viernes, 1 de octubre de 2010

VIA CRUCIS SOBRE RIELES


Por Moisés Leonardo Rodríguez


Cabañas, Habana, 2 de octubre de 2010 (PD) Para los cubanos que viajan frecuentemente en tren no es excepcional lo ocurrido con el No.1 Santiago de Cuba-Ciudad de la Habana el 25 de junio.

Esa salida tiene lugar cada tres días. El viaje en primera categoría cuesta 62 pesos y en segunda, 50 pesos en moneda nacional. La diferencia es que los coches de primera tienen una hilera de asientos individuales y otra de dobles. En segunda, se disponen como en los ómnibus.

Una ferromoza atiende a los pasajeros de cada coche. Las indicaciones de la que nos tocó esa noche, nombrada Leticia, incluyeron que estuviéramos al tanto de los equipajes pues los ladrones podrían despojarnos de los mismos durante las paradas. Supe después por viajeros experimentados que la custodia debía ser durante todo el viaje pues otros cacos cambian de lugar los equipajes de quienes duermen hasta lograr irse con ellos en la primera oportunidad.

La salida, fijada para las 5 y 20 pm, ocurrió a las 7 de la noche. Nadie protestó pues los viajeros habituales ya están acostumbrados a estas demoras. A las siete y veinte se produjo la primera detención a la altura del Reparto Obrero por la rotura de una suspensión del coche de los equipajes. Permanecimos allí hasta las 8 y 20. A las 9 de la noche otra detención en Cambute, todavía en Ciudad de la Habana. Explicó Leticia que fue por una nueva caída de la suspensión. A los 45 minutos reiniciamos viaje. Una tercera parada, desde las 9 y 49 hasta las 9 y 58, sirvió para revisar la suspensión que, por suerte, se mantenía debidamente sujeta.

Unos empleados vendieron la merienda por los pasillos. Pan con perro caliente y un refresco de cola de 330 mililitros, más caliente que el perro, a un costo de 10 pesos en moneda nacional. Fue lo único que comimos durante todo el viaje.

Poco después el acondicionador de aire del vagón No. 1 empezó a fallar. A las 10 y 40 de la noche uno de los pasajeros mostró a la ferromoza un termómetro digital que indicaba que la temperatura era de 37 grados Celsius. Leticia avisó al electromecánico. No se sufrió tanto el fallo del acondicionador por estar la noche fresca. Pero al día siguiente, el vagón se convirtió en un legítimo horno solar.

El agua para los baños se agotó apenas una hora después de la salida y no fue recargada en todo el viaje. Al dejar las puertas abiertas, un inmundo olor llenaba el vagón, y provocó las quejas de algunos pasajeros. Cerrar la puerta del baño y la frontal del vagón fue la solución alternativa.

A las 10 y 40 de la noche pasaron los empleados del tren vendiendo ahora caramelos en paquetes a 5 pesos (mn) cada uno. Una de las pasajeras exclamó: “¡El mismo precio que los particulares. Por eso esto no avanza!” El silencio de los presentes aprobó, o al menos no desaprobó, lo dicho.

Arribamos a la ciudad de Camaguey a las 6 y 40 de la mañana. La parada oficial de 10 minutos se prolongó por casi dos horas. Los filtros de combustible de la locomotora delantera estaban tupidos. Se valoró el cambio de locomotora pero se decidió al fin destupir los filtros.

En el poblado de Battle, limítrofe entre las provincias de Camaguey y Las Tunas, ocurrió una nueva detención por la tupición de los filtros. Se inicio a las 10 y 45 y partimos a las 11 y 8 minutos.

Esta vez la protesta de los pasajeros alcanzó tonos más altos. “Esto es una falta de respeto, en lugar de cambiar la locomotora, la remendaron”, gritó una de las pasajeras que viajaba acompañada de dos nietas. Un murmullo de aprobación inundó el coche. Los menos, fueron partidarios de lo expresado por una de las nietas: “Abuela, no te molestes, te haces daño y, en definitiva, esto no tiene arreglo”.

Una nueva rotura en Cacocum, a las doce y cuarenta y cinco. La llegada a Santiago de Cuba se efectuó a las 4 y 15 de la tarde del 26 de junio.

En las paredes de las terminales y los vagones de los trenes se encuentran unos letreros que enumeran los derechos y deberes de los viajeros. Incluyen la devolución de parte del costo del pasaje por demoras.

Al arribar a Santiago de Cuba, me dirigí a la taquilla correspondiente para hacer valer el derecho referido y, ¡sorpresa!, la taquillera me informó que la devolución por demora estaba derogada. Añadió que solo se devolvía parte del pasaje por rotura del equipo de aire acondicionado. Le notifiqué que mi coche presentó esta deficiencia. Respondió que ella debía esperar por el telegrama para hacer efectiva dicha devolución.

Mientras me retiraba impotente ante la burla de la agencia estatal, solo atiné a desahogarme con un grito: “¡Quiten esos letreros mentirosos!”

La no reclamación de los viajeros al arribar al destino confirma lo dicho, pero no resuelto, por Raúl Castro en la coletilla al artículo El agua en Santiago de Cuba, aparecido en el Granma del 9 de julio: “Al final nos vamos acostumbrando a vivir con la mentira”.

Esa costumbre explica las risas de muchos viajeros cuando dije que al final del viaje iría a reclamar por la demora. Por eso nadie más hizo caso a la propaganda mentirosa de la agencia Viajeros y todos, al bajar del tren, salieron como locos a tomar los bici-taxis y autos particulares de alquiler para llegar al fin a sus destinos. Ninguno de ellos cree ya en mentiras. Ni en los que las dicen. Esta vez pagué la novatada.

corrientemartiana2004@yahoo.com

Foto: Marcelo López

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