 27 de septiembre de 2010
HOY EN EL CALENDARIO CUBANO, 28 DE SEPTIEMBRE
En Jagüey Grande, Matanzas
• Santos católicos que celebran su día el 28 de septiembre:
- En el Almanaque Cubano de 1921:
San Wenceslao Duque y Heliodoro, mártires y Santa Eustoquia, virgen
- En el Almanaque Campesino de 1946:
San Wenceslao Duque y Heliodoro, mártires y Santa Eustaquia, virgen
El 28 de septiembre en la Historia de Cuba
• 1906 -
- Eclipse de la República.
Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 549-550 nos describe los acontecimientos del 28 de septiembre de 1906 en la Historia de Cuba:
“Tomás Estrada Palma inició su segundo período presidencial el 20 de mayo de 1906. Un trimestre después, el 19 de agosto, en lo que Leandro González Alcorta llamó la jura de Hato de las Vegas, en la provincia de Pinar del Río, surgió una chispa revolucionaria contra los procedimientos que habían determinado la continuación de Estrada Palma en el Poder. El Partido Moderado aparecía acusado de haber hecho imposible el libre ejercicio del sufragio. El Partido Liberal, prohijador de la rebelión, no había participado en la brega comicial del año anterior, pues, al conocer la trágica muerte de Enrique Villuendas, sus directores decretaron el retraimiento.
“El movimiento revolucionario, extendido a través del país, pero con mayor incremento en las provincias de Pinar del Río, La Habana y Las Villas, pareció pronto irrefrenable. El Gobierno acabó por juzgarlo así. Y cayó en el extravío de solicitar la intervención de los Estados Unidos y el envío de tropas norteamericanas a La Habana.
“El presidente Roosevelt prefirió buscar una solución cubana al conflicto surgido en la Isla. Envió a La Habana a William H. Taft y Robert Bacon, miembros de su gabinete. Los esfuerzos de estos legados fueron inútiles. La situación gobernante se negó a aceptar arreglo alguno que llevase consigo el reconocimiento de la insurrección. Estrada Palma convocó al Senado y a la Cámara de Representantes para que, reunidos en un solo cuerpo el 28 de septiembre de 1906, adoptasen acuerdos respecto de las renuncias de sus cargos formuladas por él y el Vicepresidente de la República.
“En el salón de sesiones de la Cámara de Representantes se reunió el Congreso el 28 de septiembre de 1906. Antes que la lectura de la renuncia de Estrada Palma, los congresistas escucharon la de un escrito de afligente significación: el escrito por el cual el Presidente comunicaba haber aceptado las dimisiones presentadas por todos los secretarios del despacho. El Congreso conoció luego el texto de las renuncias de Tomás Estrada Palma y Domingo Méndez Capote, presidente y vicepresidente de la República, respectivamente. Un representante, Alfredo Betancourt y Manduley, se manifestó opuesto a que fuesen aceptadas y propuso que, con apelación a supremos argumentos, se arrancase del Presidente el desistimiento de su actitud. El senador Alfredo Zayas impugnó esta iniciativa, que juzgó ilegal y peligrosa. La mayoría se decidió por la proposición de Betancourt y Manduley. La sesión se suspendió hasta las veintiuna horas, a fin de que se cumpliese en el entretanto el acuerdo adoptado.
“En vano el Congreso imploró del Presidente de la República el sacrificio de que retirase su renuncia. A la numerosa comisión de senadores y representantes que, con aquella finalidad, lo visitó en la tarde del 28 de septiembre de 1906, apenas interrumpida la sesión conjunta, expresó Estrada Palma serle imposible, porque se trataba de su decoro y de la dignidad del gobierno por él dirigido, volver sobre su determinación. Los representantes y senadores adictos al dimisionario, reunidos en la morada del senador Ricardo Dolz después de la infructuosa entrevista con Estrada Palma, deliberaron extensamente acerca de si debían acudir a reanudar la sesión del Congreso para elegir un presidente provisional. Las opiniones estuvieron divididas. Por veinte votos contra quince acordaron los moderados no concurrir a la Cámara de Representantes aquella noche memorable, y la muerte de la sesión del Congreso produjo el eclipse de la República.”
• 1896 -
- Mayor General Antonio Maceo en el Municipio de Mantua, Pinar del Río. Resolución de las batallas de Tumbas de Estorino y Manaja de los días 26 y 27 de septiembre.
