martes, 2 de noviembre de 2010

HOY EN EL CALENDARIO CUBANO, 3 DE OCTUBRE


En El Prado de La Habana


• Santos católicos que celebran su día el 3 de noviembre:

- En el Almanaque Cubano de 1921:

San Teófilo, mártir y Santa Silvia, los innumerables mártires de Zaragoza y el B. Martín de Porres

- En el Almanaque Campesino de 1946:

El Beato Martín de Pones, Santos Teófilo, mártir, Humberto, obispo y Santa Silvia. Los innumerables mártires de Zaragoza



El 3 de noviembre en la Historia de Cuba

• 1895 -

- La Invasión Libertadora en Oriente: Avanza de Mala Noche (en aquellos tiempos en el distrito de Holguín) a Río Abajo (Holguín), en total 5 leguas recorridas.

• 1868 -

- Oriente se adelanta, Camagüey le sigue.

Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 621-622 nos describe los acontecimientos del 3 de noviembre de 1868 en la Historia de Cuba:

“Después de la reunión revolucionaria celebrada por orientales y camagüeyanos en San Miguel de Rompe en 3 de agosto de 1868 Camagüey estuvo penetrado de la necesidad de persistir en los preparativos de la lucha contra la situación dominante. Todos comprendían allí que la hora del rompimiento se aproximaba. ¿Qué aguardar de España ante la inutilidad absoluta de la información abierta por el Ministerio de Ultramar? ¿Cómo esperar un rasgo siquiera de prudencia y previsión de quienes habían erigido en sistema el desprecio a los justos requerimientos del país? Infructuosos serían cuantos nuevos empeños se realizasen dentro de la llamada legalidad. Ni las esperanzas de los optimistas tenían ya explicación lógica en el régimen de que Cuba era víctima.

“El recurso de las armas resultaba el único compatible con la dura realidad de las cosas. Lo entendieron así aquellos camagüeyanos que, con Salvador Cisneros y Betancourt, Carlos Mola, Augusto Arango, Ignacio Mora, Eduardo Agramonte y Cristóbal Mendoza a la cabeza, conspiraban sin cesar. Hombres con experiencia adquirida en el esfuerzo de 1851 prestaban el concurso de su conocimiento en ese género de empresas y de su probada lealtad a la causa emancipadora. En sociedades secretas también se laboraba con la mira de acelerar la transformación política de Cuba.

“Hijos de Camagüey buscaban el acercamiento con los del resto de la Isla. Medida precursora de la unidad de acción, capaz de lograr la victoria por todos anhelada, era la de llegar a una compenetración absoluta en el plan de trabajo. El comité revolucionario existente en Puerto Príncipe, tan luego como hubo regresado de San Miguel de Rompe el marqués de Santa Lucía, lo comisionó para que marchase a La Habana y se pusiera al habla con los correligionarios occidentales. En La Habana conoció Cisneros y Betancourt a José Morales Lemus, le trató de los proyectos que se maduraban por camagüeyanos y orientales y obtuvo del valioso paladín del deshecho reformismo promesas de una franca cooperación.

“El marqués de Santa Lucía trabajaba activamente en La Habana cuando supo la sensacional noticia de haberse insurreccionado la jurisdicción de Bayamo. A muchos de los laborantes, a Morales Lemus, al propio Cisneros y Betancourt, pareció aquello casi inverosímil. Pero la nueva del pronunciamiento de Carlos Manuel de Céspedes era cierta: la poseía José Ramón Betancourt. Tuvo que pensarse en seguida que algo inesperado había precipitado allá los acontecimientos. Morales Lemus aconsejó a Cisneros y Betancourt que retornase sin dilación a Camagüey. Lo hizo así el emisario en la segunda quincena de octubre.

“En Puerto Príncipe desplegó Cisneros y Betancourt grande energía para secundar en un plazo breve la actitud de los orientales. Un telegrama que desde La Habana le dirigió José Ramón Betancourt lo puso en antecedentes de que por el puerto de Nuevitas entrarían en aquella comarca quinientos rifles Peabody destinados a los defensores de España. El natural deseo de interceptar el convoy en que esos armamentos iban a ser trasladados a Puerto Príncipe determinó que Cisneros y Betancourt comunicase a los conjurados, el 3 de noviembre de 1868, la orden de que se reuniesen, para darles a conocer el objeto de la cita, en las márgenes del Clavellinas, a tres leguas de la ciudad por el camino de Nuevitas.”




María Hidalgo y Santana
en Patriotas Cubanas
por la Dra. Vicentina Elsa Rodríguez de Cuesta


María Hidalgo y Santana nació en la provincia de Matanzas.


En plena juventud se entregó a la causa de la independencia, siendo conocida en la Revolución con el nombre de la “abanderada de Jicarita”.

Esta cubana bravía se fue a la manigua el día 24 de Diciembre de 1895, a la hora aproximada en que se celebraba en todos los hogares la llegada del Redentor del Mundo.

Consagró su nombre la batalla de Jicarita, celebrada el día primero de Pascuas de aquel venturoso año.

Obtuvo de inmediato el grado de Teniente y sostuvo en aquella gran jornada la bandera de la estrella solitaria, recibiendo por ello siete balazos, que no lograron abatirla.

Peleó a las órdenes del Comandante Ignacio Pérez Fundora, pasando en 1896 a las fuerzas de Matilde Ortega, de la Brigada del General Eduardo García. El grado se lo concedió el General Antonio Maceo, a propuesta de Lacret, por su valentía en la batalla de Jicarita. Es fama que en aquel reñido encuentro, el General Lacret, consumió casi todo el parque que trajo de la expedición de Ricardo Trujillo. Esto dice por sí lo sangriento de la acción.

María Hidalgo combatió con los hombres, sus compañeros aguerridos y contra las fuerzas de los generales españoles Molina y Pavía; se batió en el Pan de Matanzas, en el Ojito, al Sur de Alacranes, en el Purgatorio, en el ingenio Vellocino, hoy desaparecido, situado en Sabanilla del Encomendados, en “La Yuca”, ubicada en Jagüey Grande, donde recibió heridas graves, peleando contra la guerrilla de Cossío, y en las acciones de Bolondrón y Vieja Bermeja.

Su actividad fue siempre grande y los jefes bajo cuyas órdenes peleó por la libertad de su Patria, fueron los más bravos de su provincia.

Como ejemplos de lo expuesto anteriormente mencionaremos a los Generales Clemente Gómez, Eduardo García, Matilde Ortega, Aurelio Sanabria, Lacret, Vicente Jorge y Eustaquio Morejón.

María Hidalgo y Santana fue uno de los grandes valores anónimos de la Revolución Cubana y merece sacarse del olvido, porque sus méritos, su valor, sus sufrimientos y su abnegación en el campo de Cuba Libre, así lo precisan.

¡Honor eterno a la dulce abanderada de Jicarita!
¡Honor a la cubana cuyo cuerpo virgen quedó inerte y ensangrentado en los campos de la revolución, teniendo como testigos mudos de su inmolación, las empinadas palmas y el claro azul del cielo cubano!




POR: GUIJE CUBA

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