domingo, 21 de noviembre de 2010
CUANDO LA IGNOMINIA SE HACE LEY
Por Leonardo Calvo Cárdenas
Boyeros, La Habana, 22 de noviembre de 2010, (PD) Acabo de ser testigo de uno de los actos más degradantes de la historia de Cuba. Casi valdría la pena haber vivido en otra época para no tener que presenciar tal bajeza. En un acto de increíble servilismo, el presidente Raúl Castro, en el marco de la conmemoración por el décimo aniversario del Convenio de Cooperación Integral entre Cuba y Venezuela, sin siquiera sonrojarse, informó que el segundo ejemplar del documento preparatorio para el próximo Congreso de Partido Comunista, en abril de 2011, sería entregado al presidente venezolano Hugo Chávez, después de enviar el primero a Fidel Castro.
Es impactante ver como un poder dimanado de una revolución que supuestamente se instauró para afirmar sobre todo la justicia, la igualdad y la soberanía nacional, es capaz de pisotear todos sus compromisos, responsabilidades y postulados.
Pocos días después de concluir la ruptura del pacto social al solventar la inviabilidad del modelo con el lanzamiento al desamparo social y económico a un millón de familias, pocas horas después de incumplir el compromiso, públicamente asumido, de liberar a los prisioneros de conciencia que han exigido la incondicionalidad que merecen, el general sin batallas hace gala de su entreguismo al rendir esta injustificable pleitesía al fallido caudillo de Miraflores.
Los gobernantes cubanos, siempre presuntuosos de defender a ultranza la independencia y la soberanía, muchas veces han contradicho con sus actos esa postura que va del ultra nacionalismo al franco chovinismo. El Máximo Líder causó el asombro de propios y ajenos cuando justificó la invasión soviética que ahogó en sangre y terror la Primavera de Praga en 1968. La Constitución de 1976 se prodigó en una especie de plattismo* socialista al declarar la fidelidad a la Unión Soviética, aún antes de definirse como Estado. El gobierno cubano instauró la base soviética de espionaje radio electrónico sin informar a la nación y en contradicción con uno de los principios básicos del no alineamiento.
En esta última década ya son varias las manifestaciones de fidelidad entreguista al cacicazgo chavista. El propio presidente venezolano ha recorrido más de una vez nuestro país como si fuera una hacienda propia. Los espacios televisivos estelares han sido ocupados con sus intransitables peroratas, como si se tratara del mismísimo Fidel Castro. Hace unos años, al llegar a Caracas, el Comandante en Jefe aseguró sin sonrojo que lo que más le interesaba era Venezuela.
Todos los cubanos dignos recordamos con pesar como los otrora “poderosos” y hoy cadáveres políticos Carlos Lage Dávila (ex vicepresidente) y Felipe Pérez Roque (ex canciller) aseguraron, el primero que Cuba tenía dos presidentes ─refiriéndose a Fidel y Chávez─ y el segundo que Cuba estaba dispuesta a renunciar a su soberanía y bandera para participar de una supuesta integración latinoamericana, la cual, como es natural, implicaría la hegemonía del petro-caudillismo chavista.
Finalmente Raúl Castro, quien por cierto nunca ha mostrado visible entusiasmo por la relación con la Venezuela chavista, termina de enlodar su maltrecha imagen política con tal acto de despreciable servilismo.
Vale sin embargo, más allá del hecho en sí mismo, escudriñar en las causas e implicaciones de semejantes comportamientos.
En mi criterio, el origen del diseño de dependencia absoluta de una potencia “hermana” instaurado por Fidel Castro está en el imperativo de negar a los cubanos los espacios y potestades económicas que por derecho nos corresponden, porque en esa atrofia estructural radica la seguridad del poder absoluto y pretendidamente eterno de la dinastía castrista.
Así, los Castro han intentado pasar, con más o menos éxito, el batón del tutelaje de la fenecida URSS a la esquiva y pragmática China y finalmente al ambicioso y grotesco comandante Chávez. El alto liderazgo castrista demuestra tanto desprecio y temor por los derechos y libertades que merece el pueblo que dicen representar al punto de ser capaces de convertir la dependencia y la sumisión en ley suprema y política de Estado.
Resulta, al menos para mí, sumamente doloroso ver como, en un país cuyos hijos más de una vez prefirieron reducir su patrimonio a cenizas antes de entregarlo al déspota colonial, ni un solo militante del partido que se autotitula vanguardia y guía de la sociedad, reaccione o proteste ante el indecoroso comportamiento de esa elite tiránica y antinacional que después de destruir a Cuba, pretende entregarla al mejor postor.
elical2004@yahoo.es
*Referido a la Enmienda Platt, apéndice impuesto por los Estados Unidos a la constitución de 1901 que les permitía intervenir en Cuba. Derogada en 1934
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