- José Miró Argenter en “Cuba Crónicas de la Guerra (La Campaña de Occidente) - Tomo III: Segunda Edición” de la Editorial Lex, 1942, páginas 100-101 describe los acontecimientos del 27 de septiembre de 1896 en la Historia de Cuba:
“Maceo, al día siguiente, emprendió marcha hacia Francisco para que se le incorporaran las fuerzas que combatieron en la Manaja, las cuales, siguiendo el rastro de la columna española al dejar el campo en la mañana del 28, la tirotearon por el camino de Bartolo. Los españoles que llevaban largo convoy de heridos se dirigieron a Dimas. Por la tarde se incorporaron al cuartel general el regimiento Gómez y los destacamentos que con tanta bizarría sostuvieron la acción de la Manaja. Con objeto de dar algún descanso a la tropa, y especialmente a los campesinos que venían en la columna, soportando una carga que era más propia de acémilas, se acampó en Francisco durante los días 29 y 30, descanso que aprovechó la sanidad para su humanitaria misión, tan erizada de obstáculos, en medio de aquel incesante batallar que no permitía el examen de las heridas, pues cuando empezaba la tarea profesional, se interponía la operación destructora de las armas. Los heridos de mayor gravedad, aquellos que por su estado no podían seguir en la ambulancia, fueron conducidos a los lugares más recónditos de la sierra, y dejados al amparo y misericordia de la gente caritativa que, aun careciendo de lo más indispensable, se brindaba a traer el socorro para el patriota inválido. ¡Que problema el de la curación de nuestros soldados si la muerte no se hubiese encargado de despejar la incógnita!... El descanso no fue largo; el día primero de Octubre ya estaba Maceo en marcha para retar a los españoles que defendían las líneas de Viñales. Las dos columnas que le disputaron el paso en Tumbas de Estorino y en la Manaja desaparecieron de la escena. El general Melguizo no volvió a combatir.”
• 1873 -
- Fue asaltada y tomada Santa Cruz del Sur por las fuerzas al mando del general Máximo Gómez.
• 1566 -
- De las “Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana” Tomo II 1566 - 1574, dirigida por Emilio Roig de Leuchsenring, Municipio de La Habana, Administración del Alcalde Dr. Antonio Beruff Mendieta, editada en 1939:
“Cabildo 28 septiembre de 1566.
“En la villa de San Cristobal de la Habana á veinte é ocho dias del mes de Setiembre de mil é quinientos é sesenta é seis años se juntaron á consulta y cabildo segun que lo han de uso é costumbre conviene á saber: El Ylustre Señor García Osorio Gobernador y Capitan General por Su Magestad desta Ysla de Cuba é los Señores Antonio de la Torre é Juan de Ynestrosa é Bartolomé Cepero regidores desta dicha villa en precsencia de mi el escribano de yuso escrito é lo que se trató en el dicho cabildo es lo siguiente.
“Fué acordado que por cuanto algunas personas venden carne salada fuera desta villa en algunos puestos y estancias de su jurisdiccion é dicen que no deben la sisa della por vendella fuera desta villa que mandaban é mandaron que se cobre la sisa de toda la carne que se vendiere en cualquiera parte y lugar que sea jurisdiccion desta villa é la paguen las personas que la vendieren quitando para la sisa como está ordenado.
“Fué acordado que por cuanto el reverendo padre Hernan Rodriguez de Verduras ha pedido que por cuanto él es cura desta villa y su Santa Yglesia della la capellania de Fernan Tellez desde primero de Mayo hasta postrero de Agosto é se le dé el dicho tercio que se le mande pagar y ansí-mismo se dé la memoria de los que tienen censo é de las misas que es obligado decir é sus mercedes mandaron que se le dé segun que lo pide.- Garcia Osorio.- Antonio de la Torre.- Juan de Ynestrosa.- Bartolomé Cepero.- Pasó ante mi Francisco Perez de Borroto escribano público y cabildo.
“Fianza.
“En la villa de San Cristobal de la Habana, en once dias del mes de Setiembre de mil é quinientos é sesenta é seis años ante el Ylustre Señor Garcia Osorio Gobernador y Capitan General por Su Magestad desta Ysla de Cuba y en presencia de mi el escribano de yuso escrito Juan Roman alguacil desta villa dijo: que el daba y dió por su fiador como está mandado para que hará residencia á Bartolomé Basago vecino desta villa el cual dicho Bartolomé Basago dijo que fiaba y fió al dicho alguacil Juan Roman en tal manera que hará residencia personalmente de todo el tiempo que fuese alguacil desta villa é Su Magestad la mandase tomar é pagará todo lo que en la dicha residencia fuese juzgado é sentenciado é cuando no hiciese la dicha residencia él como tal fiador lo pagará por su persona é bienes sin que se haga descusion en la persona é bienes del dicho Juan Roman é para ello obligó su persona é bienes muebles é raices habidos é por haber é dió poder á las justicias de Su Magestad para que le compelan á ello é renunció las leyes de que en este caso se podria aprovechar en especial renunció la ley é regla del derecho en que diz que general renunciacion de leyes fecha non vale é porque no sabe escribir á su ruego firmólo el padre Fray Gabriel de Zabala.- testigos el dicho Fray Gabriel de Zabala- é Alonso Fajardo é Bernardino de Mata- Fray Gabriel Gutierrez Zabala.”
