sábado, 20 de noviembre de 2010
LITERATURA ANTIESCLAVISTA Y PROPAGANDA ABOLICIONISTA
Por Lucas Garve
Mantilla, La Habana, 21 de noviembre de 2010, (PD) La violencia racial dejó su huella en la Literatura Cubana del siglo XIX. Los textos en los que se manifiesta el relato de la violencia esclavista sirvieron para reproducir la violencia y la discriminación racial en beneficio de la causa de la abolición, pero también para estereotipar una imagen desvalorizada del negro en muchos casos.
Para algunos estudiosos, la denominada narrativa esclavista no va más allá del testimonio de los horrores de la esclavitud, sin tomarlos como una narrativa de propaganda y testimonio, una denuncia del sistema esclavista y de la violencia que caracterizó la sociedad colonial cubana en general.
La presencia en La Habana colonial de Richard R. Madden (1798-1886), inglés, médico y superintendente de Emancipados en Cuba, tuvo mucho que ver con el proceso de convertir las vivencias de la esclavitud de ciertos individuos con talento en sujetos literarios.
Madden fue un notable abolicionista. Su amistad con Domingo del Monte le valió un poderoso colaborador. La personalidad innegablemente romántica de Del Monte y sus influencias entre los más ricos hombres de negocios de la isla, sirvió a R. R. Madden para empujarlo a iniciar una colecta a favor de comprar la libertad del mulato esclavo Juan Francisco Manzano (1797-1854), poseedor de un talento notable.
Manzano, apadrinado por Del Monte y sus amigos, obtuvo su libertad y narró en su Autobiografía un testimonio de primera mano de la crueldad de la esclavitud. Richard R. Madden tradujo el texto de Manzano y publicó en Londres en 1840 su primera parte en un tomo titulado Poems by a slave. A pesar de ser uno de los textos literarios más impactantes por el valor humano producido por un cubano negro y esclavo, no fue publicado en español hasta 1937, hecho no desdeñable si se quiere entender un poco cuánto de sutil tiene el racismo en Cuba.
Del Monte también dio a R. R. Madden un álbum compuesto con textos anti esclavistas que incluyó poemas de Manzano y de Rafael Matamoros y “Escenas de la vida privada”, de Félix Tanco y “El Rancheador”, de Pedro J. Morillas.
Félix Tanco, originario de Colombia, residió en Matanzas. Su obra “Petrona y Rosalía”, solamente conocida en 1925, con acentuados paralelismos con la “Cecilia Valdés” de Cirilo Villaverde, tiene de interesante que convierte el incesto en un motivo obsesionante con el evidente objetivo de llamar la atención sobre el lugar del mestizaje en la isla. Asunto que preocupó ciertamente a la sociedad blanca de la isla en el siglo XIX, tan ocupada en la limpieza de sangre. Pero empleado para ligar la imagen de la mujer mulata con la lascivia, la lujuria y estructurar el símbolo de objeto sexual.
Por su parte, el abogado P. Morillas en su obra El Rancheador muestra contactos con el Diario del Rancheador de Cirilo Villaverde. Este último es copia del diario real de Francisco Estévez, donde relata sus acciones de exterminio de cimarrones y negros fugitivos en las lomas entre 1837 y 1842. En los dos textos, se muestra la violencia del perseguidor y la no menos violencia del negro esclavo como respuesta.
Notable no deja de ser el texto de Sab, la novela de la Avellaneda escrita en España. Aunque en particular ajeno a los requerimientos de Madden y de la campaña abolicionista del círculo delmontino, realiza un ataque a los valores socio – morales de la época con la declaración amorosa de la protagonista blanca por el mulato esclavo. La Avellaneda utilizó el conflicto para igualar la esclavitud del negro al yugo masculino con el que estaban sujetas las mujeres.
Entre 1817 y 1846, la población de negros libres oscilaba aproximadamente entre 20 000 y 40 000 individuos. En 1861, la proporción de negros y mulatos en la población habanera era de un 48,1 % del total.
Las principales ocupaciones de las negras y mulatas libres habaneras eran el servicio doméstico, vendedoras, casa tenientes. Los hombres negros y mulatos libres se emplearon en las artes y oficios. Hubo mujeres y hombres negros y mestizos que llegaron a acumular capitales medios y pequeños. Por ejemplo, la autora María del C. Barcia en “Ilustres Apellidos: negros en La Habana colonial”, menciona el caso de Juan Bertault, de origen carabalí, quien al fallecer su esposa en 1870, poseía propiedades por un valor de 30 921, 24 pesos entre casas, esclavos, muebles y solares. Asimismo, Juan Bautista Fajardo, en 1829, era dueño de doce casas y 49 esclavos.
garvecu@yahoo.com
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