domingo, 28 de noviembre de 2010
LOS SUSURROS DEL CAOS
Por Jorge Olivera Castillo
Habana Vieja, La Habana, 29 de noviembre de 2010, (PD) Si son ciertos los rumores que aún se mantienen frescos en mi memoria, va a ser necesario reducir al mínimo las salidas nocturnas. Las historias que viajan de boca en boca invitan a una recapitulación de los métodos tanto preventivos como defensivos ante posibles asaltos, con extorsión incluida u otros eventos similares, a perpetrarse en los desolados y oscuros callejones de la capital, medios de transporte y establecimientos comerciales que operan en pesos convertibles.
Una de las anécdotas que circulan en la capital describe los pormenores del reciente asalto de varios individuos encapuchados a un ómnibus metropolitano y el posterior despojo de las personas que viajaban en él.
A raíz del presunto ataque no se reportaron heridos, ni víctimas mortales, según la narración oral convertida en el tema favorito a comentar en vecindarios y centros de trabajo de la Ciudad de La Habana.
No se sabe si los detalles relacionados con el suceso estén en consonancia con la verdad. El silencio de los medios de comunicación oficiales sirve de estímulo para las especulaciones. Ni confirman, ni desmienten. Por tanto, cada cual es libre de interpretar las a menudo apasionadas descripciones de las tragedias, que parecen extraídas de un thriller.
Más allá de posibles distorsiones, la realidad es que un alto número de personas le dan un holgado margen a la credibilidad de las historias. Lo mismo sucede con otras que cuentan hechos no menos inquietantes.
“No es fácil. La situación se está poniendo peor de lo que cualquier pueda imaginarse. Esta gente (el gobierno y la prensa), se le pasan criticando la violencia en las calles de Nueva York y Miami, ¿Y aquí? .De verdad que son unos descarados”, decía Pedro, un electricista residente en una cuartería de la Habana Vieja, al enterarse de un supuesto asalto a un pequeño local donde se venden y compran divisas.
Dentro del profuso inventario de hechos relacionados con la violencia en las calles, a los que la gente alude en conversaciones, independientemente del lugar y de las características de los interlocutores, aparece la del turista foráneo que apareció estrangulado y con la lengua amputada, las 5 puñaladas recibidas por un joven cubano residente en España para robarle el dinero y las prendas de oro, y la violenta irrupción de una banda de delincuentes en un centro dedicado a la venta de comestibles en pesos convertibles.
En los últimos meses, se podrían contar al menos una docena de eventos perturbadores que se han robado el interés de una ciudadanía desinformada y con elevados temores de enfrentar uno de esos escenarios en los alrededores del vecindario, en el camino al trabajo antes de despuntar el día o al retornar a la casa después de una actividad festiva, en horas de la madrugada.
No es descartable que todos o varios de los referidos incidentes estén sobredimensionados o simplemente sean producto de la imaginación de personas egocéntricas y malintencionadas.
No obstante las dudas que se puedan albergar, las actuales condiciones sociales favorecen este tipo de conductas. Por eso es preferible tomar las debidas precauciones.
El caos puede que esté más cerca de lo que se podría suponer. Basta con que las desgarradoras anécdotas que recorren la ciudad de punta a cabo contengan un 30 o 40% de veracidad, para redoblar la prudencia.
La inseguridad ciudadana va por delante del programa de reformas que la nomenclatura ha creado para salvar al socialismo del naufragio. El espacio de la dramática ventaja tiende a ensancharse.
oliverajorge75@yahoo.com
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