- Próxima Acta Capitular del Ayuntamiento de La Habana: 11 de octubre de 1566.
Gonzalo de Quesada
en Próceres
por Néstor Carbonel
“Nació el 15 de diciembre de 1868.”
“Murió el 9 de enero de 1915.”
“Su muerte fue como la caída de un árbol en plena floración, como el eclipse de un sol en pleno mediodía. Limpia la frente ancha, negros todavía los cabellos largos, la Intrusa lo arrebató a la vida... La patria, con el perdió un gran hijo, un ejemplar servidor, un hombre de esos que cuando en su seno el valor moral se ponía en fuga, atraía las miradas florecidas de esperanzas. De Martí fue amigo, hermano, hijo. A su lado, al lado de aquel gran corazón y gran cerebro, se abrieron las rosas de su alma y de su inteligencia. De ahí, acaso, la dulzura de su trato, y aquella piedad por los humildes, y aquel constante pensar en su tierra, y en el libertador sublime, sin odio y sin ambiciones. Sin haber llevado machete al cinto, ni montado a caballo, sirvió a la patria de manera que, si se aquilatasen los servicios, los suyos rebasarían a los de muchos que por haberse hallado una vez en el combate, ya se creen ungidos por la gloria eterna y capacitados para ponerse de pie sobre los demás. Gonzalo de Quesada tuvo ternuras de poeta y firmezas de estadista. Para parecerse más a su Maestro, la maledicencia le hizo blanco, en ocasiones, de sus pellizcos infames. Hoy, pocos lo recuerdan. Pero mañana la gratitud nacional lo glorificará, y su nombre será como faro señalador y guía en los caminos de la Historia...
“En el año primero de nuestra lucha por la libertad, en aquel en que Céspedes, iluminado por la gloria, hizo tremolar en Yara la bandera de la redención, nació en la ciudad de la Habana. Un lustro tenía apenas cuando su familia -y él con ella- pasó a residir en New York, refugio entonces de innumerables cubanos, y asiento de la Junta revolucionaria. En New York cursó enseñanza elemental, graduándose a los veinte años de bachiller en ciencias, y a los veintidós, (le abogado en la Universidad de Columbia. Doctor en leyes de los Estados Unidos, el porvenir le sonreía, abriendo ante sus ojos mirajes seductores. Pero como el no había dejado de ser cubano ni quería dejar de serlo, no alentaba más sueño que el de la patria libre. Y a pensar en Cuba se consagró, y a loar sus héroes, y a rememorar sus páginas brillantes. Fue entonces que conoció al que había de ser como su padre espiritual, al dulce y evangélico Martí. Invitado por este, toma parte en la velada que en conmemoración del 10 de octubre de 1868 tuvo efecto en 1889. Esa noche pronunció Gonzalo su primer discurso, lleno de vehemente entusiasmo y honda ternura por aquellos hombres, los padres de la iniciativa estupenda.
“A los veintiún años fue nombrado Secretario de la Delegación Argentina en el Congreso Panamericano celebrado en Washington. A la terminación de este Congreso, fuese a la tierra del Libertador San Martín, acompañando, en calidad de secretario particular, al distinguido hombre público de aquella república señor Roque Sáenz Peña. Al lado de tan notable personalidad diplomática y política, aquilata sus conocimientos y ensancha sus relaciones sociales. A su regreso de la Argentina, meses después, vino investido con el nombramiento de Cónsul de la flamante República del Sur en Filadelfia, cargo éste que renunció a poco, de acuerdo con Martí, para poder libremente dedicarse a la propaganda revolucionaria, a avivar en los cubanos emigrados la llama del ideal de independencia.
“Constituido por Martí, después de su viaje por Tampa y Cayo Hueso, el Partido Revolucionario Cubano, Gonzalo (le Quesada es nombrado Secretario del mismo. En este puesto dio pruebas inequívocas de inteligencia y actividad, y lealtad grande al que llamó Maestro, y los cubanos todos ven hoy transfigurado en Cristo, en un Cristo predicador (le la guerra, que es la muerte, para sanear la vida, que es la paz. Gonzalo de Quesada, durante el desempeño de la Secretaría del Partido Revolucionario Cubano, prestó servicios eficacísimos a la causa por la que perennemente soñaba en dar la vida. Sí, porque el buen Gonzalo, como Martí, anhelaba la hora de pelear, y morir, si era necesario, por el bien de todos. No pudo el joven batallador cumplir, como lo cumplió el Maestro, sus generosos deseos. Otras tareas más difíciles se le encomendaron, y en su cumplimiento abandonó el propósito de ser de los combatientes de fila, de ser un soldado más en la legión gloriosa de bravos.
“Cuando más se creció su personalidad fue en 1894. Detenidos, apresados en Fernandina los barcos que habían de llevar a Cuba varias expediciones, Martí, enloquecido, sintiendo como que el pecho se le rompe, cargando la cruz de la impotencia, lo manda a que recorra las poblaciones de la Florida, nidales de patriotas, y a que reanime la fe de los caídos, y pida que redoblen el esfuerzo, y que al trastorno y horror del fracaso, surgiera más potente otra combinación. Quesada, después de cambiar impresiones con Martí, se pone en camino, y llega primero a Tampa, donde visita todos los talleres, y pide en nombre del Apóstol la "limosna del buen día de trabajo". Su viaje por Tampa, como por Cayo Hueso, fue fructífero, fue un triunfo. Parecía iluminado por los resplandores del cielo, en aquellas batallas del pensamiento y del corazón!
“A su regreso a New York, ya no encontró al Maestro. No tuvo, pues, a quien contar sus miedos y sus arrebatos durante la excursión. Martí había salido, después de dar la orden de levantamiento, para Santo Domingo, a fin de, uniéndose al general Máximo Gómez, caer, no importaba como, sobre la patria, ya en pie y ceñido el gorro frigio de la libertad. Alejado Martí de la Delegación, quedo de hecho en funciones de Delegado, Gonzalo de Quesada. Después de la tragedia de Dos Ríos, y de haberse celebrado elecciones, fue nombrado sustituto de Martí Tomás Estrada Palma, quien lo confirmo en el puesto de Secretario del Partido. En Washington fue el, durante la guerra de independencia, el cubano que más hizo en favor de los suyos. Numerosos senadores y representantes americanos lo distinguían con su amistad y afecto personal. Y todo eso lo supo aprovechar en favor y bien de su pobre tierra, heroica y desdichada. En la Joint Resolution del 19 de abril de 1898, la que trajo la ayuda de los americanos, él puso las manos.
“Vencida España por la superioridad de los Estados Unidos, terminada la contienda, firmada la paz, fue elegido Delegado a la Asamblea de Santa Cruz del Sur, primero, y más tarde a la Convención Constituyente. Fue entonces que supo lo que era ser de los redentores. Fue entonces que se vio acusado por compatriotas suyos de no amar su tierra como se debía; de que andaba escarbando en los cimientos todavía bamboleantes de la patria.
“Inaugurada la República, fue proclamado representante por la provincia de Pinar del Río, honor a que renunció por haber sido nombrado Ministro Plenipotenciario en Washington, sitio en que se juzgaron más necesarios sus servicios. Porque lo creyó así el entonces Presidente Tomás Estrada Palma, y porque así lo estimara él también, salió sin casi haber tenido tiempo para calentarse el corazón bajo el sol radiante de su Cuba. En Washington prestó muy significados servicios. A el se debe el tratado de Reciprocidad. Y es notable de veras su alegato defendiendo ante la Corte Suprema americana la posesión de la Isla de Pinos para Cuba. Al tomar las riendas del Poder el general José Miguel Gómez, Gonzalo de Quesada dejó de representar a Cuba en los Estados Unidos, pasando, meses después, con la misma categoría que había sustentado en la nación vecina, a representarla en Alemania.
“En 1904 asistió como Representante de Cuba a la Exposición de San Luis, y en 1906, en calidad de Delegado, al Congreso Panamericano de Río Janeiro. En 1907 llevó, junto con otras ilustres personalidades, la representación de Cuba en la segunda Conferencia Internacional de la paz, celebrada en La Haya. Luego, en 1910, asistió al Congreso Panamericano de Buenos Aires. En Alemania, como ministro, estuvo desde 1910 hasta la hora de su muerte. Allí conquistó honores para Cuba. Su libro titulado La Patria Alemana le valió la estimación de Guillermo II, expresada en carta autógrafa que de seguro conservará su viuda.
“No fue La Patria Alemana el único libro que publicó Quesada. Anteriormente, en sus mocedades, había recopilado, bajo el título de Mi Primera Ofrenda, discursos, artículos y cuentos de sabor patriótico casi todos. Luego, con el título de Patriotismo, dio a la luz un libro de cuentos traducidos del francés, y más tarde, Ignacio Mora, relato histórico de los martirios que sufriera la familia camagüeyana de este insigne patricio. Después, acaso no publicó otros de su cosecha por atender a las obras de Martí, las que, con esfuerzo merecedor de eterna gratitud, venía publicando.
“Lejos de su tierra y de sus paisanos, pero pensando siempre en ella y en ellos, rindió la última jornada. Hoy descansa en su suelo, y su alma, si es verdad que existe el alma, debe estar en esta hora al le do de la de aquel que, de haber vivido, se hubiera tenido que preguntar a ratos, recordando a Bolívar: "He arado en el mar?”
POR: GUIJE CUBA
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario